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Mujeres en plural

Nayra Marrero

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Mi feminismo es inclusivo y pasa por la premisa de que si alguna queda descolgada de nuestras reivindicaciones son estas las que tienen que revisarse, no la compañera. Mi feminismo reconoce la opresión como enemiga, cualquier opresión, poniendo sobre la mesa la situación económica, social, administrativa, la edad, la procedencia, los deseos, las orientaciones sexuales diversas y las diversas corporalidades que como mujeres tenemos.

Mujeres, en plural, así nos nombramos el Día Internacional de las Mujeres, y en esa pluralidad yo reconozco mis privilegios y trato de callarme cuando me toca, de escuchar la voz de quienes tienen tanto que enseñarnos de sus opresiones como mujeres migrantes, como mujeres racializadas, como mujeres discapacitadas, como mujeres trans. Porque además de mujeres somos muchas otras cosas que nos sitúan en una zona de privilegio o en los márgenes, que nos dan reconocimiento o una capa más de exclusión.

Y cuando compartes espacio con las compañeras trans, cuando caminas a su lado y de su mano, no puedes decirles: “Esperen, sus problemas son menores, las violencias que sufren duelen menos, sus realidades no valen tanto como la mía”. Soy una mujer con vagina pero no es este hecho el que me hace mujer, aunque sí fue lo que hizo que me inscribieran como tal en el Registro Civil. Tengo capacidad de gestar pero no por ser mujer sino por tener útero y conservarlo, porque mis circunstancias me han permitido quedarme embarazada con 37 años sin que eso me haga más mujer, ni menos. Y defiendo y defenderé el derecho a ser madre en igualdad como el derecho a no serlo de quien no quiera, como el derecho a gestar de quienes tienen capacidad para hacerlo y no son mujeres. Sí, podemos hablar de personas gestantes e incorporar así a hombres trans que pueden embarazarse sin que eso me ofenda o me esconda, porque si conservan su capacidad para gestar tienen derecho a hacerlo. Y el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo que es mío también les asiste a ellos sin que eso me reste ninguna legitimidad, porque para eso hemos luchado muchas, pero no solo para nosotras.

¿Han caminado alguna vez por la calle con una mujer trans que por sus años de testosterona sea más alta que la mayoría de las mujeres, tenga restos de barba, el mentón más cuadrado, la espalda más formada? Pues les aseguro que la violencia sexual y callejera a la que están expuestas es tan alta que no imagino una ley que abordara este tema que las dejara fuera. Tener pene, o no tenerlo, no las protege de no ser hombres y quizá como mujeres que rompen estereotipos son atacadas de forma aún más virulenta por el machismo.

Hay quien teme que hablemos de la autodeterminación del género porque no entienden lo que es ser mujer y que tu documentación te reconozca como hombre, no saben lo que es crecer así hasta la mayoría de edad para luego tener que pasar por psiquiatría para certificar tu feminidad, porque eso evalúan, y te cuestionan si eres más de falda o de pantalón, si te ponen las mujeres o los hombres o qué clase de prácticas sexuales te gustan para valorar si eres suficientemente mujer. Yo no lo sé por mí pero reconozco la indignidad que supone y exijo un cambio legislativo que proteja los derechos de las personas trans. Y no me da miedo porque hablar de hombres que se autodeterminarán mujeres tras una agresión es tan absurdo como hablar de mujeres que dirán que no consintieron como venganza por un mal polvo. Porque las garantías judiciales están para ir contra cualquiera que quiera pervertir una ley para sacarle provecho. Porque quien cree que pasas por una denuncia por violación por gusto es tan ignorante de la dureza del proceso como quien cree que no se desmonta un “soy mujer” con rascar un poquito en el discurso y en los hechos. Y no, un caso de no sé cuándo en no sé dónde no es argumento para no legislar en España a favor de los derechos de una de las poblaciones más vulneradas históricamente.

El camino de la igualdad es largo, es tortuoso, pero el conflicto que han abierto algunas está siendo más doloroso de lo que cabría esperar. Por fortuna, o por el trabajo de muchas compañeras, el feminismo que comparto con activistas de diferentes colectivos se reconoce diverso y habla de mujeres en plural, y además cumple con la regla del cuidado, de cuidarnos, unas a otras, y luchar juntas por lo que nos une. Y nos une la igualdad de todas, sin dejar a ninguna atrás.

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