Enfermedad mental y aislamiento: así trabaja el equipo que cuida a un colectivo con doble vulnerabilidad

Parte del equipo de Tratamiento Asertivo Comunitario de Gran Canaria, con sede en el antiguo Hospital Militar de Las Palmas. (ALEJANDRO RAMOS)

Iván Suárez

Las Palmas de Gran Canaria —

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Respeto y escucha activa. Son los dos principios que guían a Jesús Rosales a la hora de vincularse con los pacientes con los que trabaja desde hace una década. Este auxiliar de enfermería es uno de los catorce miembros del Equipo de Tratamiento Asertivo Comunitario (ETAC) de Gran Canaria, la unidad que cuida de un colectivo con doble vulnerabilidad, el de personas que padecen enfermedades mentales graves (esquizofrenia, trastorno bipolar…) y que, además, carecen de una red sólida de apoyos sociales o familiares. Algunas viven solas o en la calle; otras, en hogares desestructurados.

La psiquiatra Luz Marina Guerra, coordinadora del equipo, explica que en la actualidad son 93 los pacientes a los que atiende esta unidad del Servicio Canario de Salud (SCS), que inició su actividad en 2005 y que está ubicada en el antiguo Hospital Militar de la capital grancanaria. “Intervenimos en el medio natural del paciente, nos desplazamos. Entre el 80 y el 90% de nuestro trabajo lo realizamos en la calle, fuera de nuestra sede”. La actuación del ETAC tiene una vertiente sanitaria, clínica, centrada en el seguimiento de las personas con trastornos mentales, el suministro de los fármacos que requieren para tratar sus patologías, el acompañamiento terapéutico y a citas médicas o el control de otras enfermedades, y otra social, que se vincula a la búsqueda de los recursos para garantizar sus necesidades básicas (alimentos, vivienda, higiene…) en distintas administraciones.

“Es una población, a priori, muy complicada, muy aislada, con pocos apoyos. La baza fuerte del equipo es establecer esos vínculos. Cuando te preocupas por ellos, te expresan cuáles son sus necesidades. En algunos casos, la comida o un techo. En otros, la compañía. Se generan vínculos muy fuertes, es una parte fundamental de nuestro trabajo”, relata Guerra. “A veces damos por hecho que la prioridad de un paciente sin hogar es tener dónde alojarse y no es así. A lo mejor es comer caliente tres veces al día en vez de una o que te pongas a hablar con él o que le preguntes cómo está”, añade Rosales.

La unidad es multidisciplinar. Está formada por cuatro psiquiatras, seis enfermeros, dos auxiliares de enfermería y dos trabajadoras sociales. El 65% de los pacientes a los que asiste se concentra en la capital, aunque sus profesionales también acuden a la zona sur, hasta el municipio de San Bartolomé de Tirajana; al norte, hasta Agaete, o a las localidades de San Mateo y Santa Brígida, en la zona de medianías. Además de esta labor itinerante, una de las principales características del trabajo del equipo es su carácter intensivo. “Normalmente, vemos a los pacientes al menos una vez a la semana, mientras que en las unidades de salud mental se les da cita cada dos o tres meses”, señala su coordinadora, que matiza que en estas últimas semanas, debido a la declaración del estado de alarma por la pandemia del coronavirus y al traslado de las personas sin hogar a los centros habilitados por las corporaciones locales, el trabajo se ha tenido que reenfocar y potenciar el seguimiento telefónico. La asistencia presencial, en cualquier caso, no ha cesado, aunque se han “extremado las precauciones” en materia de seguridad, ya que son los propios profesionales el foco de riesgo de contagio para aquellos que viven solos.

Los pacientes son derivados a este equipo fundamentalmente por dos vías. Por un lado, a través de las redes de salud mental. Se trata de personas que acaban en las unidades de agudos o en las plantas de hospitalización psiquiátrica después de llegar a los centros sanitarios por alguna urgencia. Además, en el caso de Las Palmas de Gran Canaria, municipio donde se concentra la mayor parte de la población sin hogar de la isla, la unidad recibe avisos de los servicios sociales del Ayuntamiento.

