Myiopsitta monachus, capturada en los bosques de la sabana semiárida en su país de origen sudamericano, comercializada, transportada y vendida, se restableció como ave silvestre naturalizada en Iberia en 1975, primero en Barcelona y posteriormente en otras localidades, como Madrid, Málaga o Sevilla, en ambientes muy urbanizados, dejando atrás los bosques explotados en los que alguna vez vivió.
Constructora de vivienda, si diriges la vista al cielo, allá en lo alto, podrás visualizar lo que puede parecer un dique de castores en miniatura, bien anclado a las ramas de los cedros, palmeras o eucaliptos (también estos transportados de otras latitudes a Europa). Dado que sus nidos brindan refugio a diferentes especies, como mirlos, gorriones o grajillas, está considerada como una ingeniera de ecosistemas. En unos hábitats totalmente antrópicos, se conocen nueve especies diferentes compartiendo sus nidos.
Consiguió sobrevivir a su explotación, establecerse y convivir con las aves de su entorno y con los otros animales no humanos. Sin embargo, no tuvo la misma acogida con otro animal, el ser humano. Fue juzgada sin pruebas fehacientes y condenada a ser tratada como si de un parásito infecto se tratara. Esta vez no resultaría un producto para su explotación y comercio. Las diferentes administraciones dieron luz verde e invirtieron cantidades ingentes de dinero público para que fuera tiroteada, masacrada, asfixiada, expoliada. Siendo su único delito el modo de comunicarse, algunos vecinos humanos la califican de ruidosa, manifestando su malestar.
Sin embargo, la Delegación de Medio Ambiente, Turismo Interior y Cambio Climático de la Diputación de Málaga ha dado un giro a la situación, aparcando bulos que sólo admiten ciertos sectores de la sociedad, con la publicación “Aves urbanas de la provincia de Málaga”, donde se expresa abiertamente: “La cotorra argentina se ha establecido con gran éxito en nuestro territorio. Se detectó por primera vez en Málaga en los años ochenta y en el último censo realizado a escala provincial su población ascendía a aproximadamente 2.500 ejemplares. Pese a que así se afirma repetidamente, aún no existen evidencias científicas de que compitan con otras especies de aves silvestres en las ciudades”.
La coexistencia con esta especie es posible. Reflexionar sobre las relaciones interespecie y entenderlas es necesario, a pesar de que en ese entendimiento es evidente que somos limitados. Ampliar nuestro espacio de convivencia es un reto que debemos afrontar y que además puede llegar a ser un desafío hermoso.
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