Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Steven
Carlos y Elena prepararon la cena con esmero. Era la primera vez que Almudena llevaba a Steven a su casa y querían causarle una buena impresión. Nunca habían recibido a gente así. Almudena acaba de empezar a trabajar como diseñadora en una importante discográfica y había conocido a Steven, un cantante un tanto extravagante que al parecer gozaba de prestigio internacional. Ella tenía tatuado el título de una canción de él en el tobillo izquierdo: There is a light that never goes out. Elena y Almudena habían crecido en el mismo pueblo y eran amigas desde la infancia. Ya no compartían muchas cosas pero nunca habían dejado de verse.
Almudena había conocido a Steven de forma accidental y estaban juntos desde entonces. Es extraño, había explicado ella, porque yo era una de sus fans y ahora nos lavamos los dientes juntos y tengo por la noche en la cama junto a mí su cuerpo imperfecto. A Carlos, Almudena siempre le había parecido una chica un poco rara. Elena pensaba lo mismo que Carlos pero se sentía orgullosa de tener una amiga tan poco convencional y, de alguna manera, era feliz por seguir siendo importante para Almudena a pesar de que Almudena estaba rodeada de gente diferente y especial. Steven está de incógnito en España y prefiere quedar en nuestra casa que en un sitio público, había dicho Elena a Carlos. Habla solo inglés, aclaró, pero no debemos preocuparnos. Al parecer es una persona muy callada y no le gusta hablar demasiado. Solo quiere estar con gente normal. Sus canciones hablan de eso, de gente como nosotros.
Carlos y Elena, en realidad, nunca habían oído hablar antes de Steven y cuando escribieron su nombre en un buscador de internet se sorprendieron al ver que era muy conocido. Steven había viajado por todo el mundo y, además, era vegetariano. Elena y Carlos siempre habían vivido en el mismo sitio y su viaje más exótico habían sido unas vacaciones en París. También habían estado en Roma, pero no habían hecho muchos viajes más. Ellos no conocían los Estados Unidos ni Japón ni Argentina ni Australia. Ni siquiera habían estado en África. En realidad casi siempre pasaban sus vacaciones en un camping cerca de la playa. Era como tener una casa de verano solo que no era una casa. Y era como estar de vacaciones pero sin estar de vacaciones, porque tenían que cocinar todos los días y comprar en un supermercado y hacer la cama de su enorme tienda de campaña y poner lavadoras y tender la ropa. Carlos era mecánico en un concesionario de coches franceses y Elena trabajaba como administrativa en una gestoría.
Elena y Carlos habían discutido varias veces en las últimas semanas a propósito de la cena. Tardaron varios días en decidir el menú. Al final prepararon unos rollitos de berenjena y tofu y una lasaña vegetariana. Habían leído en Internet que Steven era un ferviente defensor de los derechos de los animales. Carlos pensó que sería una buena idea pedir prestado el perro a sus padres. Seguro que nos ayuda a simpatizar con Steven, reflexionó. A Elena le pareció una buena idea, así que Budi olisqueaba la casa un poco inquieto en el momento en el que llegaron los invitados. Steven parecía bastante mayor que en las fotografías que habían visto en el ordenador. Desde luego era mucho mayor que Almudena. Carlos había preparado unas frases en inglés para saludarlo pero cuando Steven respondió no entendió nada. Él sonrío un poco apurado. Os agradece la invitación, aclaró Almudena mientras se quitaba el abrigo. En la casa sonaba una de las canciones más conocidas de Steven. Elena y Carlos habían comprado su discografía completa. También habían adquirido un libro autobiográfico titulado Steven. En la portada el propio Steven aparecía con los ojos cerrados, como si estuviera pensando en algo muy importante. La fotografía debía de tener unos veinte años porque el hombre que estaba sentado frente a ellos había engordado un poco y tenía arrugas. Parece su padre, comentó Carlos con discreción. Elena, aunque pensaba lo mismo, le reprochó con un gesto que hiciera ese comentario.
Steven apenas probó la cena y no hizo ningún caso al perro. Tampoco hizo comentario alguno sobre la música que sonaba en el salón. Al término de la cena se excusó y se dirigió al baño. Parece que se está aburriendo, dijo preocupada Elena. No se aburre, aclaró Almudena, es así. Al cabo de unos minutos comenzaron a extrañarse porque no regresaba. Carlos se ofreció a acercarse al baño para ver si todo estaba bien. La luz del servicio estaba apagada. No había nadie dentro. La luz del dormitorio, en cambio, estaba encendida y la puerta entreabierta. Carlos se asomó con discreción. Steven estaba sentado en la cama observando absorto el armario ropero que había abierto de par en par, lo miraba como el que mira un cuadro en un museo. Tenía, además, en su mano un zapato de Carlos y de cuando en cuando se llevaba el zapato a la cara, introducía la nariz en su interior y aspiraba profundamente. Cuando percibió que estaba siendo observado se limitó a sonreír con serenidad. Después colocó con precisión el zapato junto a su pareja en el suelo, cerró con delicadeza el armario y abandonó la habitación dando una palmadita amistosa a Carlos en el hombro. Los dos se sentaron de nuevo en el comedor. ¿Todo bien?, preguntó Almudena. Ninguno de los dos respondió y ella continuó hablando con Elena sobre lo excitante que era la vida en Londres y sobre el próximo concierto que Steven iba a dar en una sala mítica de Nueva York.
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