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El protocolo contra la radicalización islamista en las aulas: ¿prevención o estigma?

Una estudiante musulmana de Secundaria en una imagen de archivo

João França

Con la idea de que la mejor prevención de la violencia es una buena educación, la Generalitat anunciaba en noviembre de 2015, tras los atentados de esa semana en París, que trabajaría para detectar la radicalización yihadista en las escuelas.

El protocolo conjunto de los Mossos y el Departamento de Enseñanza no se puso en marcha hasta finales del año pasado. Ahora, varias voces musulmanas y antirracistas cuestionan qué tipo de prevención se está haciendo, sobre quién se pone el foco y cómo se crea el estigma. Desde Enseñanza destacan que quieren prevenir todo tipo de radicalismos, pero el nombre de la medida es claro: Protocolo de prevención, detección e intervención de procesos de radicalización islamista (Proderai).

El protocolo, que se puede consultar aquí, incluye una propuesta pedagógica para trabajar en diversos niveles educativos después de un atentado, recomendaciones para prevenir factores de riesgo (como presentar “modelos de éxito” invitando personas musulmanas los centros), formaciones a directores y directoras de centros, y mecanismos como las Juntas Territorial de Evaluación y Seguimiento, formadas por Ensenyament, Mossos y policías locales, a las que los docentes deberían elevar posibles casos de radicalización.

La subdirectora general de Apoyo y Atención a la Comunidad Educativa del departamento de Enseñanza, Gené Gordó, asegura que hay que “evitar polarizaciones y estigmatizaciones de la población, trabajar la radicalización en general, tanto la islamista como la xenófoba”. Por ello, en paralelo al Proderai ya existía previamente un Protocolo de prevención, detección e intervención ante situaciones de odio y discriminación. Esto, sin embargo, no ha evitado las críticas a que el protocolo contra la radicalización ponga el énfasis en la que se llama islamista.

Ainhoa Nadia Douhaibi, educadora social que trabaja con menores migrantes, pone en cuestión que este protocolo sea realmente necesario. “No existe una realidad de aumento de la radicalización islámica en la juventud”, asegura. La educadora enfatiza que los datos de la fiscalía para todo el Estado hablan de sólo 12 expedientes sobre radicalización de menores en 2015. Por Douhaibi, bajo el discurso de la prevención a menudo se esconden prácticas cuestionables “que son toleradas porque todo el mundo piensa que nunca puede ser malo prevenir”. “Al final se trata de dejar claro quién es radicalizable y son los niños y niñas musulmanes o de contextos culturales musulmanes o migrantes”, concluye.

Desde la plataforma Musulmanes contra la Islamofobia, Ibrahim Miguel Ángel Pérez considera que “este tipo de medidas que sirven teóricamente para mantener la seguridad lo que hacen es señalar desde las instituciones los jóvenes musulmanes como potencialmente peligrosos”. Este padre añade que “el protocolo no tiene base científica o académica que garantice su eficacia, es sólo para dar la sensación de que se está haciendo algo”.

En la misma línea, Pérez critica medidas tomadas a nivel estatal, como el hecho de que se incluya el extremismo dentro del currículo de la asignatura optativa de Religión Islámica. “Esto es un estigma en sí mismo, porque no tiene nada que ver con la religión, es como si en la asignatura de Religión Católica se incluyera contenido sobre la pederastia de los curas”, compara.

Una medida impulsada por Mossos

Desde Enseñanza explican que el Proderai para los centros educativos nace por iniciativa de los Mossos, al igual que los Proderai que existen para las cárceles y las policías locales. “La formación que se ofrece en los centros es totalmente compactada entre Mossos y Ensenyament, y los Mossos nunca van solos a un centro educativo, siempre van acompañados de asesores y asesoras de lengua y cohesión social con el mismo mensaje”, asegura Gené Gordó.

Esto no los salva de las críticas de las entidades. Fatiha El Moualem, técnica de acogida en el Ayuntamiento de Granollers y miembro de Unidad Contra el Fascismo y el Racismo, se sorprende por el hecho de que el profesorado no se haya plantado contra estas formaciones en las que el peso lo llevan los cuerpos policiales. “Si son profesores no pueden mirar al alumno como lo hace un policía; la única mirada que pueden tener sobre el alumno es la de profesor”, cuestiona.

