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Bromas y alguna lágrima en las primeras vacunaciones en la Atención Primaria: “Hasta hoy hemos reído muy poco”

Una de las sanitarias recibe la vacuna que le administra la enfermera Eva Martínez, en el CAP Comte Borrell de Barcelona

Pau Rodríguez

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El centro de Atención Primaria (CAP) Comte Borrell, en Barcelona, es un cóctel de nervios, ánimos y risas mientras los sanitarios aguardan para ponerse la primera dosis de la vacuna contra la COVID-19. “¡Uy, te estás empezando a poner verde!”, le sueltan, entre risas, al director asistencial August Anguita, el primero en someterse a la inyección, en lo que parece un aviso de que hoy el cachondeo se impone a la tensión habitual. Pero no a la emoción, que emerge un instante después, al levantarse de la silla Maria José Gordillo, enfermera de 50 años. “Ojalá hubiésemos tenido antes la vacuna”, le comenta a una compañera, al tiempo que se seca las lágrimas. El virus se cobró la vida de su padre en una residencia y ha puesto patas arriba su trabajo. 

Las ganas de bromear, como si el coronavirus les estuviese dando un día de tregua en su año más duro, se mezclaban con la solemnidad del momento. Así iban desfilando ante la aguja, uno a uno, los 60 sanitarios que recibieron este martes la inyección del preparado de Pfizer/BioNTech en el CAP Comte Borrell, todos ellos con su correspondiente foto para la posteridad. “¡Esta la subo al Tinder! ¡Vacunado!”, se reía uno. “Te hemos puesto la rusa, cuidado no empieces a hablar en ruso…”, le respondía otro. “¿Tienes miedo? ¿Te doy la mano? Ah, no, que no puedo”, bromeaban dos médicos. 

“Durante los últimos meses y hasta hoy, hemos reído muy poco. Ahora es uno de esos momentos”, observaba Jaume Benavent, gerente del Consorcio de Atención Primaria Salud Barcelona Esquerra, del que dependen este y otros dos centros de salud, en total unos 250 sanitarios de los que esta semana se empezará a inmunizar a un centenar. El lunes les avisaron de que podían apuntarse para recibir la primera dosis y este martes se la han administrado a los primeros 60. “El porcentaje de sanitarios vacunados será elevadísimo, no tengo ninguna duda por la respuesta que ha habido”, aseguraba Benavent.

Catalunya ha sido una de las primeras comunidades en comenzar a vacunar a sanitarios. En los próximos días lo harán otras como Asturias o Murcia, aunque estas llevan un ritmo mucho más rápido que el de la Administración catalana, que con 10.475 dosis inyectadas está todavía lejos de las 120.000 recibidas o de las 104.000 que necesitan para cubrir todos los usuarios y trabajadores de las residencias de ancianos. La Generalitat se ha comprometido esta semana a recuperar los retrasos causados por la falta de neveras o la dificultad para encajar los horarios del personal de enfermería que pone las vacunas.

“Hoy tenía que estar con mis tres hijos”

Todos los enfermeros y enfermeras que integran los equipos de vacunación en Catalunya lo hacen doblando turnos, es decir, mediante sus horas extras, y Eva Martínez no es una excepción. “Hoy tenía que estar preparando el roscón de Reyes con mis tres hijos, en casa, y aquí me tienes”, comenta, seria. El roscón lo ha acabado comprando en una pastelería y la que debía ser una tarde casera de 5 de enero la ha pasado en su puesto de trabajo. En ningún momento lo dudó a la hora de ofrecerse voluntaria. “Creo que éticamente tenía el deber de colaborar”, resume. 

