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Emprendimiento social en equipo en Cantabria. Con liderazgo femenino y principalmente rural. La nueva manera de hacer economía. Por Sandra Castañeda Elena.

Granja Santa Ana: una tercera generación en modo slow

Jorge Mariscal y Sara Marín en su finca.

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Para Sara y Jorge, tercera generación en la gestión de esta granja de vacas de leche situada en pleno Parque Natural de las Marismas de Santoña, crecer es sinónimo de trabajar menos. Sin embargo, nada más conocerlos, una se da cuenta de que esa afirmación no es del todo completa. “El invento moderno de tener solo una actividad es para nosotros insostenible, no tiene sentido”, afirma Sara Martín, socia junto a su marido, Jorge Mariscal, de Granja Santa Ana. Para ellos lo sensato es diversificar, aprovechar todo lo que ofrece el espacio, no solo la leche de la cuidada ganadería de frisonas con manejo semi extensivo, sino también los limones y naranjas que se dan en abundancia en la finca de más de 40 hectáreas propiedad de su familia desde los años 50.

Pero lo que más emociona a esta pareja de granjeros activistas es hacer partícipes a los y las consumidoras, uno de los principios fundamentales del Movimiento Slow Food, que promueven desde sus años en la escuela de ingeniería agrícola donde se conocieron. “Lo que pretende Slow Food es que quien consume sea también coproductor o coproductora gracias a la consciencia y el conocimiento que adquiere acerca de lo que come. Es la única manera de cambiar los hábitos de la cesta de la compra. Así que vamos a enseñar a hacer las cosas bien, con buen gusto y de manera justa”, sentencia Jorge con decisión. Para ello, en su granja ofrecen visitas guiadas y talleres de elaboración de queso, mantequilla o repostería cántabra. Además, hay tres apartamentos junto a su propia vivienda que permiten tener una experiencia mucho más a fondo de lo que supone este tipo de vida en el rural. “Nos tiramos desde mediados de junio a mediados de septiembre sin parar, mañana y tarde”, comenta Sara con una sonrisa en la boca.

Quien visita la Granja Santa Ana no pasa por la experiencia de dar el biberón a las terneras, “porque esto no es un zoo”, explica Sara. “Igual que si vas a visitar una fábrica de tornillos no te ponen a hacerlos. Yo vivo de lo que producen las vacas y, si se estresan, al día siguiente no dan leche”.

Lo que se llevan supera las expectativas que traen, la idea preconcebida con la que vienen, ya que aprenden sobre salud, alimentación y educación

Jorge Mariscal Granja Santa Ana

Ahora sí, aunque haya personas que lleguen a Santa Ana pensando que van a ordeñar una vaca por primera vez y se vayan sin hacerlo, quien vive una experiencia aquí sale mucho más contento de lo que llegó. “Lo que se llevan supera las expectativas que traen, la idea preconcebida con la que vienen, ya que aprenden sobre salud, alimentación y educación”, explica Jorge. “De hecho, hay personas que se sienten en deuda, nos dicen que les hemos dado mucho más de lo que han pagado”. Qué importante es distinguir entre valor y precio.

Volviendo a lo de crecer o no crecer, Sara se acaba de explicar: “Crecer para nosotros es trabajar menos para poder diversificar. Lo podemos comparar con la calefacción en el hogar: dado un nivel de confort, si subes un grado la temperatura no varía la sensación de calor, pero hay un salto significativo en el consumo de energía y en el gasto. Es decir, hay un tamaño de granja en el que estamos todas bien, en el nivel adecuado de confort –las vacas, los trabajadores, y nosotros como empresarios–. Así que cuando nos preguntan si queremos crecer decimos que no. Porque si creciéramos significaría que tendríamos que invertir y construir, y eso desequilibra el ecosistema que hemos creado. Lo ideal sería poder vivir con cuantos menos animales mejor. De hecho, si sube el precio de la leche, nosotros preferimos quitar animales”.

Una pareja de granjeros inusuales que ya no lo son tanto puesto que, además, son instigadores en Cantabria de la red de productoras y productores 'De Granja En Granja'. Se trata de una treintena de profesionales del sector primario que, como la pareja, producen alimentos cuidando del medio que nos sustenta y de las personas, y que van creando una gran comunidad de coproductores a su alrededor. Por eso, en el taller de Granja Santa Ana encontramos vinos de Bodegas Vidular, de Bárcena de Cicero, patatas fritas Vallucas, de la zona de Valderredible, o queso Picón Bejes-Tresviso de Javier Campo. Un trabajo en red que no ha hecho más que empezar.

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