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'Socialicidio', una reflexión sobre el porqué de las altas tasas de suicidio en las cuencas mineras asturianas

María Rosa Martínez participa en el documental sobre el suicidio en las cuencas mineras.

Pilar Campo

Oviedo —

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¿Qué lleva a una persona a intentar acabar con su vida? ¿Se podía haber evitado una muerte? ¿Hay suficientes recursos en la sanidad pública para atender este tipo de conductas autolíticas? ¿Hay factores que son específicos de una comunidad autónoma o de un territorio? ¿Qué tienen las cuencas mineras asturianas y Asturias para tener una de las tasas mayores de suicidio del país por cada cien mil habitantes?

Estas son sólo algunas de las preguntas que han llevado al ovetense Daniel Lovi a realizar un documental de largo recorrido bajo el título Socialicidio, donde aborda el problema del suicidio dentro de la realidad del territorio de Asturias, centrado en las cuencas mineras, desde una perspectiva multidisciplinar.

El documental es extrapolable a otras zonas del país e incluso de otras partes del mundo que han sufrido y sufren la despoblación y la pérdida o ausencia de un motor económico de futuro.

Los testimonios desgarradores que, en primera persona, ofrecen varios asturianos que han salido del pozo o luchan aún por sobrevivir a sus intentos de suicidio se complementan con los puntos de vista, entre otros, de profesionales médicos, psicólogos, psiquiatras, policías, filósofos, profesores y representantes de asociaciones como Hierbabuena, Afesa Caudal o Abrazos Verdes.

Sus principales protagonistas son el mierense Jesús Rodríguez, la allerana María Rosa Martínez y los lenenses Alfonso García y José Ramón García. No son actores, ni actrices, ni han tenido que aprenderse un guion, porque cuentan su historia de vida y los motivos que les llevó a intentar acabar con su sufrimiento.

Todos dan la cara. Ese era uno de los requisitos que exigía el director como una forma de levantar ese tabú que hay en la sociedad, ese miedo a hablar abiertamente del suicidio. Ellos miran fijamente a la cámara y, sin rodeos, comentan qué circunstancias les llevó en un momento de angustia y desesperación a intentar quitarse la vida para dejar de sufrir.

Un documental duro e impactante

El documental es duro y a lo largo de una hora y 46 minutos se van sucediendo declaraciones sobre cómo eran antes, cuando en la infancia y adolescencia la vida se pintaba en un color más alegre, y cómo fueron después, con el negro como dominante y cómo hoy en día tratan de recuperar el pulso de sus vidas.

La primera imagen de Socialicidio es impactante. Se ve un ataúd y, unos segundos después, un empleado lo saca del furgón funerario. La cámara va siguiendo su recorrido por los pasillos, precediendo al relato de sus protagonistas.

Todos comienzan sonrientes desgranando sus primeros recuerdos de infancia y adolescencia. Empieza Jesús Rodríguez, de Mieres: “Mi infancia en las cuencas mineras fue divertida, de barrio, de criarse debajo de casa, al lado de una sala de juegos, en el parque de la Libertad de Mieres que era donde paraba toda la heroína, todos los drogadictos. Nosotros éramos nenos (niños) y estaba el suelo lleno de jeringuillas”. Cuenta que en la sala de juegos veían a los mayores “con alcohol, petas...”

Era una infancia divertida porque andaban todo el día “armándola, subiendo a los árboles y pasándolo guay”.

Su adolescencia, como la de su entorno, fue “intensa”, explica. En fin de semana salía de fiesta mucho y “lo pasaba pipa” en Oviedo y Mieres. Por la semana siempre era la misma rutina: estudiar, practicar deportes, entrenar e ir a clases de inglés. Lo resume en una frase: “hacía mil cosas”.

