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Las cinco improbables vías para la investidura de Feijóo
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Por lo demás, ¿qué tal tu verano? Yo te confieso que necesitaba un parón. No he desconectado del todo –era imposible, con tanta actualidad política–. Pero sí he podido descansar con mi familia; me ha venido muy bien. También he leído mucho: te recomiendo especialmente Fortuna, una novela del argentino Hernán Díaz que me ha parecido una obra maestra (gracias a Gonzo y a Irene Lozano, que fueron los que me hablaron de ella).
Entre novela y novela (y los ratos detrás de mi bebé, que ya anda y no para quieto) he tenido otro ojo puesto en la actualidad política. Y dan ganas de recomendar otro libro a Alberto Núñez Feijoo: que lea uno de estos cuadernos escolares de deberes para las vacaciones, a ver si mejora en matemáticas.
Ya sabes: dos más dos son cuatro. Cuatro más dos son seis y la mayoría absoluta en el Congreso son 176. Por eso creo que Feijóo no será presidente con este Parlamento. Porque no hay números para esa opción.
Las matemáticas nunca han sido el punto más fuerte de Alberto Núñez Feijóo. El miércoles, el líder del PP lo demostró de nuevo con esta afirmación falsa:
- Feijoo: “Caben dos alternativas. Que la gobernabilidad de España se ponga en manos de los partidos independentistas o que quede garantizada con un acuerdo de los dos grandes partidos, que sumados tienen el 94% de los votos”.
El dato: los dos grandes partidos, PSOE y PP, suman el 64,7%, no el 94% que asegura Feijóo. Pero dándole vueltas a esta frase, creo que es interesante analizar cuáles son las posibles alternativas que tiene Feijóo para lograr una investidura que a todas luces parece perdida. A mí me salen cinco hipótesis. Aunque creo que ninguna de ellas va a pasar.
1. El Sanchismo se deroga a sí mismo
Es enternecedor escuchar a Borja Sémper reconocer que lo mismo existe una pequeña contradicción en el planteamiento de una gran coalición por dos años que, tras el batacazo del 23J, quiere firmar Feijóo. “En cierto modo sí es pedir apoyo a Sánchez para derogar el sanchismo”, asegura el portavoz del PP.
Ante esa generosa oferta –¡oh, sorpresa!– Pedro Sánchez ha dicho que no.
Feijóo propone múltiples “pactos de Estado”. Uno por la regeneración democrática, mientras no cumple con la renovación del Poder Judicial. Otro, por las clases medias, mientras favorece a los más ricos allá donde gobierna eliminando los impuestos que pagan. Y así todo lo demás.
Hace unos días, publicamos una interesante encuesta con las preferencias de la ciudadanía sobre los acuerdos postelectorales. Como era de esperar, ni los votantes del PP ni –menos aún– los de la izquierda quieren una gran coalición, que apenas tiene entre sus defensores a una parte de las élites económicas.
Creo que hay argumentos más que razonables para desechar esa posibilidad, además de que casi nadie la desee. Todo país necesita un Gobierno, pero también una oposición. Y si el Gobierno pacta con su principal alternativa, otro partido ocupará ese lugar. En el caso del PP, esa alternativa sería Vox. Ha pasado ya en Italia: tras los acuerdos de los grandes partidos para investir a Mario Draghi, hoy gobierna la extrema derecha con Giorgia Meloni.
2. El PNV se suicida
Feijóo pensaba que tenía una buena relación con Iñigo Urkullu y era cierto. Pero eso pasó cuando ambos eran presidentes autonómicos, algo que Feijóo ya no es. El líder del PP no acaba de entender su nuevo estatus, por mucho que los suyos le llamen “presidente” (y “señor Sánchez” al presidente real); por mucho que tenga una jefa de protocolo en su equipo, no se sabe muy bien con qué función. Feijóo aún no ha entendido que es el líder de un partido, que ya no representa a una institución.
Movidos por este autoengaño –“Feijóo tiene mucho ascendente con Urkullu, ya veréis”–, en el PP empezaron a filtrar un rumor falso, que llegaron a publicar algunos medios y ha acabado desmentido por la vía de los hechos: que en el PNV había dos almas. Que una cosa era Andoni Ortuzar, que no quería pactar, y otra distinta Íñigo Urkullu, que seguro que sí.
Feijóo pensaba que lo mismo en ese pozo había agua. Pero se ha encontrado con otras calabazas. Urkullu le ha dedicado apenas media hora de cortesía, y solo por teléfono, para dejarle claro que se ha equivocado de ventanilla. Que hable con su partido, donde ya le han explicado que no irán con el PP a ninguna investidura, por mucho que les quieran prometer.
Es muy evidente la razón por la que el PNV no quiere apoyar a Feijóo: porque el año que viene tocan unas elecciones vascas donde el PNV se arriesga a perder su administración más importante, el gobierno de Euskadi. EH Bildu está muy fuerte en las encuestas y el PNV no se puede permitir participar en una foto donde también estaría Vox, el partido que más rechazo provoca entre la sociedad vasca.
Hay una mayoría absoluta en Euskadi que está en contra de que gobierne este PP apoyado en Vox. Por eso creo que el PNV no se va a mover.
3. Un tamayazo
Es el gran trauma de la izquierda española. Y es razonable que sea así porque ha pasado demasiadas veces, no solo en la que da nombre a este episodio de transfuguismo que le robó la presidencia de la Comunidad de Madrid a Rafael Simancas.
Ocurrió también en Murcia, donde el PP necesitaba tres votos contra la moción de censura del PSOE y Ciudadanos y aseguró cuatro tránsfugas, por si acaso.
