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La ecología es uno de nuestros principales intereses y es el centro de este blog: cambio climático, medio natural, desarrollo sostenible, gestión de residuos, flora y fauna, contaminación y consumo responsable, desde el punto de vista de periodistas, expertos, investigadores, especialistas y cargos públicos. También editamos la revista 'Castilla-La Mancha Ecológica'.

Nuevas tecnologías, nuevo peligro ambiental (y II)

Neodimio, uno de lo componentes de las tierras raras

Eugenio Fernández

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En la primera parte de este artículo os hablé de la gran importancia que tiene el oro dentro del sector de las llamadas “nuevas tecnologías” y cómo el incremento de su producción, estimulado por la gran demanda de estos productos tecnológicos, ha aumentado y agravado los problemas medioambientales que implica su minería. Pero no es oro todo lo que reluce y, de hecho, el oro palidece ante los otros grandes protagonistas de la fabricación de móviles, ordenadores o tabletas: las llamadas “tierras raras”, de las cuales hablaré aquí.

Se trata de un grupo de 17 elementos químicos: cerio, disprosio, erbio, europio, gadolinio, holmio, lantano, lutecio, neodimio, praseodimio, prometio, samario, escandio, terbio, tulio, iterbio e itrio. Se denominan “tierras raras” porque es extremadamente infrecuente encontrarlos en la naturaleza en grandes concentraciones, e imposible en yacimientos “puros”.

Estos elementos son de crucial importancia en el sector de las nuevas tecnologías. Si bien sus aplicaciones industriales son muchas, sólo en las nuevas tecnologías encuentran el 30% de sus utilizaciones. Fundamentalmente se usan para fabricar unos imanes muy especiales: los más potentes hechos por mano humana. Y, de estos, los imanes de neodimio son los más fuertes. Son tan fuertes que pueden usarse en tamaños ínfimos, de ahí su importancia en la miniaturización de circuitos.

Por otro lado, se usan también en las propias baterías de estos dispositivos. Estos imanes también se usan en los motores de los coches híbridos y eléctricos, así como en sus baterías. Se calcula que en un Toyota Prius hay nada menos que un kilo de neodimio y otro tanto de lantano.

Pero, al igual que sucedía con el oro, la minería de estos elementos es polémica y muy contaminante: para aislar los elementos concentrados a partir de sus menas, se usan complicados procesos químicos dominados por los ácidos sulfúrico, amónico y clorhídrico. El procesamiento de una tonelada de tierras raras produce dos toneladas de residuos tóxicos. Estos residuos, normalmente en forma de aguas ácidas, contaminan suelos, aguas superficiales y acuíferos, introduciéndose en las cadenas alimentarias si no hay fuertes inversiones en seguridad. Por otro lado, las tierras raras están frecuentemente asociadas a minerales radiactivos como el torio, el radio o el uranio, por lo que estas aguas ácidas son, a menudo, radiactivas también.

Existe, además, un grave problema geopolítico asociado a las tierras raras. Desde 1990 China ha obtenido un monopolio casi virtual de la producción de estos elementos, pues alberga el 55% de las reservas mundiales y produce el 86% de las tierras raras. De este porcentaje, nada menos que la mitad procede de una sóla mina: Bayan Obo, en la región de Mongolia Interior donde, gracias a la inexistencia de regulaciones ambientales propias del régimen chino, la situación medioambiental es desastrosa: animales y humanos están afectados por la toxicidad y la radiactividad de los residuos incontrolados.

El “boom” tecnológico

Deng Xiaoping lo decía a finales de los años 80: “Oriente medio tiene el petróleo…nosotros tenemos las tierras raras”. Y el “boom” tecnológico ha puesto una poderosa arma política en manos del régimen chino: de 81.000 toneladas en 2001 se pasó a 120.000 en 2006. China restringe las exportaciones de estos elementos para forzar la subida de su precio en el mercado y para obligar a las empresas tecnológicas occidentales a fabricar en territorio chino. Eso sí, oficialmente la restricción de exportaciones de tierras raras se debe a “la preocupación por el medio ambiente”.

Ya sabemos lo que supone que un país no democrático posea el monopolio de minerales estratégicos: perpetuación de dictaduras, corrupción, guerras y violaciones de derechos humanos.

¿Quiere decir esto que hay que estar en contra de la alta tecnología y su consumo? No. Pero sí debemos hacer una apuesta seria por el consumo responsable, y no por el consumismo. Sólo tenemos que echar un vistazo a cualquier hogar medio: contad cuántos móviles, cuántos ordenadores, cuántas tabletas, cuántos iPods o iPads, sin contar los coches híbridos y eléctricos que nos quieren meter por los ojos… ¿de verdad, de verdad, necesitamos todo esto?

Reflexionad sobre lo que hay detrás de cada dispositivo tecnológico y vuestra necesidad real antes de hacer una decisión de compra.

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