La Caldera, ciencia y leyenda de Idafe

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La Caldera de Taburiente guarda bellas leyendas de ritos prehispánicos y relatos de viajeros que vieron en su naturaleza símbolos recogidos en la antigüedad clásica o dieron dispares criterios de su formación geológica.    

El centro-norte de La Palma está ocupado por el Parque Nacional de la Caldera de Taburiente, perteneciente al municipio de El Paso. Su nombre toponímico, “caldera”, ha sido utilizado por el mundo científico internacional para denominar formaciones geológicas semejantes.

El geólogo alemán Leopoldo von Buch (1774-1853) visita La Caldera en 1815. De ese viaje científico a la isla, hace 205 años, estableció el término toponímico “caldera” para formaciones geológicas semejantes en el mundo (1825). Desarrolló la teoría de cráteres de elevación. Así se bautizó un accidente geográfico para la ciencia.

Fue tan importante su repercusión y divulgación científica que llegó el momento que, al topónimo original, La Caldera (La Palma) se tuvo que agregar el “de Taburiente” (voz aborigen) para diferenciarla de otras “calderas” del planeta.

Hay que tener en cuenta que el bando prehispánico y topónimo de Aceró fue rebautizado en el siglo XV-XVI por el topónimo castellano Caldera, desde 1954 Parque Nacional, en el término municipal de El Paso en la isla canaria de La Palma. Fue el segundo parque nacional de Canarias y el cuarto de España.

Por medio de este escrito propongo que una calle en la isla de La Palma, especialmente en la ciudad de El Paso, sea dedicada y lleve el nombre del geólogo alemán Leopoldo von Buch, justificación la tiene de sobra.

Tiene forma de un inmenso cráter de casi 10 kilómetros de diámetro y 20 kilómetros de circunferencia, una superficie de 4.690 hectáreas y una altura máxima, en el Roque de los Muchachos (Garafía), de 2.426 metros. Fue declarado parque nacional el 6 de agosto de 1954.

Se tenía a la Caldera por el cráter de un gran volcán. Dichos populares afirman que El Teide había nacido de La Caldera, saltando por los aires en una gran erupción, como si del corcho de una botella de espumoso se tratara. Las coplas de una isa popular también lo dicen: “Caldera de Taburiente/ crisol del Teide gigante/ fuiste cuna de valientes/ mecida por el Atlante”.

Un inmenso círculo montañoso dibujan las paredes de La Caldera, que en el fondo encierra pinares, y las nubes a veces dividen en dos el paisaje. Su curiosidad geológica atrajo a científicos y viajeros natura­listas, que dieron las más dispares interpretaciones acerca de su origen. En el siglo XIX, el francés René Verneau dijo de la Caldera: “el de La Palma es un gigantesco cráter de levanta­miento. Una erupción, de la que hay que hacer un esfuerzo para imaginar su potencia, hizo surgir desde abajo el núcleo central y lo elevó a la prodigiosa altura de 2.350 metros”.

Otro viajero y científico de la época, Adolphe Coquet, señala: “Cabras, pastores medio salvajes y palomas torcaces que pasan volando por el aire son los únicos habitantes de este paraje extraño producido por una gran conmoción volcánica, maravilla olvidada de este rincón perdido de la Tierra, último resto de la Atlántida engullida”.

Los palmeros aún seguimos pensando en ese gran cataclismo volcánico con respeto y asombro, y se oye afirmar con frecuencia que La Caldera es “el cráter más grande del mundo”.

Después de diferentes explicaciones geológicas hoy se tiene la teoría que en sus orígenes fue una acumulación de conos volcánicos, con cúpula máxima estable­cida entre 3.000 y 4.000 metros de altura, separados por barrancos por donde el agua de lluvia penetró erosionando las tierras de la era Terciaria. El arrastre de materiales por el barranco de las Angustias dio lugar a paredes casi verticales de más de más de 2.000 metros.

La salida de este paraje natural, declarado con toda justicia Parque Nacional, se realiza normalmente bajando el Reventón, a los pies del Roque Idafe; continuando por el sendero se encuentra la llamada Cascada de Colores. A mitad del camino, las Dos Aguas, donde confluyen dos barrancos, Taburiente y Almendro Amargo, este último con aguas ferrugino­sas de color amarillo ocre, de las que dice el ingeniero de Felipe II, el cremones Leonardo Torriani en su trabajo Descripción de las Islas Canarias que son las que menciona Petrarca cuando dice: 

        Más allá de todos nuestros mares,

        en las célebres islas de la Fortuna,

            hay dos fuentes; quien bebe de una,

        se muere de risa; quien de la otra, se salva.

La erosión de La Caldera no ha podido con todas sus tierras. No todos sus materiales geológicos resisten por igual; prueba de ellos son los roques Huso, Brevera Macha e Idafe.

El esbelto roque Idafe preside el corazón de este maravillo­so espacio natural, del que se cuenta que fue para los aborígenes palmeros un monolito sagrado, al que ofrecían asaduras de animales sacrifica­dos. Sobre este rito decía Juan Abreu y Galindo: “Dos personas, penetra­das de temor reverente, se acercaban al pie del risco, y cantando la que llevaba la asadura estas palabras: Iguida Iguan Idafe -¿dice que caerá Idafe?- respondía la otra: Guerye Iguan Tenó -Dale lo que traes y no caerá-(...). Tenían más parte de miedo que de religión, porque los bárbaros recelaban que si caía traería también la ruina de toda la comarca”.

La silueta del roque Idafe, continúa erguido resistiéndose a caer porque sabe el temor que tienen los palmeros, conocedores de malos presagios de ruina y hambrunas. La leyenda sigue extendiendo miedo y los palmeros siguen temiendo el derrumbe de Idafe. Ese fatal día será de ruina y desgracia para La Palma.

La tradición benahorita lleva más de quinien­tos años fuertemente arraigada. Los más viejos del lugar siguen dirigien­do sus miradas, vigilantes, hacía el monolito Idafe por los malos presagios que significaría su caída.

María Victoria Hernández.Cronista Oficial de la ciudad de Los Llanos de Aridane (2002), miembro de la Academia Canaria de la Lengua (2009) y de la Real Academia Canaria de Bellas Artes San Miguel Arcángel (2009)

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