Carta con respuesta es un blog del escritor Rafael Reig. Dejad vuestros comentarios en este blog sobre vuestras preocupaciones políticas, sociales, económicas, teológicas o de cualquier índole, y él os responderá cada martes.
El peligro amarillo
Doquiera que mire, Emilio Botín no ve más que dinero entrando sin parar; “llega dinero de todas partes”, dice, y afirma que está viviendo “un momento fantástico”. ¿Quién vive ese gran momento? Según Botín, España. Sí, hasta ahí llega la desvergüenza del banquero apandador que habla de sí mismo en nombre de España entera.
Tiene usted toda la razón, lo cierto es que el ajuste al que llaman crisis está empezando a conseguir su objetivo: los beneficios empresariales aumentan cada vez más, mientras que los salarios bajan. Qué fantástico momento, ¿verdad? Se destruye empleo, se bajan los sueldos y así se consigue aumentar las ganancias de la empresa, lo que nos convertirá, según dicen, en una nueva China más a mano para los amigos europeos de Botín y otros filántropos. Aquí, los europeos (de bien) podrán multiplicar sus beneficios con mano de obra amarilla o gualda a la que se le pagan cuatro duros.
Así que, como dice Botín, España atraviesa un momento fantástico. Sin duda, lo que pasa es que en España sólo viven esos a los que Rajoy llama “españoles de bien”. El resto vivimos ya en China. Los españoles de bien (los que viven del beneficio empresarial) seguirán viviendo en España; los españoles que vivimos de nuestro trabajo pasamos a ser chinos.
De China se suele decir: un país, dos sistemas (porque practica el comunismo y el capitalismo, con parte de su territorio a motor y parte a vela); nosotros seremos un sistema (el feudalismo con maquillaje democrático que promueven Botín y sus amigos), pero con dos países: los chinos y los españoles de bien. Ése será el resultado de la crisis que ha provocado, y no padecido, el sistema. No me sorprende que los catalanes quieran la independencia, dado que nuestras opciones se han reducido ya a ser chinos o españoles, pero de bien.
Como a mí no me gusta el ping-pong, he puesto mis esperanzas en la furia fría de las ajedrecistas adolescentes chinas. Y espero que, después de esta crisis, logremos convertirnos en el peligro amarillo, que es como ahora se llamará a la lucha de clases (ese sintagma que lleva prohibido en España desde mi ni furiosa ni fría adolescencia). Porque, francamente, ¿tú qué prefieres?: ¿que seamos el peligro amarillo o que nos sigan engañando como a chinos?