Perdí a uno de mis mejores amigos y tenía una hipocondría de sentir miedo a tener depresión. Me parecía una de las cosas peores que me podía pasar porque me sentía superfeliz en aquella época. Empecé en un trabajo un poco estable y tenía estrés y ansiedad

Jesús Rodríguez Vecino de Mieres

La intervención de Jesús en el documental aporta una visión muy completa, ya que él tiene la doble experiencia como profesional, por su trabajo como enfermero y finalmente como paciente cuando su vida dio un giro.

En su caso, perdió a uno de sus mejores amigos y tenía una hipocondría de sentir miedo a tener depresión. Él mismo lo relata: “Me parecía una de las cosas peores que me podía pasar porque yo me sentía superfeliz -dice- y me parecía imposible. Luego empecé en un trabajo un poco estable y en teoría era lo que se esperaba de mí. Yo mismo y todo mi entorno. Empecé a tener mucho estrés y ansiedad”.

No entendía por qué tenía esos síntomas de depresión que no soportaba cuando él mismo recuerda que hasta entonces se consideraba una persona “muy feliz, al que le encantaba vivir”.

“Yo no aguantaba tener anhedonia, que es la incapacidad de sentir placer; abulia que es la pereza extrema de sonar el despertador por la mañana y quedarte en la cama todo el día, ni el hecho de tener que tomar medicación”, recalca. Quería terminar con esa angustia y ansiedad. La llamada providencial de su hermana le salvó de llevar adelante sus pensamientos suicidas. Su siguiente recuerdo nítido fue ingresado en una cama de hospital.

Él lo intentó de nuevo. En unas ocasiones logró ocultarlo, en otras se enteraron sus colegas y sus padres. Constata que creía que la única salida a dejar de sufrir en la visión en túnel de la mente enferma del suicida era esa. “Hay un millón de opciones -afirma- pero sólo ves esa. Visión en túnel, ya está. Da igual dónde vayas, con quién estés, da igual”.

María Rosa Martínez empieza su relato también sonriente. Une sus recuerdos a Corigos, un pueblo del concejo de Aller al que llegó con su familia con apenas tres años. Dice que desconocía que fuera de este pequeño territorio la gente “pasaba hambre” como supo cuando empezó a leer “cosas de su generación” durante la época de la dictadura franquista. “Todavía estaban en la posguerra y nosotros en Corigos teníamos baño, ducha, agua caliente”, enumera.

Tenía apenas cinco años cuando sufrió una experiencia traumática que ha llevado arrastrando toda la vida. Ya de mayor se casó con un hombre que la maltrataba y cuando ya no vivían juntos él se suicidó.

Su nueva pareja es el polo opuesto. La trató siempre muy bien y por eso no podía creer que ella, una persona que a pesar de todos los palos que le dio la vida tenía un carácter muy alegre, recibiera un diagnóstico médico de que padecía una depresión. El facultativo le recetó medicación que le iban cambiando a ver con cuál iba mejor.

Vivir durmiendo. Nunca pensé en suicidarme. No quería darle un disgusto a mis hijos y estoy viva por ellos, pero mucho me temo que el día que mis hijos no me necesiten, me vaya porque no tengo motivación para vivir

María Rosa Martínez Vecina de Aller

“Vivir durmiendo. Nunca pensé en suicidarme. No quería darle un disgusto a mis hijos y estoy viva por ellos”, subraya. Pero seguidamente cambia su tono y su expresión y remata la frase entre lágrimas: “Mucho me temo que el día que mis hijos no me necesiten, me vaya porque no tengo motivación para vivir”.

José Ramón García se acuerda de la época de su adolescencia cuando salía del colegio del Pilar, en Pola de Lena, cogía la merienda y se iba a jugar: “Era coger la merienda y zapatilla. Eso de quedar en casa, como ahora, con la tablet, nada”, dice risueño. La hora de volver a su hogar la marcaba la sirena de una sierra cercana que anunciaba la salida de los trabajadores.

En su caso, fueron tres intentos. Un encuentro casual con un hombre evitó que llevara a cabo sus intenciones la primera vez. En la segunda ver a su perrina schnauzer le hizo reaccionar: “Quedó mirando para mí con aquella cara de pena que tenía que reaccioné”, dice sonriendo.

