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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Queridos acusados

Unas 200 personas recibieron a los acusados del escrache a Diego al grito de 'Preguntar no es delito'.

Pilar Salamanca

En vez de contar insulsas historias sobre la prepotencia policial, las manipulaciones y abusos de la fuerza o el por qué siempre que se produce un conflicto los jueces dictaminan a favor de “las fuerzas del orden” sea este un orden peculiar a base de garrotazos o un desorden originado -como no puede ser de otra manera- por los “otros” (estudiantes, emigrados, mujeres revoltosas)… En vez de contar insulsas historias, digo, y esperar que, después, desaparezcan milagrosamente gracias la “presión social”, a las voces ciudadanas, más nos valdría interrogarnos sobre lo que constituye el poder simbólico, la eficacia simbólica y diabólica de ese Orden, esa Seguridad que ellos defienden y que, después, votan.

Dice la Prensa que alrededor de 200 estudiantes, familiares y amigos han estado arropando a los acusados de #PreguntarNoEsDelito en la puerta de los Juzgados. Los jóvenes han declarado que fue una protesta pacífica y que nadie quiso impedir la salida del expresidente Ignacio Diego, nadie insultó a la policia, nadie golpeó los coches sino que, muy por el contrario, fueron los escoltas del Ex quienes los empujaron y agredieron a puñetazos. Existen vídeos para probarlo.

Bueno, ¿y qué? ¿Acaso creen las buenas gentes que su palabra, las pruebas o los vídeos van a servir para algo? ¡Por favor! Eso sería un error de cálculo. Por supuesto que los 200 hacen lo que tienen que hacer (no les queda otra) pero, para qué engañarnos, la parte contraria hace también lo que tiene que hacer y siento mucho decirlo, una vez más, llevan todas las de ganar.

Porque frente a la Justicia, frente al mundo entero reunido, después de varias legislaturas corruptas y en una relación de fuerzas totalmente negativa, el Gobierno de este país sigue disponiendo de los votos de una ciudadanía cautiva (que seguirán siendo los mismos hagan ellos lo que hagan). Y, por si no lo sabían, son también los dueños de una sola arma, un arma no negociable e inmaterial que, sin embargo, no está lejos de ser el arma absoluta. A saber: la perturbada noción de que el ORDEN y la SEGURIDAD justifican todos los desmanes sin excepción: mentiras, manipulaciones, corrupciones, prepotencia, desmentidos, cinismo, robos a mansalva…. Su posición, quiero decir la posición de estas autoridades es, además, una denegación absoluta de los valores más básicos: progreso, racionalidad, moral política, democracia de la buena (y no esta filfa). Utilizan la fuerza de los votos para negar el consenso universal sobre los derechos humanos esenciales (y si no, pregunten a las víctimas del Tarajal) y esa fuerza les confiere –por decirlo de algún modo– toda la energía del mal, una invencible energía satánica que termina agotando al personal.

A fuerza de repetirnos que “ellos” son la Ley y el Orden algunos han terminado creyendo que es cierto. Otros, aunque no se lo crean, de pura hartura se han puesto a mirar hacia el otro lado. (Y así nos va). Ante sus desmanes, no podemos oponer sino nuestra firme creencia en los derechos de las mujeres y de los hombres, un flaco recurso que, en cualquier caso, forma parte de la deficiencia política democrática. Resumiendo: en nombre de los derechos del hombre y de nuestra fe en la independencia (JA!) de los tres poderes (el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial), los ciudadanos acabamos por jugar su juego y participamos desconcertados en esta ceremonia de la confusión. Creemos que por portarnos bien y no gritar, por tener la verdad de nuestro lado e incluso, por aportar pruebas (como en este caso) nos van a escuchar, nos van a creer cuando lo cierto es que no se trata de eso. Aquí de lo que se trata es de defender el Principio de Autoridad, no la Verdad; la Paz de los cementerios, no la Seguridad; el Orden no la Justicia.

Pero aun así, queridos acusados, seguimos estando con vosotros.

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