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La historia del río del Jardín, un río que nace cerca del Robledo, y al que se van sumando las aguas de varios arroyos como el del Arquillo, el de los Ojos de Villaverde, el de Lezuza, Barrax y otros, es uno de los despropósitos ecológicos más lacerantes que podemos encontrar en la cuenca del Júcar. Tras discurrir por un idílico valle paralelo a la carretera de Jaén y recoger las aguas de numerosos arroyos y fuentes, conforme nos acercamos a la población de Balazote va disminuyendo su caudal, hasta desaparecer por completo, vampirizado por extracciones para regadíos que no respetan ni un mínimo caudal ecológico. Se adentra, tras su sangrado, en la llanura del suroeste de la ciudad, antiguamente una extensa zona inundada, convertido en un canal seco y desprovisto de vida, que junto a una red de canales tributarios se construyeron aprovechando el cauce del río, para desecar esta llanura y drenarla hacia el río Júcar. Estas terribles obras, con la excusa de acabar con el paludismo, se llevaron a cabo a principios del siglo XIX, tomando el canal el nombre de la reina María Cristina, la madre de Isabel II. Durante el resto del siglo se continuaron las obras y se creó un sistema de regadío en esta zona con una extensa red de canales de drenaje y riego. Está infraestructura privó al acuífero de la Mancha Oriental de una zona extensísima de recarga natural, y, a su vez, de una zona palustre de incalculable valor ecológico.
Actualmente, toda esta red de canales discurre seca, y el nivel freático del acuífero en esta zona ha caído en picado, por la insaciable voracidad de los regadíos insostenibles. Donde un día hubo una zona natural llena de vida hoy solo quedan caminos polvorientos y enormes fincas de regadío.
Este primer atentado ecológico, la desaparición completa de varios arroyos y un río no es sin embargo la última. Esta red de canales confluye, ya como un único canal, el de María Cristina, atraviesa la ciudad de Albacete, y tras su paso por Tinajeros y el término de Valdeganga, se une a la rambla del Cañahorro, que vierte en el Júcar a la altura de la población de Ribera de Cubas (Jorquera). En la actualidad, como hemos dicho, entra seco a la ciudad, y tras su paso subterráneo por esta, donde sirve como colector, que arrastra agua de lluvia y suciedad, así como parte de aguas negras que todavía no se han separado de las pluviales, recibe las “aguas” de la EDAR (Estación Depuradora de Aguas Residuales) de Albacete.
Este es el segundo crimen que padece el río, y el más importante en magnitud. El vertido de “aguas” de la depuradora, con unos parámetros de calidad evidentemente insuficientes. Esta instalación solo retira los sólidos y parte de la materia orgánica, de forma muy mejorable. Esto no es una valoración, son datos de la propia Confederación Hidrográfica del Júcar, que cobra a la ciudad un canon por el vertido, canon que va en función de la eficiencia en el tratamiento, imponiendo el coeficiente más alto al ser el vertido muy deficientemente depurado. Además de pagar el canon máximo, con una cifra escandalosa de 3.637.469 euros del año 2017 al 2020 también ha recibido sanciones por incumplir los parámetros mínimos de depuración en materia orgánica (DBO5) nitrógeno total, fósforo total y di ftalato, lo que supone un hito, ya que la Confederación Hidrográfica solo impone sanciones como último recurso, avisa previamente en varias ocasiones para que se corrija el problema, lo que nos indica la dejadez e inoperancia de la EDAR, dependiente del Consorcio de Aguas de Albacete, ente público-privado. Esta situación de dejadez y abandono terminan pagándola los/as vecinos/as de Albacete, y el medio ambiente, dónde se vierten peligrosos contaminantes que a su vez acaban percolando en el acuífero.
Las “aguas” de la EDAR, junto a las del colector, van a un estanque de laminación, tras el cual discurren hacia Tinajeros. Este caudal es nuevamente acaparado por insaciables dilapidadores, que usan este infecto líquido contaminado, para regar los cultivos que se encuentran entre Albacete y Tinajeros en los márgenes del canal, que tras este nuevo atentado queda seco por segunda vez, antes de llegar a su unión con la rambla del Cañahorro.
Este es un caso paradigmático de nuestra avaricia y desdén, de cómo somos capaces de convertir un prístino río, primero en canal seco, luego en cloaca infecta, y, finalmente, hacerlo desaparecer.
Es especialmente sangrante que, ante esta realidad, el Consorcio de Aguas de Albacete, con presupuesto público, se dedica a hacer propaganda de su magnífica gestión en el nuevo y flamante edificio del depósito del agua de la Fiesta del Árbol, donde se cuentan mentiras interesadas a los ciudadanos y grupos escolares que acuden a dichas instalaciones, un carísimo trampantojo que oculta las miserias de un atentado ecológico.
Es necesario que los ciudadanos conozcan esta situación, y demanden otra relación con el medio, y la renaturalización de lo que en su día merecía el nombre de río.
Para ello, ACEM-Ecologistas en Acción de La Manchuela y Ecologistas en Acción de Albacete organizamos una actividad el pasado sábado día cuatro de junio, un paseo didáctico por la zona del área de laminación y el canal de vertido de la EDAR en el que las asistentes pudieron constatar visual y olfativamente, de primera mano, la magnitud del problema.
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