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Había una cierta expectación por lo que diría el presidente en el Debate del Estado de la Región sobre el destino del edificio de Santa Fe. De hecho, no por casualidad, el mismo día del debate dos entidades distintas incidieron en un proyecto antiguo: utilizar Santa Fe para ampliación del Museo de Santa Cruz.
Imaginamos que los escritos se orientaban a condicionar el discurso del presidente, pues se sabía, por rumores, que incidiría en una nueva apuesta por la contemporaneidad. Lo de Santa Fe es un debate antiguo que hunde sus propuestas en los tiempos imprecisos de los años setenta y ochenta. Los museos manifestaban una visión concreta de la historia de cada lugar y de las sociedades pasadas y presentes. Desde aquellos tiempos los museos han experimentado esenciales metamorfosis y nada de lo que se pudo pensar hace años se aplica en la actualidad. A su vez al arte moderno y contemporáneo, a pesar de abundantes desvaríos, ha ido ganado terreno en la oferta museística, a pesar de la resistencia de las autoridades culturales locales que no aún vislumbran el potencial del arte moderno y contemporáneo.
Para muchos de los dirigentes culturales locales el arte actual resulta tan desajustado como les pareció a los responsables de la época crear en Toledo un Museo de Arte Abstracto que triunfaría en Cuenca. El riesgo era que, tras la experiencia fallida con la Colección Polo, se volviera a lo de siempre. A lo tradicional, a lo clásico, al museo momificado del siglo XIX.
La propuesta del presidente regional, tanto para Toledo como para Cuenca, descubre insólitas perspectivas para que ambas ciudades conecten con los siglos XX y XXI e introduzcan ofertas culturales avanzadas para los vecinos y para los visitantes. Abrir un edificio dedicado al arte contemporáneo y al diseño apunta a unas expectativas que solo pueden crecer en el futuro pues tanto el diseño como el arte contemporáneo se relacionan, cuando no se funden con el apoyo de las nuevas tecnologías.
La propuesta del presidente hay que entenderla como una invitación a cambiar nuestras maneras de entender el arte moderno y contemporáneo y sus contenedores como servicio público actual. El arte de ahora, como el de antes, expresa con idiomas complejos las formas de entender las sociedades en las que vivimos
No hablaré aquí de la IA porque eso nos rompe la cabeza en este momento, aunque cada vez sea más evidente que los creadores utilizan las nuevas tecnologías como ayuda para mejorar sus formas expresivas. Así que la propuesta del presidente hay que entenderla como una invitación a cambiar nuestras maneras de entender el arte moderno y contemporáneo y sus contenedores como servicio público actual. El arte de ahora, como el de antes, expresa con idiomas complejos las formas de entender las sociedades en las que vivimos
Si en el Renacimiento se produjo un cambio de paradigmas artísticos y estilísticos se debió a la transformación de las sociedades. Se incorporaba las herencia de Grecia y Roma, pero evolucionadas hacia nuevas expresiones de ideas y pensamientos. El color se convertía en un lenguaje propio con su peculiar capacidad expresiva. Ya no era un adorno, era un idioma. Un lenguaje propio con el que trasmitir emociones hasta ahora desconocidas. En ese espíritu distinto hay que situar el Expolio.
El Greco cambió todo lo que se conocía hasta entonces no solo con las narraciones teológicas, sino con esa mancha de color que ocupa el cuadro dejando a los personajes oscurecidos y en un segundo plano. Algo tan impresionante que escandalizó a los canónigos de la época que no volverían a encargarle ningún cuadro. Lo mismo había ocurrido antes con Felipe II. El Greco mostraba una sociedad diferente a la conocida con el lenguaje del color. Un nuevo movimiento llegaría con la revolución de los impresionistas. Reflejaban la sociedad de su tiempo con sus técnicas multivariadas: desde el impresionismo más clásico hasta el surrealismo más subversivo.
Ahora asistimos a otra reorientación del arte y del diseño. Y Toledo tiene la oportunidad de no quedarse rezagado e incorporarse a esta nueva cosmovisión de la sociedad contenida en el arte contemporáneo.
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