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ENTREVISTA | Pilar Fatás, directora del Museo de Altamira

“La pandemia va a conseguir que las visitas a los museos sean de mayor calidad”

Pilar Fatás en la Neocueva de Altamira.

Blanca Sáinz

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A Pilar Fatás, directora del Museo de Altamira desde 2016, se le nota desde el primer instante la pasión por su trabajo. Conoce cada palmo de su lugar de trabajo a la perfección y reconoce que disfruta con lo que hace. Como al resto, la pandemia le pilló por sorpresa, y aunque su labor fue considerada como esencial durante el estado de alarma -lo que le permitió comprobar que la cueva original situada en Santillana del Mar se mantuviese correctamente-, reconoce que esta 'nueva normalidad' le sigue pareciendo extraña.

Subdirectora de la institución durante 16 años, esta zaragozana e historiadora del arte confiesa que le sigue resultando muy satisfactorio ver las caras de los niños cuando entran a la neocueva: “Es una mezcla entre sorpresa y entusiasmo, y es maravilloso”, señala. Recibe a eldiario.es en Altamira para hablar sobre el futuro de la cultura o sobre si esta nueva etapa podrá abrir un tiempo de cambio en las instituciones culturales. También se moja dando su opinión sobre los proyectos mineros en el entorno y admite que no le temblará la mano para parar las prospecciones si estas afectan a la capilla sixtina del arte rupestre.

¿Cuál será el impacto que tendrá la crisis sanitaria que estamos viviendo en Altamira?

La crisis le va a afectar en cuanto al número de visitantes, primero por los meses en los que el museo ha estado cerrado y después porque aunque ya esté reabierto se establecen una serie de medidas de reducción de aforo que implican que no podemos acoger a todos los visitantes que quieran venir. Por esta razón, el Ministerio de Cultura ha impulsado una medida para reactivar las visitas a los museos, y es que la entrada sea gratuita hasta el 31 de julio.

En lo que no afectará es en el resto de funciones que desarrolla un museo, como la investigación, la conservación, la divulgación o la documentación. Y es que aunque el museo estuviese cerrado, todos los técnicos hemos seguido teletrabajando durante el estado de alarma. Normalmente solo nos quedamos con la imagen del museo, pero es importante reseñar que para que esto funcione y se convierta en visitas con coherencia y solidez científica, tiene que haber un trabajo detrás realizado por los técnicos.

¿Cree que a raíz de esta crisis se ha podido percibir que el sector cultural se basa en las aglomeraciones?

Pues no sé si el sector cultural en general, pero los museos sí. En las últimas décadas se ha pedido mucho rendimiento de número de visitantes, y a pesar de que los que gestionamos museos realmente sí que pensamos que hay que priorizar la experiencia del visitante y la calidad de la visita frente a los números, las circunstancias han llevado a que efectivamente nos quedemos siempre con la cantidad de visitantes. En nuestro caso esto viene ocurriendo desde que se inauguró el museo, pero lo curioso es que ni nosotros ni el Ministerio de Cultura buscamos rendimiento económico en los museos, y aún así, fuera del ámbito del museo, cuando llega el final del año parece que lo único que se mira es esto...

Nosotros hemos tenido los aforos que hemos considerado que podíamos atender, pero al final todo lo que mediatiza el mundo de la cultura sí que se ha basado en cifras, y estas pueden influir a los políticos, pero a los gestores no. Yo no me siento nunca presionada por esto, y si suben o bajan es porque suele haber unas circunstancias detrás que internamente conocemos. La parte positiva es que esta pandemia va a conseguir que volvamos a dar visitas de más calidad y mejores experiencias para quienes nos visitan. Ahora se van a visitar los museos con más calma y eso se percibe.

¿Hay alguna planificación sobre cuándo y cómo se reabrirá la cueva original?

Pues ahora mismo no tenemos prisa por retomar las actividades culturales, ni las visitas guiadas a la neocueva o a la cueva original. Queremos aplicar bien todas esas medidas preventivas que se han marcado, y eso implica estudiar detenidamente los espacios donde se desarrollaban estas cuestiones. Y lo primero que está en estudio es el sistema por el que se seleccionaba a los visitantes para ver la cueva original, porque es absolutamente incompatible con las medidas preventivas marcadas... Así que de momento vamos sin prisa, y hemos decidido que lo retomaremos en el momento en el que lleguemos a algo que nos convenza a todos y que veamos factible para mantener la seguridad de los trabajadores y visitantes.

¿La cueva estará agradeciendo estos meses sin visitas?

Absolutamente. Durante casi tres meses solo he entrado yo a hacer un acceso de control a la semana para revisar los aparatos instalados (obtenemos los parámetros a través de monitorización por lo que podemos acceder a ellos en remoto). Después de eso se pudieron retomar las visitas de control de los equipos de investigación de la Universidad de Cantabria, así como las visitas periódicas de grupos de investigadores. Por lo que lo único que no se está haciendo son las visitas públicas, y a cualquier cueva de arte rupestre le viene bien un periodo de reducción del acceso. 

