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Sobre este blog

Un espacio en el que está implicada toda la redacción de eldiario.es para rastrear y denunciar los machismos cotidianos y tantas veces normalizados, coordinado por Ana Requena. Puedes escribirnos a micromachismos@eldiario.es para contarnos tus experiencias de machismo cotidiano.

“Cómo me voy a centrar con lo buena que estás” y otras situaciones que he vivido como profesora de autoescuela

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Como profesora de autoescuela he vivido de todo. Es curioso ver cómo tenía que lidiar con situaciones que a mis compañeros nunca se les plantearon. Una de ellas fue el acoso constante por parte de un alumno, que no contento con sabotearme todas las clases con sus tonterías, además me mandaba mensajes muy inadecuados al móvil de la empresa. Tuve que hablar con mi jefe para aclarar que la situación era ajena a mí, que yo “no daba pie” a nada.

Pero entonces recibí una segunda bofetada: mi jefe se rió, le quitó importancia y me sugirió que tratase de ser educada al menos durante el tiempo que el susodicho continuase siendo cliente de la autoescuela. Por lo tanto, no fue hasta bastantes meses después que pude encararme realmente con aquella persona para decirle que si no me dejaba en paz acabaría denunciándolo por acoso. Han pasado diez años y todavía me hace sentir realmente pequeña esta situación.

Otra de las cosas que mis compañeros tampoco tenían que enfrentar era demostrar diariamente que estaban capacitados. Damos cursos para camioneros y a mí me corresponde la parte más larga, la que lleva más horas de trabajo, que es toda la relativa a seguridad vial y normativa de tráfico. Me encanta, me apasiona. Pero siempre había alguien que, de algún modo más o menos directo, me decía: “A ver qué nos vas a enseñar tú a nosotros, que llevamos media vida en la carretera”.

Al comienzo, saber que tenía que dar un curso de estos me suponía dos o tres días sin dormir y sin comer apenas, por la ansiedad que me provocaba el tener que darme a valer, obtener el lugar que, por derecho, me correspondía. Ahora sé a ciencia cierta que tengo mucho que enseñar y logro callar las bocas incluso a veces antes de que se abran.

Luego hay situaciones que vas tratando de encajar, como que hagan comentarios acerca de tu cuerpo y tu apariencia. Un día le dije a un alumno que estaba despistado: “Pero a ver, hombre, céntrate o no sacarás la teórica jamás”. Su respuesta en medio de la clase fue: “Pero profe, cómo me voy a centrar con lo buena que estás”. Ahí tienes dos opciones, encajarlo como si en un combate de boxeo fuese un toque y tratar de protegerte para el siguiente o comenzar una lucha que no deberías tener que pelear jamás.

Opté por hacer oídos sordos y seguir adelante. Porque si hiciese caso a cada una de las situaciones en que un alumno me ha llamado “amor”, “bombón” o hasta “cachonda” (así, tal cual), si tuviese que explicar todos los días que soy una buena profesional, no podría hacer mi trabajo. Y amo hacer mi trabajo. Con lo que un día sí y otro también dejo de oír algún comentario inapropiado, no cambio mi semblante aunque por dentro pueda temblar de rabia y continúo hacia adelante confiando en que este silencio no se interprete como un sí.

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