Le cambia la expresión y se pone serio cuando recuerda que en la tercera ocasión le encontró su mujer: “Ese día fue allí, al lado de casa” y baja la cabeza como apesadumbrado.

Cuando te da la depresión tú ves un agujero, un furacu. Y al final no ves claridad de nada. Ves nada más aquello como si cerraras los ojos. Y eso te pasa mismamente cuando piensas en suicidarte porque yo estuve tres veces a punto de suicidarme

José Ramón García Vecino de Pola de Lena

“Cuando te da la depresión tú ves un agujero, un furacu. Y al final no ves claridad de nada. Ves nada más aquello como si cerraras los ojos. Y eso te pasa mismamente cuando piensas en suicidarte porque yo estuve tres veces a punto de suicidarme”, describe.

El lenense Alfonso García estaba “en medio” entre “los malotes” y los otros en referencia a “los buenos” en su juventud. Se define como una persona muy sociable y feliz en la calle. Nada que ver con la escuela, donde con los curas era “un desastre”, admite.

Él conoció de cerca varios casos de suicidios en su entorno social y familiar. Se muestra bastante crítico sobre el hecho de que habitualmente cuando se pide ayuda profesional, todo se centra en dar medicación y más medicación sin entrar en esa terapia psicológica tan necesaria en estos casos.

Cuando le digo al psiquiatra que tengo ansiedad me da una pastilla. Tengo pastillas en casa para matar a tres elefantes. La psiquiatría está bien para ciertas cosas pero sin otros apoyos no vale para nada. Crean zombies funcionales que puedan trabajar

Alfonso García Vecino de Pola de Lena

“Yo cuando voy al psiquiatra y le digo que tengo ansiedad, me contesta: 'tengo esta pastilla' y yo le respondo que esa ya la probé, esa otra también, esa me sienta mal. Yo tengo pastillas en casa para matar a tres elefantes”, incide. En su opinión, la psiquiatría está bien “para ciertas cosas pero sin otros apoyos detrás no vale para nada. Están creando zombies funcionales que puedan trabajar”.

Alfonso no es muy optimista. Cree que la falta de expectativas condiciona mucho a las futuras generaciones: “La generación de ahora viene de una crisis brutal. La anterior, económica. Ahora tenemos una pandemia y otra crisis económica exagerada. Los chavales cuando tengan 25 años van a reventar. Ya no se creen nada. Y si no ponemos remedio esto va a más”.

“Con las movilizaciones de la minería se paralizaba todo”

En el documental también aparecen otros vecinos como Aitor Solez y Manuel Núñez, ambos del concejo de San Martín del Rey Aurelio, que dan su propia visión de la vida en las cuencas mineras asturianas. “Vivir en las cuencas mineras es como una dualidad, es un poco un amor/odio”, comenta Aitor.

“No hay el mismo movimiento que antes porque la minería no son sólo los que trabajan en el pozo, también son los que trabajan alrededor. Hay gente que vive aquí porque es de aquí de toda la vida y a lo mejor no puede permitirse marchar u otros que tienen que marchar porque no hay otra”, apunta a su lado Manuel.

La situación en las cuencas mineras es muy diferente ahora a la época de su infancia. “La gente antes estaba más afincada aquí porque al final si tienes trabajo por qué vas a marchar. Lo que era antes este pueblo, de manifestaciones de la minería, se paraba el pueblo entero. Aunque no tuvieses que ver con la minería porque al final estás relacionado con ello. Si los mineros no cobran no te van al bar o no te van a cortar el pelo o no te van a comprar ropa o no te van a nada”.

Manuel compara cómo antes cuando se convocaban huelgas se paralizaba toda la cuenca minera y asegura que ahora, por el contrario, no se paraliza un sector entero. No hay ese nivel de movilización que se daba antes con la minería. Reconoce que aunque no dependieras de la minería sentías el orgullo de ser de las cuencas por la riqueza social y económica que había en estas zonas de los valles del Nalón y del Caudal.