Pasó también con la reforma laboral, donde Sergio Sayas y Carlos García Adanero traicionaron a su partido, UPN, en una jugada maestra de la derecha que salió rana por el error de Alberto Casero. ¿Recuerdas cuando ambos negaban que se irían al PP? ¿Que votaban no a la reforma laboral por una cuestión de principios? Pues ambos son hoy diputados en las listas de Feijóo. Un líder que, por cierto, dice ahora que esta ley no la va a tocar.
Por eso no es descartable que el PP lo vuelva a intentar. Porque ni siquiera han escondido en privado esta intención. Públicamente, la derecha ya ha fantaseado con la posibilidad de que aparezcan algunos “socialistas buenos”, como los llaman en Vox. Y una importante dirigente del partido lo dejó claro en un corrillo fuera de micrófonos: “La única batalla que se pierde es la que no se da: que se lo digan a Simancas”.
¿Hay cuatro diputados en el bloque progresista tan corruptos como para aceptar un pacto así y tan ignorantes como para no saber que se arruinarían la vida con esa decisión? Tendrían que vender muy cara su traición para que les mereciera la pena. Es comprensible el miedo de la izquierda, pero dudo muchísimo que vaya a ocurrir.
4. Un acuerdo de Feijóo con el molt honorable y legal Puigdemont
Algo podría pasar entre bambalinas. Porque, si no, no se entienden algunos pasos que está dando en público el PP. Como las palabras de Feijóo cuando dijo que Junts “no es su rival político o ideológico”. O esta frase para la historia, de Esteban González Pons:
- “Junts es un grupo parlamentario que más allá de las acciones que cuatro personas, cinco, diez, las que fueran, llevaran a cabo, representan a un partido cuya tradición y legalidad no está en duda”.
Repito: “Un partido cuya tradición y legalidad no está en duda”, dice González Pons. Guarden la definición, porque cuando la izquierda pacte con Junts, sin duda los de Puigdemont volverán a ser ese partido “ilegal, golpista y traidor”
Estos extraños acercamientos del PP a Junts son relevantes, y no solo por lo que dicen en el partido de Feijóo. También por lo que opinan en Junts, donde algunos argumentan que hay que escuchar todas las ofertas que lleguen de los dos partidos interesados en gobernar España.
En esa negociación que quiere abrir Puigdemont, ¿puede el PP pujar más alto que el PSOE? ¿Aprobar una amnistía? ¿Reconocer el derecho a la autodeterminación? Hay quien recuerda que la derecha ha sido históricamente más pragmática, y ha tenido menos obstáculos para los pactos imposibles. Fue Aznar, y no ningún otro presidente, quien llegó a decir aquello del “movimiento vasco de liberación” para referirse a ETA. Fue también Aznar el que mejor habló catalán en la intimidad.
Sin embargo, veo casi imposible un acuerdo así. A pesar de que la derecha suele tener más intereses que principios, y por tanto siempre pueden negociar más allá de “rivalidades ideológicas”, que diría Feijóo. El líder del PP no necesita solo a Junts, también a Vox. Y si consigue aunar en una misma investidura a Carles Puigdemont y a Santiago Abascal, Feijóo no se merece solo la presidencia: que le den también el Nobel de la Paz.
Con todo, el problema que tiene el PP para gobernar España solo se arreglará cuando logren pacificar su relación con las derechas vascas y catalanas –con sus partidos y sus votantes–. Solo así han podido gobernar. Irónicamente, una posible amnistía en Catalunya que solucione ese problema político y normalice la situación de Junts puede ser, a medio plazo, una buena noticia para el PP.
5. Una repetición electoral
Dejo deliberadamente para el final la única opción realista que tiene Feijóo para llegar en unos meses a La Moncloa: que fracase Pedro Sánchez en la futura negociación, que volvamos a votar y que el PP, esta vez sí, logre sumar con un Vox, que seguro tendría menos diputados (ya se están ocupando los medios conservadores de ese trabajo de desgaste, culpando a la división en el voto del fiasco del 23J).
Es sin duda la hipótesis que me parece más realista, la más probable de las cinco vías de Feijóo, aunque tampoco creo que vaya a ocurrir. Por varias razones.
La primera, porque a diferencia de otras repeticiones electorales los partidos de la izquierda tienen claro que no hay nada que ganar. Que lo mejor que podrían conseguir es otra negociación política con los partidos vascos y catalanes, pero que también podrían perder del todo. No es eso lo que pasaba en 2019, por ejemplo, cuando el PSOE estaba convencido de que podría sacar de las urnas una mejor posición de negociación para no depender de Unidas Podemos. Aunque finalmente no fue así.
La segunda, que tampoco creo que Junts vaya finalmente a pedir imposibles que el PSOE no pueda aceptar. Serán medidas que, sin duda, Pedro Sanchez no daría si tuviera otra alternativa mejor. Pero que entrarán dentro de lo que el nuevo gobierno pueda después argumentar y defender. ¿Una amnistía u otra fórmula similar? Desarrollaré este asunto más adelante en otro artículo, que esta carta ya va muy larga, pero no creo que sea un paso muy distinto o incoherente con los indultos que aprobaron años atrás. Es una solución política para un problema que nunca debió ser judicial.
La negociación para la mesa del Congreso fue un buen precedente. No solo por el resultado de la votación –con ese fiasco del autoproclamado “ganador de las elecciones”, Alberto Núñez Feijóo–. También porque no había, en las peticiones de los demás partidos, nada que el PSOE o Sumar no pudieran aceptar.
Lo dejo aquí por hoy. Espero que tengas un buen fin de semana semana. Y ojalá puedas pasarte el viernes y sábado que viene por nuestro Festival de las ideas y la cultura de A Coruña. Si finalmente vas, no dejes de saludar.
Un abrazo,
Ignacio Escolar
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