La ecología es uno de nuestros principales intereses y es el centro de este blog: cambio climático, medio natural, desarrollo sostenible, gestión de residuos, flora y fauna, contaminación y consumo responsable, desde el punto de vista de periodistas, expertos, investigadores, especialistas y cargos públicos. También editamos la revista 'Castilla-La Mancha Ecológica'.
Las ‘hadas de los charcos’ existen y necesitan protección
El escritor Arthur Conan Doyle, creador de Sherlock Holmes, sentía una fascinación irremediable por encontrar y fotografiar a los seres mágicos que, según él creía, habitaban en los bosques. Al novelista le apasionaba ese mundo de fantasía y dedicó buena parte de su vida a ello. Y esa misma pasión, aunque más real y científica, es la que ha llevado a denominar como ‘hadas de los charcos’ a las especies de anostráceos que viven en medios acuáticos temporales, pero no en los bosques, sino en espacios abiertos. Son también pequeños seres vivos que necesitan protección y conservación.
En la última década se ha estado generando un importante movimiento en Europa y Norteamérica dirigido a la conservación de un medio especialmente desprotegido como son los charcos y lagunillas temporales (“vernal pools”), tanto de agua dulce como salada, que se forman tras las lluvias y que se secan completamente durante el período de verano.
En la Península Ibérica, numerosas investigaciones coinciden en la necesidad de realizar un esfuerzo para la conservación de los anostráceos (las denominadas ‘hadas de los charcos’) como “grupo bandera” para la conservación de medios estos acuáticos temporales. Son animales crustáceos, pero que no tienen caparazón y cuyo origen se remonta al Jurásico.
En este objetivo se ha embarcado la Fundación Global Nature, mediante la financiación de una tesis de Lucía Sainz Escudero, bióloga del Museo Nacional de Ciencias Naturales. Comenzó la tesis hace un año mediante una beca de Doctorados Industriales de la Comunidad de Madrid, por un periodo de cuatro años.
El proyecto consiste principalmente en la aplicación de una serie de técnicas moleculares como la genética del paisaje, que busca conocer el potencial de dispersión de las poblaciones de estas ‘hadas’. Esto conlleva la utilización de ADN ambiental (el denominado ‘EnvironmentalDNA’) para determinar el papel de las zonas inundables y su posible papel como reservorio de poblaciones con algún factor de amenaza.
Las ‘hadas de los charcos’ se desarrollan en paisajes heterogéneos y abiertos que no tengan mucha cubierta vegetal porque se alimentan de microalgas que necesitan la luz del sol. Se pueden llegar a formar en oquedades como puede ser la que deja la rueda de un tractor al pasar por el barro. En la península hay actualmente más de 15 especies de anostráceos y es previsible que aumenten con los estudios sobre su biodiversidad.
Una “impresionante morfología”
Lucía Sainz destaca la importancia de su conservación porque parte de su propia biodiversidad contribuye a la protección de los humedales, pero también por su “impresionante morfología” y porque son indicadores de la calidad de los ecosistemas en los que viven. Son igualmente especies que están en la base de la cadena trófica: alimento de animales como las aves y los reptiles.
¿Pero en qué consiste el trabajo que desarrolla esta bióloga? Nos cuenta que, primero de todo, es necesario partir del hecho de que estos organismos tienen “dispersión pasiva”, es decir, su desarrollo y pervivencia depende de que sus huevos o quistes de resistencia sean transportados por el aire, por otros animales o incluso a través de movimientos humanos.
Y con esta base, el trabajo de esta experta se desarrolla sobre tres pilares. El primero de ellos, que es el núcleo del proyecto, es estudiar la diversidad de anostráceos en la península. Para ello, se investiga a estos animales sobre el terreno en época de lluvias.
“Buscamos poblaciones, identificamos la morfología y la especie, los llevamos al laboratorio y obtenemos secuencias genéticas para ver la variación con la que estamos trabajando. Así, podemos atribuir estos organismos a especies que ya conocemos o identificar algunas nuevas. Gracias a ello, podemos conocer la diversidad de anostráceos y solamente con eso ya podemos realizar acciones de conservación ya que detectamos especies amenazadas porque su población se basa en zonas muy reducidas”.
Otro bloque fundamental del proyecto se sustenta en que estos datos genéticos se pueden combinar con la ecología del paisaje y con técnicas analísticas especiales. De esta forma se puede cuantificar cómo afecta el paisaje en el proceso de conectividad entre las poblaciones de las ‘hadas’. Por ejemplo, el hecho de que una población concreta no tenga capacidad de desplazarse a otras zonas es “una amenaza para ella y para toda la especie”, y con esa genética combinada “sabemos cómo se dispersan y qué posibles barreras físicas pueden dificultarlo”.
Por último, el tercer pilar es el futuro desarrollo de un método de ADN que permitiría la detección de la presencia de anostráceos sin necesidad de verlos, como por ejemplo en muestras de sustratos de tierra. “Así obtendríamos buenas estrategias de conservación para esas especies con dificultades para colonizar ciertas zonas”, concluye Lucía Sainz, confiando en el conocimiento y conservación, por los siglos de los siglos, de estos seres “casi mágicos”.
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