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Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.

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Qué podemos hacer frente a la OTAN

Stoltenberg, Biden y Sánchez, antes de la foto de familia de la cumbre de la OTAN.
29 de junio de 2022 22:21 h

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Hace cuarenta años, el clamor en España contra la OTAN era mayoritario hasta que el PSOE hizo uno de sus habituales donde dije digo digo Diego y pidió la permanencia en la Alianza. Hombre blanco hablar con lengua de serpiente, como dijo Krahe al que los socialistas censuraron por cantarles las cuarenta. Ahora el nuevo viejo PSOE defiende a la OTAN sin complejos ni fisuras y Pedro Sánchez recibe al Jefe Supremo, Don Joe Biden, como el vasallo al señor feudal. Aquí, un amigo, un admirador, un esclavo, un siervo. Nada pone más a un presidente español que una cita a solas con el presidente de Estados Unidos. Besan por donde pisan. El colonialismo es lo que tiene. Sánchez se ha aznarizado. En una semana, ha llamado “bien resuelta” a la masacre en Marruecos y se ha hecho la foto con el mandamás de Occidente. Solo le falta el bigote. 

Cuarenta años después, parece imposible salirse del marco de la OTAN. La invasión rusa que conviene a EE. UU. ha resucitado a una organización a la que Macron había declarado “en muerte cerebral” después de que Trump le diera la espalda. La patética salida de Afganistán la había dejado en coma pero el fervor imperial de Putin le dio la descarga eléctrica que la ha revivido. Los europeos se abrazan a ella como el náufrago al madero. El apoyo a la OTAN crece. En España, supera el 80%, según encuesta del Instituto Elcano, aunque los españoles en el CIS están divididos en cuanto a doblar el gasto militar como se ha pactado con la Alianza. En Europa, solo un tercio apoya el aumento, en el sondeo del Consejo de Relaciones Exteriores. Los europeos no quieren más armas pero no ven alternativa.

La OTAN es como el capitalismo. No somos capaces de imaginar más allá. No nos dejan. La machacona propaganda bélica, el martilleo acrítico y las alabanzas serviles de los medios funcionan. Manifestarse en contra es tachado de ingenuo. Tampoco ayuda una izquierda desfasada que sigue creyendo que los enemigos del imperio yanqui son nuestros amigos, que no denuncia el imperialismo ruso ni el chino y que utiliza consignas del siglo XX en un siglo XXI globalizado en el que la Guerra Fría no se libra solo en el Telón de Acero sino en todo el planeta. Ya no es todo blanco y negro, no hay dos bloques monolíticos, los malos y nosotros. Lo vemos en el Magreb donde se mezclan intereses cruzados de Marruecos, Argelia, España, el Sáhara, la Unión Europea, Estados Unidos, China, Rusia… en bandos difusos y confusos. Condenar a la OTAN mientras se absuelve al resto es tan cínico como ciego. 

La Cumbre de Madrid es menos Bruselas y más Washington, que anuncia un descomunal despliegue de tropas por el continente europeo. Es una nueva Guerra Fría en la que Estados Unidos utiliza a Europa de escudo frente a China que se escuda en Rusia. Madrid es el negativo de Lisboa 2010 donde rusos y estadounidenses fumaron la pipa de la paz. Es la ruptura de la cooperación entre Este-Oeste para salvar el globo del cambio climático, los flujos migratorios, la escasez de la energía y los recursos. Es el inicio del todos contra todos y el sálvese quien pueda. El mundo se prepara para la Tercera Guerra mientras nos dicen que están intentando evitarla y tenemos tanto miedo que pedimos más ejército mientras rezamos para estar en el bando correcto de la Historia.  

El problema es que se ha impuesto un consenso y no sabemos cómo romperlo. El pacifismo parece inofensivo en un mundo en llamas. Pero es precisamente el agua frente a quienes quieren echar gasóleo. En su artículo No a la OTAN, sí, ¿a qué?, Santiago Alba se pregunta qué podemos hacer en un mundo complejo para dar respuesta a su pregunta. Sin duda no caer en el maniqueísmo nostálgico ni en el idealismo hueco. Hemos perdido la batalla dialéctica contra la OTAN, pero hay alternativas: la seguridad europea frente a la subordinación a Estados Unidos; la seguridad compartida, como propuso Olof Palme, que apueste por los acuerdos de desarme, la diplomacia y la cooperación para resolver los problemas globales que provocan los conflictos; la recuperación del papel de la ONU como árbitro mundial y de la Unión Europea como proyecto común de integración que busque un entendimiento con Rusia y China y escape de la lógica belicista de los imperialismos; la reanimación de los movimientos por la paz frente a la resurrección de la OTAN; la persuasión frente a disuasión… No es cierto que no tengamos estrategias, esa es la primera derrota que no podemos conceder.

El pacifismo ha sido siempre la respuesta correcta frente a las guerras que nos han asolado. En épocas recientes, era un movimiento masivo y activo: hay que reactivarlo. En épocas recientes, los países que ahora se dirigen hacia el enfrentamiento se dirigieron hacia el entendimiento. Vivimos una crisis global en todos los frentes que pueden llevarnos al abismo si nos dejamos conducir por la desesperanza. Es la sociedad civil la que tiene que pisar el freno. Toca armarse de paciencia para rearmar la paz. 

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