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Entrevista

Carlos Núñez (Les Luthiers): “Ir al psicoanalista nos mantuvo unidos”

Núñez, tras la entrevista en Barcelona.

Oriol Solé Altimira

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Es la primera vez que Carlos Núñez Cortés (Buenos Aires, 1942) viene a España sin tener que subirse a un escenario. Legendario integrante del grupo argentino Les Luthiers hasta su despedida en 2017, Núñez sintió que tras 50 años de carrera era el momento de parar. “Nunca voy a dejar de ser Luthier, pero era la hora de una despedida linda”, confiesa.

Núñez acaba de publicar en España Memorias de un Luthier (Libros del Kultrum) y visita nuestro país para presentar su libro y, de paso, ir a caminar por los Picos de Europa. Su momento vital le permite echar la vista atrás, recordar los momentos clave del grupo que contagió la carcajada a medio mundo, además de reflexionar sobre la profesión y su país, sobre el que se muestra crítico con su situación política.

“El síndrome de abstinencia de bajarse del escenario existe, pero es saludable”, explica. Desde la memorable ‘Cantata Laxatón’, en sus giras por todo el mundo –más de 7.500 representaciones en 150 ciudades–, Les Luthiers exportaron éxitos que hicieron disfrutar a varias generaciones, con una combinación única de música y humor.

Sobre su fórmula imbatible, Núñez da dos claves, a saber: la primera norma de Les Luthiers es que no hay autocensura. “Establecimos una ley en el grupo: cada Luthier podía proponer representar cualquier cosa, tenía ese derecho, que se acababa solo la noche en que hacíamos la obra y el número no causaba gracia”.

Muy pocas veces, cuenta el artista, tuvieron que decir “nos retractamos” de alguna broma, como cantan en uno de sus míticos números. Y sus únicos encontronazos con la censura, agrega, fueron con dos chistes “que tuvieron que caer” durante la época de las Juntas Militares en Argentina y con una parodia sobre la religión católica que disgustó a la Iglesia.

Pero también resultó importante, rememora Núñez, la gestión de los egos en un grupo “de seis locos, con un torbellino de cosas que cada uno tenía en la cabeza”. Y para ello contaron con la ayuda indispensable de un psicoanalista, al que acudían “religiosamente todas las semanas durante 17 años”, cuenta el Luthier.

“Ir al psicoanalista nos mantuvo unidos y nos ayudó a combatir esos conflictos que pasan con las personas que permanecen juntas en una habitación durante mucho tiempo. Nosotros estuvimos 50 años y había que mirar cómo sobrevivir a esa constante interacción”, explica.

Gracias a su formación en el laboratorio y su licenciatura en química, Núñez empezó a registrar, cual acontecimientos científicos, cada espectáculo de Les Luthiers. Y así fue conformando las fichas de cada obra que son el hilo conductor de su libro de memorias, un cuaderno de bitácora de toda su carrera plagado de humor, juegos de palabras, contrapiés, retruécanos y paronomasias.

Ya desde un principio, él vio que Les Luthiers eran especiales. No solo por los instrumentos que ellos mismos fabricaban, como el tubófono silicónico, la desafinaducha, la marimba de cocos, la mandocleta o el órgano de campaña. “Nos unía la música, pero también el humor: el grupo comenzó gracias a la parodia”.

“Les Luthiers pegó porque inauguramos un estilo que no había terminado de existir”, ahonda Núñez, que atesora un gran conocimiento y referentes clásicos: “Había movimientos que se remontan a Mozart, que ya hacía música con humor, y están los clásicos como Muñoz Seca, Fernández Flores o Jardiel Poncela, y nosotros logramos la conjunción de los clásicos y la música”.

Núñez guarda un gran recuerdo del que fue uno de los fundadores y motores de Les Luthiers hasta su fallecimiento, Gerardo Masana, nieto de exiliados republicanos. “Me gusta decir que nuestro 'big bang' fue gracias a un nieto de catalanes, porque el abuelo de Gerardo tenía un arcón lleno de partituras de zarzuelas y le encantaban”.

Menos optimista se muestra con el futuro de Argentina. Crítico con el peronismo, Núñez lamenta que su país vaya “en una involución constante”. A su juicio, Argentina “se ha rebajado, desgastado, empobrecido, y lo más terrible, embrutecido cuando era un país inteligente y una meca para la gente que quería disfrutar de la cultura”. Un cambio de Gobierno, apunta, lo tiene difícil “para arreglar un desastre que viene de muchos años atrás”. “Lo veo mal pero tengo esperanza, por eso nunca quise irme de mi país”, agrega.

A la hora de hacer balance de toda una vida, Núñez es positivo. “El trabajo me satisfizo muchísimo, recibí ese masaje narcisístico del público que siempre alimenta y reconforta y además pude ganar dinero para vivir bien. Cuando nos acercábamos a las bodas de oro de carrera les dije a mis compañeros: ‘muchachos, mejor parar porque toda la vida no vamos a durar'. Me miraron con una cara rara porque nadie quería dejarlo, y me sentí solo en ese momento, pero ahora estoy muy bien”.

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