Un día cualquiera
Martes 19 de agosto. Sentada frente al mar contemplo la tristeza del mundo y de sus gentes. Estoy sentada frente al horizonte; frente al mar inmenso, frente a frente con esa rara forma de comportarse aquellos que amo. Hoy los niños corren y gritan sin parar entre las piedras y hace sólo dos días estaba yo en el cementerio de El Tablado enterrando a una amiga de ochenta años. En aquel momento parecía todo natural: natural el cementerio de un pueblo en lo alto de una montaña; un pequeño cementerio rodeado de árboles centenarios acostumbrados al silencio y a la muerte. Lápidas blancas con inscripciones ajenas a quien ya no puede leerlas; cruces de madera envejecidas por el uso del aire y las tormentas; pequeños túmulos de arena negra y extraños surcos que la mano del hombre ha rotulado para separar lo que ya nadie podrá volver a unir. Sólo un gato en aquella ceremonia de despedida. Los demás estaban allí desde siempre menos aquel grupo de familiares y amigos de Angela Cira Fernández García. Una misa apresurada y ella, allí, muerta, después de tantos años de vida, rodeada de quienes la querían. Era una celebración para ella y los que aún la acompañaban. Fue una ceremonia para ella, hermosa y tranquila como lo era ella. Luego volvimos a casa. El mar seguía allí. Las nubes muy bajas, tan bajas que casi no podía percibirse la línea del horizonte. Los niños seguían jugando y el mundo parecía inmutable. Eso fue el domingo. Luego vino el lunes 18 de agosto. El lunes amaneció con una noticia: la muerte de Alberto De Paz Felipe. Treinta y tres años y su decisión de arrojarse al vacío; su incuestionable decisión de quitarse la vida y dejarnos desolados. No sabemos por qué decide un muchacho a esa edad no querer seguir viviendo. Los hechos no sirven de consuelo ni de respuesta. Se levantó de madrugada, se puso sus zapatillas, cogió el coche y condujo en dirección al mar y a los acantilados que se levantan frente a él. Probablemente supo la verdad pocos segundos antes de lanzarse al vacío. No lo sabremos nunca ni importa eso ahora. Son secretos del mar y de Alberto. No es culpa nuestra. Probablemente no supimos atender su dolor, no supimos por qué no había terminado de compartirlo con quienes lo querían.
Me senté en el viejo banco de tea y volví a mirar el agua. Y entonces, volvió a sonar el teléfono. Mi amigo Jesús, entre sollozos me intentaba contar que su hija, Gabriela, Gabriela Alejandra Munárriz Merodio, de 37 años, había aparecido muerta en la cama, sus piernitas colgando sobre el suelo fuera del colchón, como si hubiera querido levantarse y no hubiera podido; como si hubiese querido avisarnos; como si hubiese querido, una vez más, reclamarnos su atención. Gabriela como un pájaro sin alas una vez más. Gabriela como un ángel, desmoronada y fría sobre el colchón después de haber soñado con una vida amplia y luminosa, sin heridas ni zozobras. Lo sé porque yo estaba allí, sentada, lunes dieciocho de agosto, mirando el horizonte y a lo lejos vi un barco. Alguien dijo detrás de mí “es un barco de guerra” y yo supe de la muerte. Cuánta inocencia borrada de la faz de la tierra, cuantas lágrimas derramadas por tantos inocentes.
Hoy es un día cualquiera y me he sentado a escribir para intentar ordenar lo que queda de vida a mi alrededor. Tres nombres Ángelcira, Alberto y Gabriela. Y uno se pregunta cómo puede uno levantarse con este peso, cómo puede uno seguir de pie, cómo pueden sus hijos, sus padres y sus amigos seguir de pie. El barco de guerra ha desaparecido de mi vista y el mar sigue ahí desde este lugar que no sé aún si existe o no existe. Miro a lo lejos y sé qué está ocurriendo, que el mundo camina por sí solo y nosotros entendemos muy pocas cosas por no decir ninguna y menos la muerte, o por qué se va uno así, de repente, sin más explicaciones, a no ser por la seriedad de una enfermedad o de un agotamiento del cuerpo que los años han llenado de dolores y cansancios.
Hoy me pregunto por qué. Y si esto que escribo es un diario, una esquela o un remordimiento por no haberlo sabido a tiempo.
Elsa López
19 de agosto 2025
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