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Desconcierto entre los científicos por un agujero de ozono sobre el Ártico tres veces el tamaño de Groenlandia

La columna total de ozono (en unidades Dobson) en su máxima extensión, el 29 de marzo de 2020 (izquierda) y el 6 de abril de 2020 (derecha), muestra unos valores inferiores a 250 UD en amplias zonas del Ártico

Laura Rodríguez

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Todos los años, en la Antártida se forma un agujero de ozono debido a las bajas temperaturas que se alcanzan en invierno, lo cual permite que se formen nubes de gran altitud. Ciertas sustancias químicas, como el cloro o el bromo, provenientes de refrigerantes, sprays u otros procesos industriales, reaccionan con las superficies de estas nubes y destruyen la capa protectora de ozono.

Pero en el Ártico las temperaturas nunca suelen llegar a valores tan bajos. Este año, sin embargo, el Polo Norte ha sufrido un fuerte “vórtice polar”,  un ciclón de vientos que atrapan el aire frío, lo que ha provocado que las temperaturas descendieran a niveles que no se veían desde 1979. En estas condiciones, se forman las nubes de gran altitud y se producen las reacciones químicas que destruyen la capa de ozono estratosférica que protege la vida de las radiaciones ultravioletas del sol.

“Desde mi punto de vista, esta es la primera vez que podemos hablar de un agujero de ozono en el Ártico”, explicó en Nature el científico de la atmósfera Martin Dameris.

La Agencia Espacial Europea publicaba hace unos días un vídeo donde se puede ver la evolución del agujero desde el 9 de marzo hasta el 1 de abril. Los científicos del Centro Aeroespacial Alemán se percataron del agujero mientras estudiaban los datos del instrumento Tropomi del satélite Sentinel-5P.

“Las cosas podrían haber sido mucho peor este año si no se hubiera aprobado el Protocolo de Montreal en 1987”, dijo Paul Newman del Centro de vuelo espacial Goddard de la NASA.

En ese tratado, todas las naciones acordaron prohibir de forma gradual el consumo y producción de clorofluorocarbonos (CFC), que se usaba en la industria de la refrigeración y como propelentes de aerosoles, lo que ha permitido que el agujero de ozono de la Antártida se haya ido reduciendo.

Sin embargo, las sustancias que acaban con el ozono tardan varias décadas en desaparecer. Según varios estudios, si se respeta la prohibición, la brecha en la capa de ozono en el Hemisferio Norte podría desaparecer para 2030, y la de la Antártida para cerca del año 2060.

Por eso los científicos se muestran precavidos ante el fenómeno inusual que se ha producido en estas últimas semanas. La temperatura excepcional explica parte del fenómeno pero también advierte de la fragilidad de la capa de ozono ante ciertas sustancias que, como se descubrió en 2019, todavía se siguen usando de manera ilegal.

“En este momento estamos a la expectativa para ver qué pasa”, dijo a Nature Ross Salawith, de la Universidad de Marylan. “La partida aún no ha terminado”.

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