Avanzo que lo que se van a atrever a leer en las próximas líneas no es ni mucho menos una opinión categórica. Ni siquiera una opinión formada (si es que algún día soy capaz de tener algo de eso). Quiero expresar dudas. Invito a la reflexión sobre los políticos que van y vienen y los periodistas que entran y salen. Planteo si no existe una excesiva rigidez mental a la hora de juzgar a las personas; y más a las públicas o a las que manejan información. Somos excesivamente proclives a clasificar y recalificar.
La idea me la ha dado José Antonio Cagigas. No he hablado con él pero si he confirmado que se ha dado de baja en el PP. Desde luego, no es el primero que devuelve el carné de una organización, que como se sabe tiene una férrea estructura, como todas las políticas. Sobran los ejemplos.
Cagigas, hasta hace bien poco, ha sido presidente del Parlamento y en las últimas décadas ha ocupado distintos cargos por el Partido Popular. Ahora va, se jubila y pide que le borren en Joaquín Costa. Habrá quien piense que abandona el barco. Ahora, cuando ha decido poner punto final a su carrera política. Deja el partido -instrumento- que le ha permitido ocupar destacados puestos en la gestión pública. Se apea de la organización –herramienta– que le ha facilitado el acceso a esos cargos cuando ha tomado la decisión de no continuar en esa primera línea. El carné ya no es útil y lo rompe. Estoy segura que esta opinión a José Antonio se la trae al pairo, a pesar de no haber hablado con él, insisto.
En cambio, hay otras personas que creen que hace muy bien. Cagigas ha cumplido un ciclo de su vida y da paso a otro. Sin más. ¿Por qué no? Si se critica la mano de hierro que los partidos políticos llevan grabado en su ADN, cuando alguien se aparta, ¿también le cascamos?
Tan respetable es que un político decida dejar sus siglas como que un periodista opte por trabajar para un partido, en la propia organización o en una institución. Que se vaya y que vuelva a un medio de comunicación. Ahí está la cuestión: que retorne a una redacción y no se ponga en duda su profesionalidad. La suerte que tiene un periodista que puede volver a una redacción se podría ver empañada porque alguien podría cuestionar su imparcialidad. Dentro y fuera de esa redacción hay quien opina que si esa persona hace dos días trabajaba para unos, ¿cómo va a contar bien lo que dicen los otros?
No todo el mundo comparte esa teoría. Son los que consideran que un profesional lo es siempre, al margen del puesto de trabajo que tenga en cada momento. Y estos añaden: “hay periodistas que nunca han trabajado para un partido y no saben lo que es la imparcialidad”. De hecho, -insisten- existen jueces, por poner un ejemplo más estricto, que hacen una interpretación de las leyes en función de su moralidad.
En el camino nos vamos encontrando casos y personas. Estaría bien no juzgar con mayor severidad de la que nos gustaría para nosotros.
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