Martínez es una de las 6.000 enfermeras que se han presentado voluntarias para cubrir la campaña con sus horas de tiempo libre. Algunas de ellas se quejaron esta semana por la desorganización inicial de la Generalitat en la planificación de los equipos, pero en el CAP Comte Borrell había este martes pocas ganas de criticar la gestión y muchas de darse un respiro. Martínez, preguntada por ello, resumía el sentir de varias profesionales. “Por colaboración nuestra no será. Todo es nuevo y por eso en la organización ha habido tantos problemas, pero si los que están arriba se ponen a ello, lo lograremos”, animaba. 

A su lado, además de la otra enfermera del equipo, Miriam Aguilar, estaba un tercero, Jordi Casasayas, para guiarlas y resolver sus dudas al tener él la experiencia de haber vacunado la semana anterior en geriátricos. “Lo tenemos que dar todo. Cuanto más rápido vayamos, más contagios y muertes evitaremos”, comentaba este profesional desde un rincón, al tiempo que supervisaba el trabajo de las dos enfermeras. A su lado, en el suelo, la nevera con la que había transportado, a entre 2 y 5 grados, los 12 viales de los que se extraen las 60 dosis. ¿Las famosas neveras que quedaron atrapadas en el estrecho de Calais? “Eso parece”, sonreía. 

Entre el ajetreo en la sala de extracciones, por la que seguían desfilando los sanitarios entre gritos del personal de administración, peticiones de fotos a las responsables de comunicación y bromas de todo el mundo, Casasayas repasaba con sus compañeras, cuando le requerían, algunos pasos del proceso. Entre las particularidades está que hay que diluir los viales con suero, mezclarlo muy cuidadosamente y extraer las cinco dosis de cada frasco. Luego, inyectar con la jeringuilla. “Tiene su complejidad, pero se puede aprender rápido”, resumía.

Cansancio y dudas disipadas entre los sanitarios

Algunos sanitarios aprovechaban los focos en el primer día de la vacunación en su CAP para recordar el sobreesfuerzo al que se han visto sometidos desde el inicio de la pandemia, pero sobre todo desde el verano, cuando la Atención Primaria asumió un rol primordial en la detección de los contagios. Blanca Veciana, enfermera del CAP Comte Borrell, enumera la lista de nuevas tareas que han asumido este curso: hacer PCR a los sintomáticos, hacer cribados a la población, pruebas en las escuelas, atención a residencias, a los hoteles de campaña… “Todo ello a costa de atender menos a los pacientes con patologías crónicas”, abundaba. 

Olga Mas, médico de familia del mismo CAP, apuntaba también a la “despreocupación” con la que se ha ido dando más competencias pero no más recursos a los centros de Primaria, y por ello se mostraba también cauta a la hora de sumarse al clima de optimismo general. “Tengo un poco de esperanza. Es poco, porque primero hay que esperar a que se complete el proceso de vacunación de la población”, advertía.

Una de las claves para conseguirlo será convencer a aquellos indecisos sobre si deben vacunarse, y también eso afloraba en las conversaciones entre los sanitarios. “¡Tenemos que ser un ejemplo, ¿qué les diremos si no lo hacemos a nuestros pacientes?”, proclamaba Veciana. Esta enfermera, como las demás, no ocultaba, sin embargo, que algunos sanitarios también han dudado a la hora de acceder. Ha habido debates entre ellos estos días. “Yo también me lo pensé, pero me informé y constaté que los beneficios son mucho mayores que las pocas incertidumbres que hay, y que existen, por otra parte, con cualquier otro nuevo fármaco”, concluía Mas. Benavent, gerente del CASPBE, aseguraba que en pocas horas la mayoría ha dado el sí.

De momento, no hay una lista de cuántos sanitarios se quieren vacunar o cuántos lo han hecho ya desde el lunes. El Departamento de Salud tiene por delante la vacunación de más de 200.000 profesionales en Catalunya. No se han puesto objetivos a corto plazo –así se evitan críticas si no se cumplen–, pero mantienen el horizonte, ese sí, de 748.000 dosis administradas en el primer trimestre entre sanitarios, residencias y personas muy dependientes.

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