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Siete años sin Transformadors

El edificio Transformadors está situado cerca del Passeig de Sant Joan en Barcelona / ENRIC CATALÀ

Cristina Palomar

La sala Transformadors, uno de los símbolos del movimiento okupa de Barcelona durante los años ochenta reconvertido diez años después en la sede del Consejo de la Juventud de la ciudad por el alcalde Pasqual Maragall, lleva siete años esperando tiempos mejores. Las controvertidas obras para substituirlo por un nuevo equipamiento polivalente tendrían que haber comenzado a principios de este año, pero siete meses después el edificio continúa de pie ocupado ahora por un colectivo de jóvenes que quiere que sea un centro social y cultural autogestionado. La fecha de inauguración, prevista para mediados de 2016, parece un chiste de mal gusto.

El proyecto del Ayuntamiento, presentado a las entidades vecinales de Fort Pienc el 4 de junio de 2014, preveía echar abajo la sede de Transformadors de calle Ausiàs March 60 y substituirla por un edificio que combinaría los servicios a la tercera edad con espacios habilitados para las asociaciones juveniles. En un intento de dar respuesta al déficit histórico de equipamientos públicos que sufre este barrio del Eixample, el anterior equipo de gobierno municipal tomó la decisión salomónica de hacer un equipamiento intergeneracional, pero priorizando la superficie destinada a la tercera edad.

De acuerdo con la propuesta, los jóvenes sólo tendrían a su disposición la quinta planta mientras que el espacio reservado a los jubilados incluiría un cibercafé, una aula de nuevas tecnologías, talleres, salas de reunión, un comedor social y una cocina. El sótano se habilitaría como auditorio para unas 150 personas y en la planta baja habría un punto de información juvenil. Las obras, presupuestadas en unos 4,4 millones de euros, formaban parte del paquete de inversiones municipales que se desbloqueó gracias al acuerdo de gobierno entre CiU y PP, y que también incluía la reforma del tramo del paseo de Sant Joan entre la plaza Tetuán y la avenida Diagonal.

 

El proyecto fue fuertemente cuestionado en el barrio desde el primer momento al considerar poco adecuado mezclar los servicios a la tercera edad con los espacios para jóvenes. Desde los partidos de la oposición y las entidades juveniles se denunció la falta de diálogo con el gobierno del distrito para decidir los usos del futuro equipamiento. También se criticó la decisión unilateral del regidor del Eixample, entonces Gerard Ardanuy, de derribar el emblemático edificio en lugar de rehabilitarlo, cosa que rebajaría los costes. En su línea habitual, Ardanuy rechazó modificar la propuesta y reiteró que el uso compartido del equipamiento era “la única solución posible ante la falta de terrenos públicos del Eixample”.

Ahora, un inexplicable retraso atribuido al replanteamiento del calendario de la licitación de la obra no sólo ha hecho que Transformadors no haya sucumbido todavía a la piqueta, sino que también ha conseguido que reabra sus puertas transformado en un casal alternativo. El pasado 16 de julio un grupo de jóvenes anarquistas lo ocupó con el objetivo de convertirlo en un centro social y cultural de barrio. La ocupación no sólo ha sorprendido al nuevo regidor del distrito del Eixample, Agustí Colom, sino a los mismos colectivos juveniles de Fort Pienc que integran la plataforma Exigim Espais y que esperaban poder renegociar con el nuevo consistorio de Ada Colau el futuro de esta histórica sala.

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