Sobre este blog

Espacio de opinión de Tenerife Ahora

El viejo Capitán

Román Delgado

0

Pasa a veces que las cosas no tienen explicación, o quizá mejor, que uno no es capaz de encontrarla. También pasa a menudo que te critican por la creencia estúpida de que se creían poseedores de todas tus razones y por que confiaban en que tú eres de los que igual te vendes por una chuleta de vaca de desvieje. Pero no siempre es así, señores.

En mi casa de antes, mi abuelo, el viejo Capitán, era así de bruto, así de sencillo, así de primario. Lo suyo era la honradez, siempre, y esto es hoy a lo que yo más aspiro, con chuleta de vaca de desvieje o con chuletón de buey por delante. Hay formas y formas, y hay maneras de dar la mano: tensa como un garrote, apretando, que es la que más me gusta, aunque luego la mente no esté en sintonía, o dejándola bien fofa, como el que tiene cagalera. Esta última opción me produce náuseas.

Si yo ante eso actuara como lo hacía mi hoy desaparecido abuelo, el viejo Capitán, y además en ese momento estuviera con un par de cervezas de más, como a veces a él le ocurría, seguro que al de la mano fofa, tonta, estúpida, le tiraba la gorra, perdón, la boina, que mi abuelo, el viejo Capitán, siempre calzaba boina en su cabeza, pese a que tenía una buena mata de pelo blanco, así hasta su dolorosa muerte. Pobre. ¡Cuánto lo quería!

A veces mi abuelo, cuando él creía que con el golpe suave y poco violento de la boina de todos los días, la más sucia y harapienta, no bastaba, tiraba de bastón sin cortarse un pelo, que mi abuelo, el viejo Capitán, también calzaba bastón para tener tres patas en vez de dos, o para tener dos y media, que el bastón pretendía ser la tercera pero solo era un amago engreído de ella, por eso de que había una de las dos naturales que no andaba bien, nunca mejor dicho.

Mi abuelo era una persona honrada, valiente, creo que feliz, pero pobre, muy pobre, aunque es verdad que poseía la gran riqueza de que no se arrugaba por nada. Comía de todo, carnes duras y blandas, y siempre fue atrevido, hasta la misma muerte, con sus razones por delante: las de un analfabeto funcional que vio rápido que la honradez basta para ser alguien, pese a que el plato de comida habitual sea arroz, papas y huevos.

A mi abuelo le sobraban teides, y ya se sabe, amigo Tito, que lo único que se hereda no son las tierras. ¿Verdad?, amigo Tito.

*Texto publicado en el libro de relatos y cuentos PolicromíaPolicromía

Sobre este blog

Espacio de opinión de Tenerife Ahora

Etiquetas
stats