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“Una enseñanza totalmente online no es recomendable”

Juan Carlos Bustamante, profesor contratado doctor de la Facultad de Educación de la Universidad de Zaragoza

Ana Sánchez Borroy

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“Análisis de la utilidad, aplicabilidad y alcance de la metodología e-learning y recursos educativos digitales ante la situación producida por el COVID-19: un estudio cualitativo en el ámbito universitario” es el título del trabajo que acaban de publicar varios profesores de la Facultad de Educación de la Universidad de Zaragoza, liderados por el investigador Carlos Peñarrubia. El profesor contratado doctor de la Facultad de Educación de la Universidad de Zaragoza Juan Carlos Bustamante (Caracas, Venezuela, 1985) defiende que las metodologías e-learning no son ni amigas ni enemigas del proceso educativo, sino compañeras de viaje.

¿Cuáles son las principales ventajas de implantar sistemas de enseñanza online?

Debemos partir de la premisa de que la enseñanza online no tendría por qué sustituir a la presencial, sino que sería un apoyo que se ofrecería a la docencia universitaria en un contexto de combinación de metodologías. Lo interesante de la enseñanza online es que genera una ruptura de las dimensiones temporales y espaciales, lo que facilita que, en un momento dado, el estudiante pueda abordar y trabajar contenidos de una determinada asignatura en distintos momentos y lugares. Esto ofrece cierta flexibilidad a los estudiantes. Además, hay mayor accesibilidad a la información y los estudiantes pueden contar con mayores contenidos que pueden adaptarse mejor sus necesidades formativas y a su propia realidad, lo que puede facilitar que se consiga un aprendizaje más significativo y que incida directamente en la formación en competencias de los estudiantes.

¿Cuáles serían las principales deficiencias?

Básicamente, tenemos que partir de que hay una falta de formación en general, tanto en docentes como en estudiantes, que condiciona el alcance de este tipo de metodología y que puede llegar a limitar sus posibilidades. A esto se suman los fallos técnicos que pueden estar asociados a este tipo de metodologías. Y, si pensamos específicamente en la llamada “enseñanza híbrida”, también tenemos el gran hándicap de que, dada esa falta de formación, realmente aquellas personas que puedan seguir una clase desde casa tengan más dificultades para mantenerse atentos e implicados, lo que se ve reflejado al mismo tiempo en las dificultades que tiene el propio profesorado a la hora de mantener activos a esos estudiantes que siguen las clases desde casa.

En todo caso, la pandemia obligó a implantarlo de una forma improvisada... ¿cómo se podría mejorar su funcionamiento con más planificación?

Por supuesto, estamos todos de acuerdo en que el sistema educativo se ajustó de la noche a la mañana a una realidad muy cambiante y excepcional: la necesidad llevó a que de un día para otro pasásemos en un primer momento a esa enseñanza meramente online, basada en metodologías e-learning o metodologías asociadas y la evolución de la pandemia y la llegada del curso 20-21 dio paso a una enseñanza más híbrida. Esto se acompañó, básicamente, de ofrecer a los centros los recursos que se podía a nivel tecnológico, para dar pie a utilizar determinadas aplicaciones y recursos. Lo que pasa es que todo esto, a la vez, se tenía que acompañar de una formación específica por parte del profesorado. Así se inició, intentando plantear algunos cursos que incidieran de manera directa en este tipo de elementos, pero entendiendo que deben plantearse planes de contingencia digitales mucho más pautados. Lógicamente, esa oferta formativa, no sólo para el profesorado, sino también para los alumnos, tiene que institucionalizarse mucho más. Y debería acompañarse de entender realmente en qué realidad nos estamos moviendo, en qué tipo de formaciones, que puede haber ciertas diferencias entre los títulos más profesionalizantes y los que no lo sean... Se trataría de buscar planes que incidan directamente en los roles de los estudiantes y de los propios profesores, así como también planes que incluyan no sólo a nivel formativo, sino a nivel institucional, acciones que generen condiciones más adecuadas para que realmente la enseñanza online ofrezca complementariedad a la enseñanza presencial.

¿Hay carreras o asignaturas que se adaptan mejor que otras al formato online?

