Carta con respuesta es un blog del escritor Rafael Reig. Dejad vuestros comentarios en este blog sobre vuestras preocupaciones políticas, sociales, económicas, teológicas o de cualquier índole, y él os responderá cada martes.
Libros libres
A mi me parece un sandio el concejal del PP que prohibió el mercadillo de trueque de libros de texto en un barrio de Madrid, o quizá cree que el interés que debe prevalecer es el de las editoriales frente al de los ciudadanos.
El caso es que no nos queda más remedio que actuar en defensa propia ante la agresión que supone el formidable negocio de los libros de texto. En otros países, los libros pertenecen al colegio, que se los presta a los estudiantes; a final de curso los devuelven, lo que además les compromete a conservarlos en buen estado. Y por supuesto se mantienen los mismos textos durante años, salvo si se descubre una nueva tabla de multiplicar, un continente desconocido, órganos del cuerpo ignorados hasta ahora o una ley física recién formulada; o que la Academia autorice a conjugar de una forma (aún más) estrambótica el subjuntivo, que también podría ser.
Por mi parte, en el por fortuna improbable caso de que me tocara decidir, iría un poco más lejos: en la enseñanza pública (que sería la única existente) sólo permitiría utilizar libros de texto editados por una empresa nacional y a precio de coste. Ya sé que así quedaría suprimida la sagrada libertad de elegir uno u otro texto, lo cual sería un alivio para todos y una merecida ruina para las editoriales, que llevan años recogiendo dinero a dos manos (y sin repercutir nunca en el precio el vertiginoso descenso de los costes de producción). A cambio se haría efectiva una libertad más importante, la de ejercer el derecho a la educación en condiciones de igualdad, porque el gasto en libros se ha vuelto ya tan monstruoso que es inasequible para mucha familias. Estamos ya hasta la coronilla de que sólo nos permitan aquellas libertades que aumentan el beneficio empresarial.
El caso es que en España hubo una Editora Nacional, pero el PSOE (sí, esta vez no fueron los malos por antonomasia) tuvo a bien cerrarla. Salta a la vista que los intereses de las editoriales deben pasar por encima de los derechos de los ciudadanos. Basta recordar cómo hizo sus primeros millones Jesús Polanco, que se hacía llamar Jesús de Polanco y al que llamaban Jesús del Gran Poder.