En cuanto a la detección de casos considerados de riesgo que son elevados a las juntas territoriales, Gordó explica que hasta final de curso no se hará el balance de la aplicación del Proderai, pero asegura que “no son frecuentes”. “La detección tiene poco peso en este proceso, lo más importante y lo que más interesa al profesorado es la prevención y la intervención educativa”, asegura.

Para Pérez, sin embargo, este tipo de procedimientos son peligrosos. “Hay personas, y también profesores, racistas que con este dispositivo de denuncia tienen una herramienta más para ejercer la discriminación, pueden denunciar un alumno para radicalización, activando un protocolo que a saber cuando se desactiva y vincula esta persona con el terrorismo en un procedimiento administrativo”, asegura.

La polémica de los factores de riesgo

Una de las cuestiones más polémicas en torno al protocolo es la de qué factores de riesgo pueden mostrar un caso de radicalización. El documento presenta factores vinculados al desarrollo personal, al contexto escolar, en el ámbito familiar y el contexto social, y plantea estrategias para dar respuestas a hechos como las bajas expectativas de éxito, la dificultad de establecer vínculos a la clase o la falta de arraigo en el entorno.

Mientras el texto habla de factores de riesgo más generales, la subdirectora general de Apoyo y Atención a la Comunidad Educativa reconoce los peligros de buscar indicadores de la adopción de conductas extremistas. “Un indicador en sí mismo no dice nada y pueden ser incluso peligrosos de acentuar como algo relevante, pero dan pistas”, dice Gordó.

En las formaciones que imparten los Mossos es donde se hacen más presentes estos indicadores. En estas sesiones con direcciones de centro se habla sobre el Islam, sus corrientes y apunta qué elementos podrían indicar radicalización, aunque se apunta que el hecho de que en coincidan algunos no es lleva necesariamente a estas situaciones. Entre estos factores algunos docentes que han participado en las sesiones destacan pintarse las uñas con henna, no beber Coca-Cola o Pepsi, no escuchar música occidental, no querer celebrar la Navidad o Carnaval o tener discursos sobre el califato de Córdoba o el Al-Ándalus.

El Diari de l'Educació ha pedido al departamento de Ensenyament y los Mossos el documento con los indicadores que se dan a los docentes en las formaciones y ninguno de los dos organismos nos ha dado acceso.

“Los Mossos están diciendo a los docentes que deben vigilar a los niños para cosas que son simples expresiones religiosas”, critica Douhaibi. Más allá de esto coincide con Fatiha El Moualem en que “en una sociedad hostil” tampoco se puede juzgar a los niños musulmanes para cerrar filas entre ellos. “Esto que llaman guetos muchas veces son las redes entre personas que están viviendo las mismas situaciones de discriminación y pueden hablar y compartir muchas cosas”, asegura la técnica de acogida.

Fomentar la convivencia

Lo que todo el mundo tiene claro, tanto desde Ensenyament como desde el activismo, es que es clave educar para que nadie se sienta excluido. Las diferencias están en que las voces externas aseguran que el Proderai va en la dirección contraria, mientras el Departamento considera que sirve precisamente para ello. “El protocolo precisamente reconoce como un factor de riesgo la falta de una perspectiva multicultural en el centro escolar”, remarca Gordó.

“Ningún alumno puede seguir un currículum que no se siente propio, que no reconoce su diferencia, y nosotros en este sentido damos orientaciones desde hace muchos años para hacer aflorar la diversidad al currículo”, añade, y también apunta que el documento pone énfasis en no hablar sólo de los atentados que se producen en Europa “porque muchos de estos niños vienen de países donde hay atentados”.

Fatiha El Moualem asegura que sólo podremos cambiar la situación cambiando la mirada de los profesores: “Tienen que ser conscientes de que el alumnado que tienen es de diferentes orígenes y que los docentes también se formarán, porque difícilmente tendrán conocimiento sobre una decena de culturas que pueden tener en el aula”.

Ibrahim Miguel Ángel Pérez, por su parte, reflexiona sobre la dinámica en la que se enmarca este protocolo. “En toda Europa vemos que hay una intencionalidad clara de generar una necesidad securitaria, y esto nos lleva a un recorte de derechos civiles, que tú puedes estar en desacuerdo con el sistema de valores que se te imponen y esto no significa que te tengas que volver violento; el 15M fue eso”, apunta. “Pero con protocolos como este ya tendrán educado el personal docente para hacer un control político de la población, que ahora aplican a los musulmanes y más adelante podrán aplicar a otros colectivos”, concluye.

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