Hiere la sensibilidad la grosería intelectual de la derecha. Es tal su brutalidad que impide el ejercicio cabal de cualquier función encaminada al raciocinio, a la confrontación civilizada de ideas o sentimientos. ¿Qué respuesta educada puede haber ante los zafios insultos de la turbia manada congregada en Madrid el jueves pasado, enarbolando la consabida bandera, faltaría más, gritando “que te vote Txapote” o “hijo de puta” al presidente del Gobierno? Es tal el odio que respiran sus caras desencajadas, su griterío histérico, la virulencia de sus eslóganes repetidos como ridículas cacatúas, que cualquier persona mínimamente sujeta a una cierta moralidad se queda paralizada ante el aberrante espectáculo. ¿Tienen contestación sensata los feroces improperios que se constituyen en el único lenguaje que sabe pergeñar la derecha y la extrema derecha de este país, siameses que emanan de un mismo cuerpo político, ese grifo mitológico de PP y Vox, mitad águila, mitad león, fundido ya en bronce, imposible saber qué es uno y qué es otro?
La última campaña de la ignominia nos ha llegado en esta ocasión desde la tragedia de Israel y Palestina. Da igual, cualquier cosa les sirve, acostumbrados como están al mundo de la especie porcina, de la que todo se aprovecha. Ahora, Hamás. Para ejemplificar por dónde han ido los tiros esta semana, nunca mejor dicho, sumerjámonos, traje de neopreno, gafas especiales, bombona de oxígeno, al inframundo de la prensa cavernícola: OK Diario, ese digital del conspicuo adalid de la alegre muchachada Eduardo Inda. Lean ustedes los titulares, uno detrás de otro, y en el mismo orden en que aparecían en la portada de la mañana del 12 de octubre.
Cuidado, que entramos en material tóxico. Tras el enorme titular “Gigantesca pitada a Sánchez al llegar al desfile del 12-O con gritos de ”¡Que te vote Txapote!“, la obligada consigna del día, observen la retahíla: ”El mayor centro judío denunció al diputado de Sumar por ser el “portavoz de Hamás” en Europa“; ”La foto que hunde a Yolanda Díaz“ (en ella se ve a Manu Pineda, eurodiputado de Unidas Podemos, dando la mano –¡en 2012!– a Isamel Haniye, dirigente de Hamás); ”Yolanda Díaz apoyó un acto en España de una ONG palestina a la que alaba Hamás“; ”Los amigos de los terroristas de Hamás se sientan en el Consejo de Ministros“, editorial. Y finalizamos con la columna de Carlos Dávila, siempre chorreando grasa del bocata de gallinejas: ”¿Estará Hamás en el Gobierno progresista de Sánchez?“. Y en el texto: ”Hada (Leona) Díaz ya se colocó al lado de los terroristas“. Dos días después, Inda insistía: ”Hamás se infiltra en el Gobierno de España a través de Sumar“.
Pero qué esperar de estos esforzados de la ruta si sus patrocinadores hace mucho tiempo que perdieron el oremus y esa acreditada grosería, la traen en sus genes franquistas, se ha convertido en repugnante bajeza moral. ¿Qué se puede esperar de un partido cuya conspicua representante, aspirante a ser su mariscala, la presidenta de la Comunidad más rica de España, comete la innombrable fechoría de mezclar a Pedro Sánchez con un presunto y horroroso asesinato de bebés? Palabras de Isabel Díaz Ayuso, la reina del vermú: “40 bebés decapitados y el Gobierno de Sánchez anda en la equidistancia entre los terroristas y las víctimas”. ¿Verdad que da asco tanta miseria? Pues no se pierdan a Borja Sémper, a quien consideran el más fino representante del ala moderada del PP –¡mon dieu, si lo fuera del ala dura!– soltar la siguiente vomitona: “Hamás decapitó bebés en sus cunas. Bebés en sus cunas. Y no voy a decir nada más. Los contextualizadores y equidistantes os podéis ir a la mierda, eso sí”. Y nunca menosprecien a Vox. Rocío Monasterio, presidenta del partido ultra en Madrid: “Es asqueroso que la escoria de izquierda que tenemos en España justifique la violación de mujeres, el secuestro de niños, el asesinato a sangre fría de familias enteras”. Dejemos de lado la veracidad de tales hechos –nadie vio esa aberración de la decapitación de bebés, por ejemplo– y tan sólo constatemos, esa es nuestra obligación, cómo la coalición de partidos que quiere gobernar España puede caer tan bajo.
