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Pippi Thunberg

Asombra pensar que Greta Thunberg haya inspirado a toda una red internacional de estudiantes que se manifiestan periódicamente en contra del cambio climático con solo dieciséis años. Esta joven adolescente sueca con cara aniñada, expresión seria y dos trenzas largas que le caen sobre el pecho y recuerdan a la entrañable Pippi Långstrump, se ha hecho mundialmente conocida desde que, en agosto de 2018, comenzó a protestar ante el Parlamento sueco para exigirles medidas contra el cambio climático. Primero hizo huelga todos los días durante dos semanas saltándose las clases del colegio y después de las elecciones generales de Suecia del 9 de septiembre, siguió protestando en la plaza frente al Parlamento todos los viernes durante la jornada escolar hasta hoy.

Viniendo de una familia de artistas, —su madre, Malena Ernman, es una conocida soprano y su padre, Svante Thunberg, un actor sueco—, tanto Greta como su hermana pequeña, Beata, seguramente hayan gozado de un ambiente familiar creativo en el que poder desarrollar sus ideas con libertad. Mientras Beata sigue los pasos de su madre, Greta ha tomado las riendas de la salvaguarda del planeta para no dejar que los intereses económicos y la avaricia humana lo sigan pisoteando. Y no es un camino fácil. Recientemente en una charla que dio en TEDx Estocolmo sobre el calentamiento global, Greta explicaba que a los once años cayó en una depresión muy fuerte, dejó de comer y de hablar y perdió más de diez kilos en dos meses. Los médicos le diagnosticaron síndrome de Asperger, trastorno obsesivo compulsivo y mutismo selectivo, “lo que quiere decir que solo hablo cuando creo que es necesario, y ahora es uno de esos momentos”, expresaba con semblante serio.

Fue a los ocho años cuando escuchó por primera vez hablar del cambio climático y el calentamiento global. Le dijeron que debía apagar las luces en casa para ahorrar energía y reciclar para no gastar los recursos naturales. Ella, además, decidió dejar de volar en avión y convenció a toda su familia para convertirse en veganos. Entonces Greta no podía explicarse cómo ante la amenaza de desaparecer como civilización, el tema del cambio climático no estuviera todos los días en las noticias. Hoy, entiende que hay demasiados intereses económicos en juego y muchas personas que todavía no saben cuáles son las consecuencias del calentamiento global. Por ello, hay mucho que ella puede hacer. Greta no cree en la esperanza como herramienta para preservar el planeta, prefiere la acción, “tenemos que actuar ahora”, decía en su charla en TEDx, “después podremos tener esperanza. Yo no quiero que mis hijos y mis nietos me pregunten por qué no actué cuando aún quedaba tiempo”.

Su historia me recuerda a la de Pippi, el personaje creado por Astrid Lindgren, en su determinación e independencia y en que, a pesar de haber vivido momentos difíciles durante su infancia, ninguna se victimiza a sí misma, sino que ambas deciden actuar. Siendo Pippi de carácter extrovertido y risueño, y Greta introvertida y callada, las dos han llegado a la misma conclusión: una persona puede marcar una enorme diferencia con las acciones que haga en su día a día. Las dos son superheroínas, Pippi en la literatura y Greta en la realidad.

Como Greta, el mundo está lleno de superheroínas y superhéroes que, una vez más, nos han dado una lección a los adultos demandando el pasado 15M las mejoras necesarias para la protección del medio ambiente y del clima. Es emocionante ver a niños y adolescentes unidos manifestándose en ciudades de todo el mundo en contra del cambio climático. De Santander a Sídney, de Kioto a Kampala, de Montreal a Madrid. Me conmueve y enorgullece que una generación tan joven sea la que esté tratando de hacernos despertar a los demás para que hagamos algo ante una crisis que nos afecta a todos.

Sin embargo, también me entristece un pensamiento que sobrevuela mi cabeza y es que quizá ya sea demasiado tarde. Varias generaciones han tenido que crecer para que se forme una conciencia ecologista colectiva cuando los científicos llevan anunciado las consecuencias negativas del calentamiento global durante décadas. Me pregunto si, aunque nosotros estemos dispuestos a revertir el problema, a comportarnos como deberíamos haberlo hecho hace tiempo, los ecosistemas y el clima han cruzado el punto de no retorno. Quiero pensar que no; que, si los políticos hacen su trabajo y los ciudadanos el nuestro, todavía podemos confiar en que la Tierra será habitable en un futuro no muy lejano. Como dice Thunberg, “los hechos y las soluciones están sobre la mesa”. Ahora la pelota está en nuestro tejado.

Asombra pensar que Greta Thunberg haya inspirado a toda una red internacional de estudiantes que se manifiestan periódicamente en contra del cambio climático con solo dieciséis años. Esta joven adolescente sueca con cara aniñada, expresión seria y dos trenzas largas que le caen sobre el pecho y recuerdan a la entrañable Pippi Långstrump, se ha hecho mundialmente conocida desde que, en agosto de 2018, comenzó a protestar ante el Parlamento sueco para exigirles medidas contra el cambio climático. Primero hizo huelga todos los días durante dos semanas saltándose las clases del colegio y después de las elecciones generales de Suecia del 9 de septiembre, siguió protestando en la plaza frente al Parlamento todos los viernes durante la jornada escolar hasta hoy.

Viniendo de una familia de artistas, —su madre, Malena Ernman, es una conocida soprano y su padre, Svante Thunberg, un actor sueco—, tanto Greta como su hermana pequeña, Beata, seguramente hayan gozado de un ambiente familiar creativo en el que poder desarrollar sus ideas con libertad. Mientras Beata sigue los pasos de su madre, Greta ha tomado las riendas de la salvaguarda del planeta para no dejar que los intereses económicos y la avaricia humana lo sigan pisoteando. Y no es un camino fácil. Recientemente en una charla que dio en TEDx Estocolmo sobre el calentamiento global, Greta explicaba que a los once años cayó en una depresión muy fuerte, dejó de comer y de hablar y perdió más de diez kilos en dos meses. Los médicos le diagnosticaron síndrome de Asperger, trastorno obsesivo compulsivo y mutismo selectivo, “lo que quiere decir que solo hablo cuando creo que es necesario, y ahora es uno de esos momentos”, expresaba con semblante serio.