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Los 21 de mayo del leonés Segundo Porto: de encerrarse en la mina por el carbón a salir del Hospital tras la Covid-19

Segundo Porto, de regreso a casa tras superar el coronavirus, junto a su mujer, Ana Pereira.

César Fernández / ileon.com

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El 21 de mayo de 2012 Segundo Porto se encerró con otros siete compañeros mineros a mil metros de profundidad. Pasó 52 días sin ver la luz del sol en una galería del Pozo Santa Cruz, explotación de Uminsa (Unión Minera del Sil) en Santa Cruz del Sil (Páramo del Sil). Eran los tiempos de la última gran crisis del carbón, la que marcó el epílogo de un sector clave en el desarrollo del Bierzo y la provincia de León a lo largo del último siglo. Salió de aquel encierro con el sabor agridulce de haber hecho un sacrificio sin recompensa. Apenas seis años después, en Santa Cruz de Montes (Torre del Bierzo), el cierre del Pozo Salgueiro puso punto final a la minería de la comarca.

El 21 de mayo de 2020 Segundo Porto salió de otro 'encierro', esta vez en solitario entre camas y respiradores. Había pasado 59 días en el Hospital El Bierzo, hasta 30 de ellos en la UCI (Unidad de Cuidados Intensivos). Son los tiempos del coronavirus, los de una enfermedad que puso hasta en tres ocasiones al borde de la muerte a este antiguo minero al cebarse con su silicosis de primer grado y bronquitis crónica. Salió del centro sanitario con 16 kilos menos y una rehabilitación pendiente, pero habiendo ganado la partida a un virus que ha desencadenado la mayor crisis sanitaria en un siglo.

Ana Pereira, su esposa, tuvo que vivir los dos episodios desde la distancia. El primero lo hizo en la bocamina, comunicándose con su marido a través del telefonillo interno y confiando en las revisiones médicas de un encierro lesivo principalmente por las condiciones de humedad bajo tierra. El segundo, dadas las circunstancias de una pandemia que cerró los hospitales a visitas de acompañantes, lo pasó pendiente del teléfono, a través del cual los facultativos trasladaban noticias hasta en tres ocasiones muy preocupantes sobre una pequeña mancha en los pulmones que se acabó transformando en una neumonía bilateral. Pero la historia pudo tener esta vez un final feliz.

Fiebre, tos, pérdida del sentido del gusto y escalofríos

Segundo Porto habló con ileon.com sobre los paralelismos entre aquel encierro de 2012, el canto del cisne de las reivindicaciones mineras, y el confinamiento obligado por el coronavirus apenas unas horas antes de ingresar en Urgencias del Hospital El Bierzo con un cuadro de fiebre y tos, así como algunos de los síntomas más característicos de la Covid-19. “Había perdido el gusto y tenía escalofríos”, recuerda. Le hicieron la prueba, dio positivo y subió a planta, donde permaneció hasta el lunes 30 de marzo. “Podía hablar con mi compañero de habitación. Y por el móvil con mi familia. Se fue llevando la situación”, cuenta.

El virus empezó entonces a hacer mella en los pulmones de este antiguo minero afectado por dos enfermedades típicas de la profesión: silicosis y bronquitis crónica. “Me costaba respirar”, señala. La situación determinó su traslado a la UCI, donde pasó parte del tiempo sedado. “Y estuve a punto de ir para el otro lado tres veces”, añade. Una de ellas se produjo al sufrir una recaída cuando ya estaba incluso previsto su pase a planta para el 21 de abril. Y así hubo que volver a entubarlo y sedarlo.

Porto se enfrentó en la primavera de 2012 a los recortes a la minería que ponían en riesgo no solo su empleo, sino el futuro de sus hijos y los de una comarca que creció al compás de la extracción del carbón y su explotación en las centrales térmicas. Lo hizo plenamente consciente. “Y no tenía miedo ninguno, sino ilusión por el futuro”, dice sobre aquella reivindicación con pocos frutos. Ocho años después el enemigo era microscópico, invisible al ojo humano pero implacable especialmente con pacientes afectados por patologías respiratorias. Y esta vez la lucha fue en parte inconsciente: “Hubo muchos momentos en que no me enteré de nada. No fui consciente de que había pasado tanto tiempo en la UCI. Y existe el miedo a recaer”.

Su mujer reconoce semejanzas y diferencias de dos momentos que tuvo que vivir a distancia. “La otra vez yo sabía que él iba a estar bien. Ahora estuve muy angustiada porque estuvo varias veces muy malito”, compara. En el encierro podía al menos oír su voz a través del telefonillo de la mina; ahora, en los días más críticos, no quedaba otra que confiar en los médicos, a veces desconcertados en la lucha contra un virus desconocido e imprevisible hasta llevar al límite a los pacientes.

Las patologías respiratorias jugaban en contra de Segundo Porto, que fue en su momento el paciente más joven ingresado en la UCI del Hospital El Bierzo con apenas 48 años de edad. Por sus venas corre sangre minera. Y aunque esa característica no sale en las analíticas ni en las radiografías, puede que ese espíritu batallador y de resistencia a la adversidad haya sido un factor positivo en una recuperación que comenzó con su pase a planta a finales del mes de abril.

Encerrado por la economía e ingresado por la salud

Porto se enfrentó a la recta final de su ingreso en solitario en una habitación, otro 'encierro', ahora en pleno confinamiento y con algunas ventajas. “Podía ver la luz. En la mina pasábamos las noches en una colchoneta. Y esta vez pasaba el día en una cama”, apunta este minero retirado, que se encerró por la economía e ingresó por la salud ahora que la cuarentena obligada por el coronavirus pone en ocasiones a la población y a las autoridades ante este dilema.

La reivindicación minera miraba hacia el futuro de una nueva generación, como la de sus hijos, que vivieron el encierro con 14 y 8 años de edad, seguramente menos conscientes de la situación que ahora que han sufrido por su padre con 22 y 16. “Fue totalmente diferente. Entonces incluso el pequeño sabía lo que había y que no estaba su padre. Y ahora estaban muy preocupados”, reconoce su madre.

En casa de la familia Porto-Pereira el 21 de mayo era ya una fecha especial por el aniversario del comienzo del encierro minero de 2012. Cosas del destino, el mismo día ocho años después fue el marcado para el alta hospitalaria. “Yo no me acordaba”, admite él, que ha perdido masa muscular, 16 kilos y sensibilidad en las manos, lo que le obligará a pasar por un proceso de rehabilitación. “Yo me di cuenta el día anterior”, afirma ella, que reconoce que en ocasiones pensaba que el espíritu minero de su marido podría ser una medicina contra el coronavirus. Ahora, en su casa, el 21 de mayo quedará doblemente marcado en rojo en el calendario.

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