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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

La precariedad tras el cartel de 'limpie esta habitación'

La limpiadora Eulalia Corralero y el investigador en turismo Ernest Cañada antes de la presentación del libro

Oriol Solé Altimira

“Nos pasamos las pastillas y los iboprufenos mientras limpiamos las habitaciones como si fuera lo más normal del mundo, pero es de juzgado de guardia”. Eulalia Corralero lleva 28 trabajando en hostelería. Ha vivido en primera persona como las condiciones laborales del sector se han ido degradando cada vez más. En agosto de 2014 fundó junto a otras limpiadoras un grupo de Facebook, Las Kellys, para denunciar la explotación a la que se ven sometidas y darse apoyo mutuo. También a través de Internet contactaron con el investigador Ernest Cañada, que ha recopilado los testimonios de una veintena de limpiadoras en el libro Las que limpian los hoteles (Icaria, 2015).

Aunque su trabajo parezca invisible, las camareras de piso son una pieza indispensable de los hoteles, y representan entre el 20% y el 30% de sus plantillas. Basándose en la Encuesta de Población Activa, se calcula que en toda España hay entre 65.000 y 96.000 camareras de piso. No sólo lo dejan todo impoluto: también cargan colchones y camas, con el consiguiente desgaste físico. Pero además, están sometidas a tal presión que el estrés en el trabajo es el pan de cada día. De ahí que muchas de las limpiadoras se mediquen con antiinflamatorios y ansiolíticos. Las limpiadoras acumulan tantos problemas de salud que muy pocas llegan a la edad de jubilación. “En 28 años trabajando sólo he visto jubilarse a una compañera”, recuerda Corralero.

Corralero señala una de las prácticas más habituales en los hoteles: augmentar el número de camas por hacer manteniendo la jornada laboral de las camareras de piso. “Seguimos trabajando exactamente igual que en los años 50, con el mocho de toda la vida”, denuncia la limpiadora. El estrés todavía es mayor entre las trabajadoras subcontratadas y las temporales: “Si yo hago 24 habitaciones y la que entra nueva no hace 24, la despiden”, afirma Corralero.

No es un hecho menor. Estar externalizada o no supone un cambio sustancial dentro de la precariedad del sector: si con contrato fijo el sueldo se sitúa en torno a los 1.000 euros, las camareras de piso que trabajan para una empresa externa al hotel perciben unos 700 euros. “Y en muchos casos el sueldo es incluso más bajo, porque pasan de estar con un convenio de hostelería a un convenio de limpieza”, añade Cañada. Se llega a extremos de trabajadoras que cobran 2,5 euros por habitación.

“Y a pesar de tener tanto trabajo siempre somos amables con el cliente. Si nos piden una almohada siempre tenemos una sonrisa y nos paramos un minuto. El cliente no ve la sobrecarga”, remarca Corralero.

Cañada apunta a que terminar con las externalizaciones supone un primer paso indispensable para empezar a poner fin a la precariedad del sector. Además, denuncia que los empresarios han aprovechado la crisis económica para degradar más las condiciones laborales, con incrementos de cargas de trabajo, presiones a las trabajadoras y actitudes antisindicales. “El número de trabajadores en el sector turístico baja pese a que no paran de crecer los turistas que llegan a España y las pernoctaciones”, asevera. “Las camareras de piso no hacen trabajos auxiliares puntuales, sino que afectan al cuerpo de la plantilla laboral. Es una externalización que se hace únicamente para reducir costes”, explica Cañada.

“En Madrid la externalización es casi total”, añade Corralero. Cañada y Corralero coinciden en que otra de las medidas a tomar es dejar de medir la jornada de trabajo de las camareras de piso con un determinado número de habitaciones a limpiar, y sustituirlo por una jornada laboral de 7 u 8 horas, sin una cifra concreta de camas por hacer.

Por otro lado, Cañada señala la reversión de la reforma laboral o el incremento en la inspección de trabajo como otras medidas que se pueden tomar para mejorar las condiciones de vida de las trabajadoras. “Se está haciendo un ajuste de costes en la parte laboral de forma muy acentuada que debe pararse”, reclama.

Que la limpieza de los hoteles sea mayoritariamente un empleo femenino ha empeorado la precarización, y además, la ha invisibilizado. “Si este trabajo lo hicieran hombres posiblemente no estaríamos así”, valora Corralero. “A mi me han llegado a decir que trabajaba de lo mismo que hacía en casa”, recuerda.

Cañada señala que, en última instancia, la precariedad del sector turístico repercute al conjunto de la economía. “La mirada a corto plazo de los empresarios de pensar en los beneficios inmediatos nos está degradando como destinación turística”, avisa Cañada. En este sentido, advierte que cuando los países del sur del Mediterráneo recuperen la estabilidad y el turismo “prestado” ya no opte por España, el sector corre el peligro de quedar “desprofesionalizado y degradado”. “Y un país tan dependiente del turismo como España no se lo puede permitir”, concluye.

El libro Las que limpian los hoteles forma parte de la campaña sindical internacional 'Arreglen mi puesto de trabajo', promovida por la UITA, que agrupa a más de 380 organizaciones sindicales agrícolas, comerciales, hoteleros y de restauración, con un total de 2,6 millones de afiliados en 125 países.

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