Igual que en el pasado se ha demostrado que los abusos en el acceso a la cueva tuvieron unas consecuencias nefastas a largo plazo que seguimos sufriendo a día de hoy, sin duda sabemos que estos periodos -aunque más breves- seguro que tendrán unos efectos retardados de mejora o freno de los principales riesgos que afectan a la cueva.

Parece complicado mantener el equilibrio entre que la gente siga visitándola y preservarla...

Es muy complejo y atiende a multitud de factores que intervienen. Cuando se fijó el acceso de personas en visita pública fueron absolutamente conservacionistas. Fueron al mínimo para poder permitir el acceso de las personas a la cueva, pero generando un impacto nulo sobre ella, y es que como responsables de su conservación, no podemos hacer que sus accesos empeoren la situación de la misma.

Visualmente el que vio la cueva en los años 70 y la ve ahora sí que puede percibir la mejora de que no se haya podido entrar durante unos años y después se haya hecho con limitaciones. Lo que se ha hecho es intentar recuperar las condiciones ambientales en la que esa obra fue creada y que se haya preservado durante milenios.

Sobre los factores que afectan a su conservación, estos son múltiples y variados. La cueva ha sobrevivido a milenios y milenios, y su conservación fundamentalmente se basa en la estabilidad de las condiciones medioambientales en el interior: humedad, temperatura… El desequilibrio de esas condiciones medioambientales es lo que puede desencadenar efectos físicos y químicos que afecten a las pinturas.

En los años 70 entraban 170.000 personas al año al interior de Altamira, y en aquella época se crearon velos blanquinosos de calcita encima de las figuras. Pues bien, cuando se cerró al público y estuvo años sin que entrase gente, fueron desapareciendo, lo que demuestra que la cueva tiene el poder de recuperarse.

¿Y qué hay de los proyectos mineros en el entorno? ¿Podrían afectar a Altamira?

Efectivamente. Desde que salió el proyecto estamos reuniéndonos con los responsables de Industria y Cultura para manifestar nuestra preocupación. El problema que puede generar la mina son las vibraciones, que afectan a las pinturas y a la propia cueva provocando desprendimientos. Así que hemos instalado junto a la Red Sísmica Nacional un sistema de seguimiento de vibraciones permanente por lo que si cualquiera de los trabajos de la prospección -o de una futura explotación de la mina- queda registrado ahí, nosotros inmediatamente daríamos la voz de alarma para que se parara. Pero mientras no haya ninguna afectación estamos encantados de que se favorezca la reactivación de este sector en Cantabria. Eso sí, siempre que no afecte a la cueva.

¿Sigue habiendo visitantes confusos sobre si pueden visitar la cueva original?

Sí, de hecho algunas veces les invitamos a pasear por el entorno y cuando pasan cerca de la cueva original preguntan si se puede visitar. Pero también hay que decir que cuando se les explica la situación en la que está la cueva, lo aceptan y lo entienden. En eso se ha dado un paso importante porque la ciudadanía ya asume la necesaria preservación del patrimonio cultural.

Nuestro trabajo consiste en que se vayan satisfechos tras la visita al museo y la reproducción de la cueva. Que vean satisfecho ese interés por conocer Altamira, porque, para mí, el conocimiento como tal es incluso mejor en la sala de la neocueva que en la propia cueva. Y el objetivo del museo es ese: el conocimiento. 

Tras tantos años de investigación, ¿siguen quedando misterios por descubrir?

Claro. Por el momento seguimos investigando tanto la parte de la vida cotidiana que tenían -y más vinculada al yacimiento-, como en el arte. Y en esto precisamente es en lo que hemos incrementado la investigación en los últimos años ya que se han desarrollado diferentes tecnologías que han permitido ver mejor lo que apenas es visible, e incluso ver lo que el ojo no ve.

Se está volviendo a estudiar íntegramente todo el arte de la cueva a medida que han ido apareciendo nuevas técnicas de datación, lo que nos ha permitido pasar de solo poder utilizar este método con pinturas negras, a poder hacerlo con el resto de manifestaciones. Eso nos permitió que en 2012 pudiésemos hacer dataciones en unas figuras rojas que hicieron variar bastante el cuadro cronológico que teníamos de la cueva. Me estoy refiriendo a los caballos, que ya sabíamos que era una zona más antigua que los bisontes, pero lo verificamos y obtuvimos unas fechas más antiguas. Aún hay mucho trabajo por hacer.

Como directora, ¿tiene algún plan pendiente para Altamira?

Llevamos años trabajando en una futura renovación integral de toda la exposición, es decir, una mejora de la neocueva pero no como espacio en sí mismo, sino respecto a los textos, la iluminación, e incluso una renovación del resto de las salas que recrean los tiempos de Altamira. Lo inauguramos en 2001 y hay algunos elementos que han quedado obsoletos.

También nos gustaría volcar los datos que hemos ido obteniendo con las investigaciones de todos estos años y hacer una actualización científica de la información. Estamos trabajando en ello, pero las circunstancias económicas del Gobierno de España -dependemos del Ministerio de Cultura- no nos van a acompañar. Pero no hay prisa, lo tenemos planificado y cuando Cultura pueda, lo programará.

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