Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Ladrones de la ética
La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) ha confirmado que hay inmigrantes muriendo de frío en Europa... Por previsible, no es menos insoportable. Cada mañana me levanto más triste, cada día un poco menos de fe en la humanidad, a ratos, incluso, siento que no puedo más... pero tengo, tenemos que poder, porque la desesperación no lleva a nada bueno, la tristeza desbocada alimenta la impotencia, y, ante todo, esta injusticia e inhumanidad no se pueden tolerar ni por acción ni por omisión.
¿Recordáis a Aylan? Aquel niño muerto en las arenas de una playa puso el foco en un drama que, desde el segundo uno, se ha ido apagando, al que nos hemos ido acostumbrando -unas más, otra menos-, y que, inacción institucional mediante, va perdiendo rotundidad. Y eso es inadmisible, porque la tragedia avanza, y tiene ya proporciones monumentales. No sólo sigue habiendo Aylanes -el tratado UE-Turquía ha derivado la ruta migratoria a Italia, con un recorrido mucho más peligroso que no deja de cobrarse vidas-, y ahora, además, sufren sin tregua en las fronteras de esta vergüenza llamada Europa, a temperaturas bajo cero, mientras sus pies se gangrenan de congelación. Algunos, tal vez muchos, morirán de frío sin que sus padres puedan hacer mucho por remediarlo, esos padres que cruzaron un mar de su mano, nada menos que arriesgando las vidas de sus hijos para salvarlas.
Pronto sabremos del primer muerto de frío (in)refugiado, alguna imagen cruel se viralizará en las redes, y tal vez haya una ráfaga de gestos grandilocuentes de los responsables de su muerte: responsables institucionales de la UE y de sus Estados que, de facto, están siendo asesinos. Alguno hará como que llora, otra dirá que también tiene hijos... y, después, inacción y más inacción. ¡No podemos consentirlo! Y no sólo ya por las personas refugiadas, sino también por nosotras y nosotros: no podemos tolerar que los gobiernos nos nieguen el derecho a ser éticos, a ser humanos, no pueden obligarnos a ser cómplices de esta debacle moral.
Decía Simone Weil que hay, en el fondo del corazón de todo ser humano, algo que, a pesar de toda la experiencia de los crímenes cometidos, sufridos y observados, espera invenciblemente que se le haga el bien y no el mal, y que, ante todo, es eso lo que es sagrado en cualquier ser humano... Sus palabras me recuerdan la imagen sonriente de los amigos y amigas (in)refugiados a los que esta situación me ha conectado personalmente, su sincero agradecimiento cada vez que llega una cesta de comida, que reciben ropa, que se sienten tratados como humanos al atisbar un ápice de humanidad. Y me digo a mí misma que tengo, que tenemos derecho a ser éticos, a responder a su humanidad con la nuestra... y los Gobiernos tienen la obligación de respetar ese derecho fundamental.
Francamente, no me fío, ni me he fiado nunca un pelo de las instituciones, pero soy muy consciente de que en esta cuestión no damos abasto desde la sociedad civil. Hay gente desplazada en Grecia desde hace más de un año, hay quien se marcha en cuanto dispone de tiempo y medios para ello, hay a quien le falta tiempo para donar dinero, ropa, material escolar, quien aloja a refugiados en pisos, quien envía comida y medicinas tras embarcarse en recogidas, incluso quien se juega la libertad para trasladarlos a Europa ilegalmente... Pero no llegamos, no vale con nuestro esfuerzo en la ayuda directa, porque quienes manejan los presupuestos, quienes, con muy diversos resultados, gestionan lo común, son también quienes disponen de los medios -¡que son nuestros!- para dar un solución adecuada de manera que, como mínimo, 17.337 personas que ahora sufren a temperaturas bajo cero lleguen a España -sólo han llegado algo más de 900-: porque es su derecho... y el nuestro.
Exijamos a los partidos que actúen ya: todos. Reclamemos a todo responsable político –de todo nivel, no vale delegar: nosotras no lo hacemos- que den una respuesta que esté a la altura de la sociedad civil, que se muevan, que trabajen en soluciones, que hagan por que se cumplan al menos los pírricos compromisos que la propia UE adquirió. Inundemos sus correos electrónicos -es bien fácil buscar la dirección y colapsarles la bandeja de entrada-, organicemos actos, concentraciones, manifestaciones, actividades en nuestros barrios, colegios, institutos, clubes deportivos, asociaciones culturales... Que sea un clamor. La defensa de los derechos de las personas (in)refugiadas implica a personas de todo tipo de credos e ideologías: somos legión. Y no permitamos que esto se cronifique, porque el 'plan' de los responsables políticos parece ser dejar que los campos de refugiados pasen a formar parte de la geografía del dolor mundial.
La UE y sus Estados al completo, empezando por el Gobierno de España, tienen que cumplir sus compromisos: lo contrario, es negar la supervivencia y la humanidad de las personas (in)refugiadas, pero también robar, a toda una sociedad, el derecho a ser ética. Que el dolor no nos haga olvidar esto.
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