Sí, la evidencia lo muestra no sólo a nivel científico, sino en la propia información de la realidad de los centros. Está claro que aquellas asignaturas que tienen un claro grado de práctica, un alcance técnico profesional, suelen aprovechar menos lo que un contexto online les puede ofrecer. De hecho, el propio estudiantado suele destacar que más allá de que pueda haber asignaturas de talante más teórico que puedan aprovecharse de lo que ofrecen de las metodologías online, hay otras que implican las prácticas, el uso de laboratorios... que se quedan muy atrás. Para ellos, es determinante el contacto directo con el profesor, incluso con los propios compañeros; que de alguna manera se genere un seguimiento no solamente a través de un feedback, sino a través de ese apoyo, diríamos, social que se puede producir en las aulas. Para ellos, tiene una incidencia clara e importante en su formación y en su día a día. Así también lo mostró el confinamiento de la pandemia: existen datos de estudios previos que muestran que una de las cosas que más impactó en los estudiantes fue esa falta de contacto, de relación directa con sus compañeros y con los propios profesores.

¿Quiénes reciben mejor las metodologías online: el alumnado o el profesorado?

Es una pregunta interesante. Creo que cada uno lo recibe como bien puede desde su rol. Se establecen dos roles claros, lógicos, de estudiante y profesor y cada uno cumple con un tipo de papel dentro del aula y la formación. Al final, todos ven unas ventajas, pero al mismo tiempo todos ven también los contras. En este sentido, el profesorado entiende que la enseñanza online puede ofrecer en determinados momentos unos recursos que faciliten ir un poco más allá en determinados contenidos, pero ven la desventaja de que es difícil llegar de la misma manera a nivel formativo al estudiante. Y el estudiante, por su parte, tiene la ventaja de que puede seguir las clases desde casa. Eso les da cierta facilidad, porque tienen más opciones de enfrentarse a determinadas asignaturas a pesar de sus circunstancias. Pero ven la desventaja de que no sienten que el impacto de la formación sea igual estando en casa que siguiendo las clases presencialmente en el aula, aprovechando las posibilidades del día a día en interacciones estudiante-estudiante y estudiantes-profesor.

Si la situación sanitaria no obliga a adoptarla, ¿es recomendable implantar la enseñanza online?

No. La respuesta a esa pregunta directa sería que no lo recomendamos: la evidencia plantea que una enseñanza totalmente online no sería recomendable. Sí una combinación; lo que pasa es que la combinación no tiene por qué ser híbrida. Es decir, la enseñanza híbrida no es ni presencial ni semipresencial: simplemente es que, al mismo tiempo, combinamos lo virtual con lo presencial. Posiblemente, la educación semi presencial tampoco sería la mejor opción porque, evidentemente, eso tiene ciertas desventajas, como comentábamos, en cuanto el impacto de la formación y la manera en que el profesorado y el estudiantado perciben el alcance que puede tener este tipo de situaciones en su formación. Por tanto, lo que se entiende es que, en un momento dado, se podrían plantear que existan más metodologías e-learning, que no implica estar totalmente online o totalmente presencial, sino que, según las circunstancias, las posibilidades y los recursos, se pueda optar por aprovechar lo que nos ofrezca la enseñanza online, sin olvidar los objetivos formativos. Entonces, directamente, entender que un nuevo sistema basado en una enseñanza híbrida es lo más recomendable, no. Que la enseñanza online nos puede ofrecer cosas que complementen la presencialidad, sí. Es cierto, para determinadas asignaturas y en determinados contextos, utilizar metodologías que aprovechen lo que nos ofrece el ámbito virtual, sí sería positivo.

¿Cree que algunas conclusiones pueden ser trasladadas a otras etapas educativas?

Totalmente. De hecho, hicimos un estudio previo centrado en el periodo de confinamiento, específicamente en Primaria y Secundaria. Realmente, de forma muy interesante y ciertamente lógica, encontramos resultados muy similares. Los niños, incluso los propios padres, evidenciaban la necesidad del contacto directo y de la relación interpersonal. Otro de los elementos que también es aplicable para el contexto universitario era la importancia del apoyo socio afectivo; no sólo por parte de los profesores, incluso por parte de las propias familias. Ese apoyo que se obtuvo por las familias durante el confinamiento a nivel técnico, incluso moral, para acompañar a los niños en esa ardua tarea de tener que seguir las clases desde casa fue un elemento muy importante que se puede trasladar al hecho de entender que ese componente emocional y social no lo podemos perder de vista. El apoyo que se puede ofrecer a un estudiante de cualquier nivel va a ser importante. En ese sentido, el rol de apoyo está establecido en el rol del profesor El profesor ya no sólo se convierte en un transmisor de información y de conocimientos, sino que es un pilar importante en ese proceso de seguimiento, de apoyo, de acompañamiento al estudiante: no sólo a nivel de formación, sino de relaciones sociales y de experiencias emocionales.

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