Las estadísticas

La psicóloga Natalia Lorenzo Ruiz es especialista en Psicología de crisis y emergencias y socia fundadora de la Asociación de Profesionales en Prevención y Posvención del Suicidio (Papageno). Ayuda a muchas personas en esta situación y además maneja estadísticas que, según indica, son “demoledoras”

Pone de ejemplo el incremento de las muertes por suicidio en los últimos años. Los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) así lo reflejan. En 2020 se produjeron en España 3.941 muertes por suicidio, lo que significa que once personas se quitaban la vida al día, es decir, se suicida una persona cada dos horas y cuarto. Ese año en Asturias se contabilizaron 125 muertes. En 2021, la cifra se elevaba a 4.003 suicidios en España (131 muertes en Asturias), mientras que la cifra ascendió a 4.097 personas en 2022 en nuestro país y de ellas 122 en el Principado.

En Asturias de media hay 11 muertes por suicidio al mes y en las cuencas mineras llegamos a 15. Se ha dado otro triángulo más conformado por Gozón, Cangas del Narcea y Llanera, donde se ha llegado a 25 muertes por suicidio por cada cien mil habitantes

Natalia corrobora que el suicidio es la mayor causa de muerte no natural en España. Y aporta datos: “de media ocurren más de 80.000 intentos de suicidio al año en España. Asturias encabeza las mayores tasas de suicidio por cada cien mil habitantes. La media en España -continúa- es de 7,93 personas que se suicidan por cada cien mil habitantes, de tal forma que en Asturias de media hay 11 muertes por suicidio al mes e incluso en algunas zonas como las cuencas mineras llegamos a 15 como en Riosa, Morcín, Langreo, Laviana o Mieres”.

Este último año se ha dado otro triángulo más en Asturias, donde se ha llegado a 25 muertes por suicidio por cada cien mil habitantes, que es el triángulo conformado por Gozón, Cangas del Narcea y Llanera.

La media de suicidios en Asturias se sitúa en 130 muertes al año, si bien advierte que estos datos no reflejan la realidad puesto que muchas muertes no están contabilizadas como suicidios, sino como caídas, muertes accidentales por sobredosis o accidentes de trabajo.

Asimismo, destaca la importancia del trabajo de los psicólogos en las terapias de los pacientes. En el documental aporta una comparativa donde nuestro país no sale bien parado, de tal forma que en la sanidad pública española hay seis psicólogos por cada cien mil habitantes, frente a la media europea que asciende a 18.

La psicóloga asevera que todos siguen un mismo patrón: son personas que buscan afrontar sus problemas de una manera muy drástica, que es totalmente irreversible, pero lo hacen porque no ven otra alternativa a sus problemas.

“Son personas con un elevado sufrimiento, con una elevada desesperación. No quieren acabar con su vida, sino con su sufrimiento. No quieren matarse, quieren matar su dolor”, ratifica.

Por su parte, la inspectora Verónica Fernández, negociadora de la Jefatura Superior de Asturias, considera que existe un incremento de tentativas y suicidios. Así, según sus datos, por cada suicidio que se comete o que se llega a producir existen 20 intentos.

Las cuencas mineras y la alta tasa de suicidios

No vamos a hacer más espóiler porque lo importante es ver el documental que ha realizado Daniel Lovi, cofundador de la productora creativa audiovisual 'El Holandés Aberrante', que ha dedicado a “Mumu”, una expareja con la que mantiene una buena amistad, y que le enseñó el camino hacia este tema, ya que ella misma había tenido un intento de suicidio tras pasar por un proceso depresivo.

La realización de este proyecto era su manera de entender mejor qué le había ocurrido porque está convencido de que en aquel momento él no disponía de suficientes herramientas para entender bien esa situación. A su interés personal por este tema se sumó posteriormente el hecho de que un día, tomando algo en las cuencas mineras, le comentaron una docena de casos similares en apenas media hora.

