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Tú te quedas en Barcelona, yo me voy a Villanueva de los Infantes: la experiencia de un 'coliving' rural

Magda, junto a Javi y Rosa de la Casona del Abuelo Parra

Francisca Bravo Miranda

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Magda se jubiló y enviudó en pocos años. A esto, le sumamos la pandemia y el resultado era que necesitaba un cambio. “No aguantaba. Necesitaba hacer algo, tenía que ir a algún sitio. Me puse a buscar y econtré la casona. Fui un mes para ver lo que era. Y cuando pasó el mes, volví a Barcelona, pero sabía que tenía que volver”, explica la barcelonesa de 68 años. La “casona” es el espacio de 'coliving' rural La Casona del Abuelo Parra, un proyecto de Javi Domenech y su mujer Rosa, que está en marcha precisamente desde la emergencia sanitaria de 2020.  

Magda de hecho, habla desde Barcelona. Va cada cierto tiempo a hacer trámites, ver a su familia o ir al médico. “Llegas, estás en tu casa, haces la comida y bueno, esa es tu vida. En Infantes es diferente”, resalta. Ya lleva más de un año y medio viviendo en el 'coliving'. “Tardé un mes y medio en preparar todo en Barcelona y me fui para Infantes”, recuerda.

Lo que ha encontrado lo resume en paz y tranquilidad. “Es una casa muy acogedora, en un pueblo con mucha cultura y con gente con ganas de hacer cosas”, resalta. Además, la casona es centro de encuentro de 'colivers', un término que han acuñado personas que como ella buscan otra manera de vivir. En Villanueva de los Infantes son dos: ella y Sol. “Vas haciendo amistades, puedes estar sola, pero a la vez muy acompañada. La gente va repitiendo”, afirma.

Tiene de todo: las comidas incluidas, habitación grande y “acogedora”, internet, televisión, chimenea en invierno y piscina en verano. “Para mí, ha sido lo mejor que me ha podido pasar. A dos calles tienes el campo. Puedes hacer una vida sana, apuntarte a actividades, de todo”, asegura. “Tengo 68 años y me encuentro muy vital. No he echado nada en falta”, continúa.

Lo importante, resalta, es que se siente también muy cuidada. Un día se cayó y fueron las mismas personas que regentan el 'coliving' quienes la llevaron al médico y se aseguraron que estuviese bien. “He encontrado en este nuevo estilo de vida lo que realmente necesitaba”, reflexiona Magda. Cuando llegó estaba “muy triste”, y ahora siente que ha “sanado”. “Soy feliz”, resalta. Al principio, su familia no lo entendía. “Me decían que no conocíamos a nadie, y decían que no podía ir. Pero les he ido contando mi experiencia y cómo me ha ido y están contentísimos. Han venido a visitarme y lo han visto”. “Es una experiencia que recomiendo con los ojos cerrados”.

Pero también es consciente que el precio no es asequible para todo el mundo: ella paga 850 euros por la habitación, con todo incluido al mes. “Estoy casi mejor que en mi casa”, resalta. En los meses de verano llegaron entre 25 y 30 personas a hospedarse a esta localidad, que se encuentra en la comarca que sufre de despoblación en Campo de Montiel. Con algunos de ellos ha hecho amistad e, incluso, ha ido a visitarlos. “Tienen las mismas inquietudes, con la misma edad, te ríes mucho y ves otra manera de vivir”, concluye.

¿Por qué un coliving?

Javier Domenech, una de las personas responsables del 'coliving', explica que su proyecto es una “alternativa a la soledad”. Él y Rosa, su mujer, decidieron darle estas características a su casona en Villanueva de los Infantes en medio de la crisis sanitaria provocada por el coronavirus. “Vimos las alternativas y posibilidades que se craron, como el teletrabajo. Y pensamos que era una oportunidad para volver a intentar un modelo al que ya habíamos apuntado”, señala. Hace referencia a una beca artística que tuvieron en marcha en la localidad.

Villanueva de los Infantes en sí mismo es una de las “claves” para haber elegido dar este paso, ya que se encuentra entre los Pueblos Más Bonitos de España. Pero Domenech asegura que el turismo rural está “estancado” y que la demanda realmente no va creciendo. “Por eso nos planteamos algo con más proyección, con estancias más largas”. La beca artística no salió adelante, pero sí ayudó a la creación de un centro cultural en la localidad llamado Dados Negros.

Sin noticias de la administración

También, explica, se puede aprovechar la influencia de los grandes escritores del Siglo de Oro que eligieron el Campo de Montiel, como Quevedo. “La inmersión lingüística puede tener un recorrido, pero hace falta más ayuda, como con todo”, lamenta Domenech. “Parece que la administración no juega a nuestro favor, y si lo hace es cogiendo ideas y haciéndolas suyas, malográndolas finalmente”, recalca.

La experiencia del 'coliving' rural y los 'coliver' es otra iniciativa que, lamenta, no ha tenido el apoyo que esperaban y, concede, aún no es del todo rentable. Algunos meses sí, otros meses no. “Nadie se interesa, nadie nos pregunta, no se plantean ayudas”. El perfil que buscan son los 'sexadolescentes', personas jubiladas que puedan interesarse por otro tipo de vida, o también quienes quieran teletrabajar y los nómadas digitales que buscan el sur de España.

“Hay que reinventarse o morir. Y para nosotros es clave para luchar contra la despoblación en el mundo rural, siempre lo hemos pensado a través de estos distintos modelos de residencia que planteamos”, señala. La convivencia entre los 'colivers' ha sido fundamental para crear este ambiente: hay grupos de Facebook y WhatsApp donde se reúnen las personas interesadas y algunas dan el paso. “Lo que más ha hecho ha sido el boca a boca. Algunos pasan una temporada de un mes o dos y se marchan, pero al cabo de un tiempo vuelven y traen más personas”, resalta.

Fijar población

El proyecto de la Casona tiene también el objetivo de fijar población en el pueblo, y consideran que de a poco se ha ido logrando. Además, las personas se integran en el pueblo y sus actividades. Es justamente lo que le ha ocurrido a Magda, que toma, por ejemplo, clases de pintura y ha llegado a exponer su trabajo en la localidad. “Todo esto se retroalimenta finalmente, y conseguimos algo de estos objetivos aunque no el ecoómico, necesitaríamos una ocupación media mínima del 70% para que las cifras fuesen rentables”, advierte. “Pero creo que conseguiremos nuestro objetivo”, añade.

Domenech también lamenta que exista una suerte de “limbo legal” para este tipo de modelos residenciales diferentes, porque afirma que a usuarios mayores les interesa un modelo de residencia donde “tienes tu privacidad pero no estás solo”. “Hacemos patria, pero nadie nos llama de la administración”, explica. En cuanto a las ayudas, sabe que existe pero resalta que son “muy farragosas” de pedir y que “si tienes suerte puede llegarte una ayuda del 30% de la inversión”. “Esto te echa para atrás, pero la administración realmente tiene herramientas y mecanismos para que fuese más sencillo”, concluye.

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