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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

‘El Damo’: un personaje de leyenda que venció a la envidia de la nobleza palmera

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Matías Rodríguez Felipe, El Damo, nació en la ‘Plazuela’ del muelle de la ciudad de Santa Cruz de La Palma el 22 de agosto de 1665. Tanto en su vida escolar como en la adolescencia sus amigos lo llamaban El Damo, como equivalente de dama. “Así llamado para expresar la hermosura de su rostro y gentileza de su persona. A ese admirable conjunto de cualidades físicas, unas veces galanteador y otra galanteado, debió al joven Damo su futura opulencia, y quizás también su celebridad”, cuenta Juan B. Lorenzo en la biografía que le dedicó.

Enviado por sus padres a la isla de Tenerife, su padrino el capitán Martín de Barandica le proporcionó una esmerada educación, iniciándolo en la carrera de las armas.

En 1689 decide viajar a América, fijando su residencia en La Habana, Cuba, donde contrajo matrimonio con una acaudalada joven llamada doña Manuela de Miranda, dedicándose desde entonces al comercio marítimo, sobre todo con las Islas Canarias, logrando de esta forma una saneada posición económica.

En uno de estos viajes se entera de que estaba vacante el puesto de sargento mayor de las milicias de La Palma, solicitando la plaza que le es concedida.

El nombramiento causó en La Palma asombro e indignación ya que este oficio siempre había estado reservado a la nobleza de la Isla y el cargo era apetecido por muchos palmeros del más alto estamento social, considerando inadmisible que un plebeyo lo ostentara.

El nombramiento fue revocado debido al presunto escándalo, pero, al enterarse de que el Damo pensaba ir a Madrid a reclamar al Rey el puesto, algunos siniestros personajes decidieron darle muerte.

En la noche del 26 de diciembre de 1702, estando en su casa de la calle O`Daly de Santa Cruz de La Palma, un amigo traidor le hace salir con engaños y sufre una emboscada. Solo y atacado por un buen número de esbozados, es herido de gravedad y abandonado creyéndole muerto.

No obstante, y sin reponerse de sus considerables heridas, logra embarcarse en su navío y volver a América. De vuelta a España, aparece en Madrid en 1705 donde adquiere títulos y honores con el objeto de “confundir a sus encarnizados enemigos”.

Es nombrado alguacil mayor del Santo Oficio en el pueblo de Puntallana, isla de La Palma, maestre de campo de la Milicia, presidente, gobernador y capitán general de Panamá, entre otros importantes cargos.

Con todos estos honores, títulos y considerables riquezas, se presentó en La Palma y aquellos paisanos que se escandalizaron y no lo quisieron como sargento mayor por ser plebeyo, tuvieron que inclinar la cabeza ante el noble presidente de Panamá.

De vuelta a América, Matías Rodríguez Felipe falleció en el año 1717 en La Habana, Cuba, apenas con 52 años, a consecuencia de las graves heridas infringidas en La Palma y que nunca llegaron a cicatrizar.

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