El Equipo de Tratamiento Asertivo Comunitario de Gran Canaria elabora un plan individualizado de trabajo para cada paciente. “Las necesidades varían de uno a otro, se evalúa cada caso. Habrá personas que requieran un tratamiento y un seguimiento más estrecho, más intensivo. En la calle, la evolución es peor”. Aparte del control de los tratamientos farmacológicos, una de las patas fundamentales para garantizar el equilibrio de las personas que sufren trastornos mentales graves y que están aisladas, en la mayoría de los casos en situación de exclusión social o en riesgo, es el acceso a los recursos que ofrecen las comunidades donde viven, desde los comedores sociales o los centros de acogida para personas sin hogar hasta la tramitación de ayudas económicas. La unidad trabaja también en otros ámbitos, como la higiene o la administración del dinero. “Algunos viven en la calle, pero otros están en habitaciones alquiladas o en hogares que no reúnen las condiciones adecuadas y por los que pagan entre 300 y 500 euros”, explica el auxiliar de enfermería.

Antes del confinamiento impuesto para evitar la propagación del coronavirus, el equipo organizaba actividades de ocio para sus pacientes. “Salíamos a tomar algo, a que establecieran relaciones con otras personas. Una vez a la semana hacíamos salidas grupales, a museos, talleres… Tratamos de fomentar estos vínculos para buscar una estabilidad emocional”, cuenta la psiquiatra, que señala que el perfil más complicado es el de aquellas personas que consumen tóxicos. “Son los que tienen más problemas. No tienen dinero, están en la calle y tienen una adicción”, apunta Rosales. “Se consiguen mejorías, sobre todo a través de las familias. En algunos, con medicación”, agrega Guerra.

El ETAC teje una red de contactos que incluye, en el caso de que los haya, a familiares y vecinos que sirven a los profesionales como fuente de información sobre la evolución de los pacientes y sus necesidades más urgentes.

Derribando prejuicios

Las personas con trastornos mentales padecen además los prejuicios sociales. “Según mi experiencia, y llevo ya más de diez años, no hay ninguna diferencia en la forma de abordar a estos pacientes con respecto a cualquier otro que no conozcas. La manera de conectar con ellos es exactamente la misma, hay que tratarlo con respeto, escuchando cuáles son sus necesidades”, incide Jesús Rosales, que lamenta los “estigmas” que suelen acompañar a la enfermedad mental. “Las personas con esquizofrenia no son más violentas, la enfermedad lo que hace es que te aísles aún más. Mi trabajo no es más peligroso que el de un taxista. Tampoco están en la calle porque quieren. Estos años me han demostrado que cualquiera puede acabar en la calle, detrás siempre existen causas económicas o sociales que lo explican. Nadie quiere estar en esta situación”, afirma rotundo.

La situación excepcional de confinamiento por la pandemia de la COVID-19 representaba también un desafío para este perfil de pacientes. “Pensábamos que iban a ponerse mucho más nerviosos, hay muchos que viven solos, pero no se han producido apenas incidencias. En general, respetan las medidas y todos desean que pase esta situación. Algunos están resignados, otros asustados. Nosotros los llamamos mucho, los vamos a ver de vez en cuando, mantenemos contacto con los vecinos… Siempre buscamos el equilibrio, concluye Guerra.

Un modelo importado de Estados Unidos

El tratamiento asertivo comunitario para las personas con enfermedad mental nació en Estados Unidos. Un artículo publicado por los psiquiatras Leonard Stein y Mary Anne Test en 1980 se considera el punto de partida de un modelo de seguimiento que llegó a España en 1999 y que focaliza la asistencia a este tipo de pacientes y el campo de actuación en su entorno social más próximo.

Con las competencias en materia sanitaria transferidas a las comunidades autónomas, la difusión de este modelo ha sido desigual en España. Según explica la coordinadora del ETAC de Gran Canaria, en regiones como Murcia, por ejemplo, hay tres unidades, mientras que en Castilla y León no hay ninguna. En Canarias, además de la que se ubica en el antiguo Hospital Militar, hay otro en la isla de Tenerife y se han desarrollado también algunos proyectos en Lanzarote y Fuerteventura.

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