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Del “estar en el Objetivo 1 es de pobres” a perder 30 millones de fondos europeos: las otras renuncias de la derecha cántabra

Los presidentes del Partido Popular, José María Aznar, y Cantabria, Juan Hormaechea, en 1990 durante la firma de un acuerdo.

Javier Fernández Rubio

Santander —

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El rechazo a los 30 millones de euros del Estado para la construcción de un Centro Internacional de Acogida en Camargo no es nada nuevo en el teatro de la política cántabra. Ni es la primera vez que ocurre. Si la negativa más reciente tiene más que ver con un discurso político cargado de xenofobia velada, el rechazo a que Cantabria ingresara en el Objetivo 1 de la Unión Europea en los albores de la década de los 90 no fue más que un gesto arrogante de los dirigentes de una región que se creía rica aunque todas las estadísticas la situaran por debajo de la media del 75% de la riqueza europea.

Si ahora se rechazan 30 millones de euros provenientes de los fondos europeos, que acabarán en otra comunidad española, en Cantabria ya se perdió la oportunidad durante un lustro de percibir inversiones millonarias con el único argumento de que “no somos pobres”, o dicho con otras palabras, mejor renunciar a las ayudas europeas que pasar por la vergüenza de pedirlas.

Ocurrió en las postrimerías de la década de los 80 cuando presidía la Comunidad alguien que declaraba querer haber nacido en “Park Avenue” y ser hijo de banquero, pero que se tuvo que contentar con venir al mundo en un barrio de Santander llamado Vista Alegre. Era Juan Hormaechea y, desde su punto de vista, Cantabria no tenía motivos para ingresar en un programa europeo para equiparar la renta de las regiones más pobres con la media europea: con acudir a los bancos en caso de necesidad bastaba.

El maná europeo puede no acabar cayendo en Cantabria por muchas causas: porque otros lo hacen mejor o tienen más apoyo político del Gobierno central -como ocurrió con la fallida candidatura de Santander como Capital Europea de la Cultura en favor de San Sebastián- o sencillamente porque no hay capacidad de tramitar en tiempo y plazo proyectos, cuya financiación hay que devolver. O también una decisión política, que privilegió a Valencia en vez de a Cantabria para seguir en el Objetivo 1 con el nuevo siglo. Pero nunca como en aquel año de 1989 Cantabria rechazaría decenas de millones por padecer el síndrome del hijosdalgo, que es aquel habitante de La Montaña que lleva la camisa hecha jirones pero el jubón impecable, pura apariencia.

En el debate de la Orientación Política de 1988, el Parlamento de Cantabria -entonces Asamblea Regional- vivió un surrealista enfrentamiento dialéctico entre el presidente Juan Hormaechea (AP) y el entonces sempiterno opositor Miguel Ángel Revilla (PRC), quien ya entonces era el azote de la derecha regional. Revilla, que acabaría formando parte de la comisión de investigación que fraguaría una moción de censura a Hormaechea, le reprochaba a este sus palabras de que Cantabria no acudía a Madrid ni pedía el Objetivo 1 para no dar una imagen de pedigüeño. Hormaechea, más partidario de cubrir la deuda yendo a los bancos, fue cuando le espetó a Revilla aquella famosa frase que parecía un dicterio: estar en el Objetivo 1 “es de pobres”.

“Yo no quiero estar en el Objetivo 1, no quiero estar en el Objetivo 1; sí, señor Revilla, yo no quiero estar en el Objetivo 1, si estar en el Objetivo 1 es ser pobres”, fueron las palabras textuales recogidas en el Diario de Sesiones de la Cámara. En su réplica, Revilla insistía en que había que romper el aislamiento y acudir a otras administraciones, dejando de alimentar la espiral de la deuda bancaria: “Cantabria no puede hacer inversiones solo a base de créditos, hay que romper la autarquía de Cantabria acudiendo a Madrid y a Bruselas, y hay que conseguir que seamos declarados Objetivo 1”, sostuvo el líder del PRC en el hemiciclo.

Erre que erre, Hormaechea insistía en la vía bancaria: “No hay que ir ni a Bruselas ni a Madrid, hay que ir a los bancos, que son los que tienen el dinero”. Y añadía: “Señor Revilla, claro que hay que decir que las cosas no van mal. O sí hay que decir que las cosas van mal para que Madrid...”. Si Madrid quería invertir en Cantabria, era la reflexión del expresidente, es porque políticamente le interesaba, no porque Cantabria le fuera a pedir nada.

“Mire usted, uno de nuestros diputados hablaba una vez del tango, que era chotis: 'Madrid, Madrid, Madrid'; y va a tener razón. ¿Usted cree que yo voy a decir a Madrid: es que todo va mal, ayudadme? Van las cosas como van, y para mí van bien, objetivamente bien. Yo, desde luego, cuando habla usted de pedir en Madrid, que hay que ir a Madrid y que hay que sacar de Madrid; le he de decir que no, que nosotros tenemos unos presupuestos, y que las inversiones que hace Madrid, las hace en virtud de su política de Gobierno”, defendió el entonces presidente cántabro.

Prusia, Park Avenue y Vista Alegre

Y acabó llegando la traca final, con una sorprendente comparación entre Cantabria y Prusia Oriental, tras la caída del Telón de Acero, aderezada con un poco de Historia de la unificación de Alemania en 1870: “Yo estaba oyendo aquí algo como una tragedia, de que no estemos en el Objetivo 1. Yo no quiero estar en el Objetivo 1, no quiero estar en el Objetivo 1; sí, señor Revilla, yo no quiero estar en el Objetivo 1 si estar en el Objetivo 1 es ser pobres. ¿Sabe usted quiénes están en el Objetivo 1, que los han metido a todos de golpe? La Alemania Oriental. Yo no, todos han entrado de golpe, los cinco grandes, Prusia Oriental. Han entrado todos, los prusianos, en el Objetivo 1; que era el reino más rico de la Alemania en 1870, los que formaron o proclamaron el Imperio Alemán en la Galería de los Espejos de Versalles; con el señor Bismark como canciller y el señor Guillermo como emperador”, repasó Hormaechea en su particular interpretación de los hechos.

Hormaechea bajó después a la arena de las recriminaciones personales con Revilla, haciéndole ver que tenía aspiraciones altas, aunque realidades humildes: “Yo no querría estar en el Objetivo 1, evidentemente, si yo le dijera en dónde querría estar usted, dónde querría haber nacido usted... Pues, mire usted, yo en Park Avenue, hijo de un gran banquero, pero nací en Vista Alegre, en Santander”.

Fue así cómo de los tres períodos en que Cantabria pudo estar en el Objetivo 1 -con toda la parafernalia de programas estructurales ahora de sobra conocidos-, se quedó en uno. El tercero, la continuación tras el ingreso, se perdió por una decisión política del Gobierno de José María Aznar, que prefirió que entrara la Comunidad Valenciana en vez de Cantabria, una decisión que dejó pasmados a propios y extraños. El “error” estadístico encubría realmente una labor de “maquillaje” para hacer parecer pobre al que era más rico, justo al revés de lo que pretendía Hormaechea en 1989.

Tres años después de los debates en la Cámara cántabra, durante el Día de Cantabria en la Expo de Sevilla en 1992, Hormaechea dio plantón a la ministra socialista Matilde Fernández, a cuyo Gobierno responsabilizaba de dejar a Cantabria fuera de las ayudas europeas. La realidad de las ayudas europeas, que acabaron transformando el país, se había impuesto para aquellas fechas.

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