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Desde que Ada Colau decide lanzar la campaña para ganar el Ayuntamiento y la Diputación de Barcelona, el movimiento ciudadano “Ganemos” se ha extendido por todo el país como una forma de encontrarnos todos los que estamos cansados de esta ola de corrupción y desigualdad, los que estamos ilusionados con una nueva política que se forme de abajo a arriba, y que piensa más en sumar y cooperar que en tirarse los trastos a la cabeza para después acabar pactando la privatización de los servicios públicos (como frecuentemente hacen PP y PSOE). Por razones como estas titulo así este artículo, para que no nos olvidemos de ganar también las Diputaciones, para que no regalemos al PSOE y al PP uno de sus principales núcleos de poder, clientelismo y medios para hacer “su política”.
Como sabemos, las Diputaciones son instituciones con un gran déficit democrático en su constitución puesto que no hay elección directa. Se favorece, así, a los partidos mayoritarios, ya que se realiza una distribución de diputados entre las candidaturas de partidos que más votos y concejales hayan obtenido en cada partido judicial. Las agrupaciones de electores están excluidas en la práctica puesto que no se permite agregar los votos obtenidos por este tipo de candidaturas en más de un municipio, incluso aunque se denominasen igual.
Las Diputaciones se prestan a tejer una red clientelar y caciquil, para devolver favores y consolidar el poder municipal de quienes eligen a los diputados. En estas últimas semanas (otra vez) estamos viendo múltiples ejemplos por toda España de corrupción en estas instituciones: Castellón, Orense, León, Sevilla, etc.
A mi juicio, deberíamos ser favorables a su supresión para eliminar duplicidades y que sus competencias pasasen a las comunidades autónomas o a mancomunidades de municipios. En su lugar, el PP, que tanto presume de eliminar duplicidades, las ha reforzado en la LRSAL (Ley de Racionalización y Sostenibilidad de la Administración Local), arrebatando incluso a su favor competencias de pequeños ayuntamientos y eliminando mancomunidades. La intención parece clara: mantener y reforzar el control en unas instituciones nada democráticas ni transparentes.
Entiendo que es nuestra obligación aprovechar el empuje de Ganemos para entrar en las Diputaciones y democratizarlas, mientras no se las pueda suprimir. Ello implica que se agrupen los votos a candidaturas en municipios distintos y eso solo cabe con el formato de partido o coalición.
No es contradictorio que un movimiento ciudadano como Ganemos, que aspira a agrupar militantes y simpatizantes de partidos, activistas sociales y ciudadanos sin afiliación, se articule como una coalición que preste legalidad electoral a las candidaturas que surjan en una provincia o comunidad autónoma, y así permitir presentar una imagen homogénea y sobre todo agrupar esos votos para tener acceso a las Diputaciones o incluso a las subvenciones electorales que se dan en función del número de votos obtenidos (como forma transparente de financiarse). Ello no quiere decir que los partidos que ofrecen su forma jurídica para constituir una coalición tengan el “control” de Ganemos si con la voluntad de todos sus participantes se crean mecanismos de decisión y control que garanticen el carácter asambleario y democrático de la propuesta.
Si el objetivo de las plataformas y movimientos ciudadanos es el de cambiar las cosas, el alcance de su trabajo no puede terminar en los límites de sus municipios; debemos ganar, también, las Diputaciones.