Ya embalados en esta senda, ¿alguien puede explicar al Ojo cómo es posible que los señores obispos, arzobispos, cardenales y otros purpurados patrios puedan emplear millones de euros en pagar a un insultador profesional como Carlos Herrera, estrella relumbrante de su emisora, esa COPE militante de la derecha más feroz? ¿Qué les hace mantener, dinero nuestro, billetes que salen de nuestros impuestos, esa sórdida cadena de televisión, La Trece, la llaman, habitadas todas sus tertulias por personajes sacados de las covachas más reaccionarias del país? Sin entrar, no hace falta, en entender cómo logran, será gracias a la confesión, permanecer impasibles ante los abusos y las vergüenzas de sus muchas, demasiadas, ovejas descarriadas y sobadoras.
Se atreve Feijóo, tan ignaro como malvado, a asustarnos con la catástrofe de los Balcanes, y dice Gamarra, empalmando un discurso con otro, que la entrevista de Sánchez con Bildu es el “mayor ejercicio de indignidad que se ha producido, no solo en España, sino en cualquier democracia europea”. Saltémonos el ridículo de la grotesca hipérbole, vergüenza ajena causa escuchar majadería de similar altura, pero podíamos recordar algún sucedido a la secretaria general del PP. Por ejemplo, podía decirnos si es más o menos indigno el saludo de Sánchez con Bildu que los acuerdos de su vicepresidente del Senado, Javier Maroto, con los abertzales entre 2012 y 2014 cuando era alcalde de Vitoria. O contarnos, también, si es suficientemente indigno que un juez, García Castellón, tan favorable al PP como aquí mismo ha demostrado el director de este diario, haya llevado al banquillo a toda la cúpula del Ministerio del Interior del gobierno de Mariano Rajoy, urdidores de numerosas maniobras de auténtica guerra sucia contra otro de sus delincuentes reconocidos, el ex gerente Luis Bárcenas, aquel gran administrador nombrado a dedazo por el inefable presidente Rajoy. Díganos Gamarra, no sea tímida, cuántos ministros del Interior han sido imputados en Europa –sus palabras– por tan innobles delitos.
Y ahí, en mitad de estas vergüenzas, anda Pedro Sánchez enredado en sacar adelante la investidura. Hoy toca al Ojo el día de no entender nada, falla quizá debida a su mucha edad, pero reconocerán que no es fácil de entender que Junts, Esquerra o similares, prefieran un Gobierno de PP y Vox. ¿Es aquello de cuanto peor, mejor, o es que ya estamos todos locos, menos mi abuela, que está en el manicomio? ¿Les parece poco la amnistía, las ventajas fiscales, el amplísimo y justo reconocimiento de su lengua? Recordemos, por ejemplo, a James Dean y Corey Allen en aquellas arriesgadas carreras en el acantilado de Rebelde sin causa, la película de Nicholas Ray. El coche de Buzz (Allen) finalmente explota tras caer por el precipicio. Y es que no se juega con las cosas de comer. Insiste Sánchez en que habrá gobierno de progreso, pero no por mucho repetirlo un eslogan se convierte en realidad. Todos sabemos que el plazo para evitar nuevas elecciones acaba el 27 de noviembre. Así de crudo está el panorama.
Digamos al final, para que no se nos olvide, que Israel tendrá derecho a contestar a la brutalidad deleznable de Hamás. Pero nada les ampara para el exterminio generalizado del pueblo palestino ni para saltarse las normas básicas de los derechos humanos. ¿Equidistancias, contextualizaciones? Como Sémper, tan caballeroso y portavoz de un partido ilustrado, ya ha abierto la puerta, digamos con él lo propio, que ya nadie podrá tildarnos de soeces: se pueden ir a la mierda, todos y cada uno de quienes apoyan las matanzas de seres humanos, sean de Hamás, sean de Netanyahu. Y sí, Palestina lleva décadas sufriendo la voracidad y el acoso de Israel, incumplidor insolente de todos los acuerdos internacionales, incluida Naciones Unidas.
No sé si el Ojo, una vez más, se ha explicado con claridad.
Adenda. Quizá algún día, allá en un futuro más cuerdo, no desfilen por las calles, como si fuera una fiesta de mucho jolgorio, aviones, tanques, cañones y ametralladoras similares a las que están matando a hombres, mujeres, niños y ancianos en Ucrania, Rusia, Israel o Palestina, entre los vítores y aplausos encendidos de una multitud que agita enfervorizada una banderita de colorines; tampoco habrá una heroína que se tire en paracaídas con una gigantesca enseña patria, mientras la cabra y los novios de la muerte siguen su paso firme en tan divertido circo; ni veremos un ridículo besamanos en palacio de ensueño con un rey alto, una reina glamurosa y una princesa disfrazada de cadete militar, gorra incluida. No tendrán entonces lugar ni fecha esos ejemplares humanos de ambos sexos rabiosos y furibundos para gritar, histéricos, sus consignas de podredumbre.
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