“Inicialmente la idea quedó en un limbo hasta que encontré un macro estudio sobre los últimos 25 años de distintas causas de muerte”, explica el director a elDiario.es Asturias.

Daniel siempre se interesó por el tema estadístico y viendo el mapa de España vio que había tres zonas donde la incidencia del suicidio es particularmente elevada: Andalucía oriental, entre las localidades de Íznajar, Alcalá la Real y Priego de Córdoba, que conforman el conocido como “triángulo de los suicidios”; Galicia, en especial la zona septentrional, y Asturias, donde las cuencas mineras duplican la media nacional.

Ha indagado en las relaciones entre la estructura socioeconómica, histórica y cultural de estos territorios y sus altas tasas de suicidio, donde ha encontrado factores como el elevado consumo de alcohol, drogas y psicofármacos o el no tener una perspectiva de futuro.

El fin de la actividad minera por sí misma no es definitoria, pero sí la ausencia de una economía sostenible en las localidades y la degradación de la identidad de este territorio, al igual que el progresivo declive poblacional como principales factores

Daniel Lovi Fotógrafo, videógrafo y narrador. Director del documental

“El fin de la actividad minera por sí misma no es definitoria, pero sí la ausencia de una economía sostenible en las localidades y la degradación de la identidad de este territorio, al igual que el progresivo declive poblacional”, señala. Opina que una causa clave en las cuencas y en Asturias es que hay poca perspectiva de futuro, porque se ha ido mucha población y lo que fue un motor económico ha dejado de serlo y no hay una alternativa.

“Por un lado, si no tienes una idea de futuro en el sitio donde creces tienes un desarraigo y por otro, si tú has crecido en un entorno donde has visto cómo la gente bebe alcohol y consume drogas o psicofármacos, al final lo asumes como algo que es normal porque todo el mundo lo hace, aunque no se habla de ello”, argumenta.

No obstante, Daniel puntualiza que estos factores no son los únicos detonantes, ya que pueden influir otros condicionantes como por ejemplo una ruptura sentimental o la muerte de un familiar, entre otros. Si tienes a alrededor una red que te dota de herramientas puedes acudir al sistema sanitario pero no se debe limitar a dar medicación ya que ésta, siendo importante, debe ir acompañada de terapia psicológica.

Él buscaba perfiles de personas que fuesen de las cuencas y viviesen allí u originariamente fuesen de allí o tuvieran una vinculación importante de forma que hubiesen perdido a alguna persona cercana por suicidio o que ellos mismos lo hubiesen intentado. Desde un principio tenía claro que no iba a censurar nada. Iban a salir con nombres y apellidos, a mostrar las caras y conocer su entorno, aunque ha optado por no citar expresamente los escenarios concretos donde se ha rodado.

Daniel quería romper con el tabú de que este es un tema que generalmente se oculta. Tardó casi tres años en completar su proyecto ya que los primeros seis o siete meses se dedicó a realizar la parte fotográfica que posteriormente formó parte de una exposición con 33 fotografías. A ello le siguieron las entrevistas personales y el audiovisual.

La banda sonora corre a cargo de Pelayo Villanueva, su socio en la productora creativa audiovisual 'El Holandés Aberrante'. La música también juega un papel muy importante, ya que el director quería que las cuencas mineras tuviesen una sonoridad específica.

Daniel no se quiere quedar en la reflexión local, tiene un proyecto más ambicioso. Desde ya trabaja en un segundo capítulo que aborde la problemática del suicidio a nivel nacional y luego, el internacional. Es consciente de que le llevará tiempo, pero asegura que no tiene prisa. Su idea inicial es concienciar a través de una campaña preventiva y tratar de crear una mejor educación emocional. Con su trabajo nos hace reflexionar y consigue su objetivo: impactar y encontrar respuestas para muchas preguntas a las que “Mumu” le abrió el camino.

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