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Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.

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Djokovic y el médico de tu barrio

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Si todos hiciéramos como Djokovic, la Sanidad volvería a colapsar. Es así de sencillo. Y gracias a que la mayoría nos hemos vacunado, la Sanidad no ha colapsado. Y gracias a que la mayoría se vacuna, Djokovic puede no vacunarse. Y gracias a que la mayoría toma el riesgo en solidaridad con el resto, una minoría puede tomarse la libertad de ser egoísta. Las vacunas no evitan el contagio, pero reducen drásticamente los efectos más graves del virus. No te vacunas solo por proteger tu vida sino para proteger la vida de los demás, tu sistema de Salud y a tus sanitarios. El partido es entre Djokovic y el médico de tu barrio.  

Si vivieras solo en el mundo, nada te impide coger un coche y ponerlo a todo lo que dé hasta salirte en una curva y acabar con los sesos desparramados en una cuneta. Eres libre de matarte en el momento que tú quieras, pero haz el favor de no matar a nadie en el intento. Como vives en sociedad, si te quieres quitar de en medio, quítate realmente de en medio. Coge una soga, no un coche a doscientos. Con las vacunas, lo mismo. Nadie debería obligarte a ponértela, pero nadie debería obligar al resto a conducir en la misma carretera. La única forma de convivir es un permiso como el que tienes para coger un coche, que no es tanto una forma de control de la minoría como una forma de cuidado de la mayoría. No das más datos en el pasaporte Covid que en tu contrato telefónico, la tarjeta del súper o la última app que te has bajado. Te tiene más controlado Zuckerberg que el Sistema Nacional de Salud.

Cuando tú rechazas libremente un medicamento de efectividad probada, no te estás jugando solo tu vida, te estás jugando la vida de otros porque puedes llegar a ocupar recursos hospitalarios que podrían salvar a otras personas, no sólo del virus, también de otras enfermedades que dejan de atenderse por la pandemia. Como hizo notar muy acertadamente una médica, los no vacunados que enferman, no ponen ninguna objeción a ser tratados con medicinas de los mismos laboratorios que producen las vacunas. Todos preferiríamos no ser conejillos de indias de multinacionales farmacéuticas, pero es el único remedio que tenemos de momento, en el que, por cierto, se ha invertido mucho dinero público. 

El debate importante debería ser sobre el retorno de la inversión pública para que se pueda reinvertir en investigación y la liberalización de las patentes para que se vacune a todo el mundo sin beneficiar sólo al oligopolio. Estamos discutiendo sobre el privilegio de un tenista de élite que rechaza las vacunas cuando más de la mitad de la población mundial no tiene el derecho a una. Si todos hiciéramos como Djokovic, las variantes del virus se multiplicarían aún más y alguna de ellas podría ser mucho más letal que Ómicron o Delta. Hablamos de un privilegiado que ha pasado unos días en un hotel donde algunos migrantes sin papeles llevan años en condiciones lamentables, ése es el mundo asqueroso en el que vivimos y contra el que Djokovic no representa rebeldía ni amenaza ninguna sino más de lo mismo.

Y mientras hablamos de un multimillonario, nuestros sistemas de salud naufragan y nuestros sanitarios se ahogan por falta de medios. Tiene que ver. Djokovic es el ejemplo perfecto de la ideología que está destruyendo los sistemas de protección públicos. Parece lo contrario, un defensor de la libertad frente a las corporaciones, pero es otra pieza del engranaje, el ultra individualista insolidario que ha montado una revolución hacia ningún sitio. Es un Joker. Un reaccionario. Un jeta. Es Ayuso defendiendo la libertad de irse de cañas.

Una verdadera revolución contra este sistema sería denunciar a los políticos que están acabando con la Sanidad pública y universal para potenciar la privada, abanderar una lucha por la vacunación global y por la investigación estatal, denunciar el abandono de los países y las clases más vulnerables, pedir a los Estados menos medidas de control y más medidas de cuidado, reclamar que salven a los sanitarios que nos están salvando. Ésa es la mejor vacuna contra el virus. En el partido entre Djokovic y el médico de mi barrio, yo voy con el médico.

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