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Reacciones al cierre de Filología Románica: “No habrá posibilidad de fabricar más 'Martínes de Riquer”

El filólogo y medievalista Martí de Riquer, fallecido el pasado mes de septiembre

João França

El Diari de l'Educació —

Artículo publicado en El Diari de l'Educació.

Los estudiantes de Filología Románica en la UB han sabido hace pocos días que a partir del próximo curso ya no podrán acceder los nuevos estudiantes en su carrera. “Es un grado que desde hace cuatro o cinco años ha tenido una bajada muy considerable de estudiantes”, explica Gaspar Rosselló, vicerrector de Política Académica y Calidad.

Atribuye el cierre a un acuerdo del Consejo Interuniversitario de Catalunya que insta a cerrar los grados que tengan menos de 40 estudiantes durante tres años consecutivos.“Había una excepción para estos grados de filología que rebajaba el mínimo a 20, pero la demanda de este grado era demasiado baja”, asegura. Sus defensores no lo niegan. “Yo sólo tengo dos compañeros de clase”, admite Marcel Fernández, estudiante de tercer curso. Sin embargo, no creen que el cierre esté justificado.

“Es bastante triste, es el inicio del fin, realmente”, lamenta Gloria Sabaté, profesora asociada en el departamento de Filología Románica. “Todo comenzó cuando eliminaron la palabra filología de muchas titulaciones porque filología no vende, y cuando hablamos de la universidad pública en estos términos económicos tenemos un problema”, asegura la profesora. “Está claro que la filología románica no vende y son pocos alumnos, pero es que la sociedad catalana no necesita muchos medievalistas, pero igualmente necesita medievalistas”, insiste.

“Con el cierre de estos estudios no habrá posibilidad de fabricar más Martínes de Riquer”, afirma Sabaté. El nombre del filólogo y medievalista y el hecho de que muriera el pasado septiembre es recurrente en las conversaciones sobre esta decisión. “¿Con qué cara hará un homenaje a Martí de Riquer, el señor rector Dídac Ramírez?”, se pregunta Fernández.

Josep Catà, licenciado en Filología Románica, asegura que “se convirtió en grado casi sólo porque Martín de Riquer lo exigió, ya que las mismas dudas que ahora lo han hecho cerrar, también estaban entonces”. Los estudiantes y antiguos estudiantes coinciden en que el cierre se veía venir, pero sí se muestran sorprendidos por la forma. “Me ha sorprendido que desaparezca de golpe, sin ocultar para nada el destrozo que están haciendo, y es feo que los estudiantes se enteren por una noticia en la web”, critica el licenciado Adrià Oltra.

Menos lenguas

La UB es referente internacional en la materia y ofrecía la última carrera de Filología Románica del Estado. Sólo en Salamanca existen unos estudios similares –de Lenguas, Literaturas y Culturas Románicas–, pero tienen un carácter más amplio y una oferta de lenguas mucho más reducida que los de la UB.

“La Filología Románica daba una base muy amplia de estudios a partir de la cual se podía concretar hacia el estudio de lenguas o literaturas que sin esta gran estructura de filología románica no sería tan fácil estudiar (como el gallego o el rumano)”, explica Catà. “Es increíble que una lengua como el italiano, que tiene tradición y siempre se ha estudiado, ya no se pueda estudiar en Barcelona”, remacha Oltra.

Y la cuestión de la lengua afecta más estudios, como los grados de Lingüística y Lenguas y Literaturas Modernas, en los que se reduce la optatividad. Estos estudios ofrecían itinerarios específicos de árabe, catalán, gallego, griego, hebreo, italiano, latín, polaco y portugués que dejarán de ofrecerse el próximo curso. Los estudiantes podrán combinar únicamente el alemán, el inglés, el español, el francés y el ruso. Los otros idiomas pasarán a ser optativas, pero eso quiere decir que los estudiantes se podrán dedicar menos a ellos.

“Esta carrera de lenguas y literaturas modernas tendrá mucho menos sentido”, asegura Carles Gallifa, estudiante de este grado. “Quien quiera hacer francés e italiano, por ejemplo, que es un itinerario muy común, ya no podrá hacer las dos asignaturas en italiano por semestre que hacía ahora”, lamenta.

“La oferta se concentra en muy pocas lenguas, que además son lenguas imperiales todas”, apunta Pere Comellas, profesor de estudios portugueses. “Estamos convirtiendo la filología en una especie de escuela de idiomas modernos, con una priorización muy clara de unos determinados idiomas que tienen un valor económico importante”, lamenta la profesora Sabaté.

El vicerrector Rosselló explica que “desde la Facultad de Filología se está replanteando todos sus estudios y toda la oferta que se hace en los estudios de filología románica se podrá integrar en otros estudios de cara al curso 2015-2016”, pero profesores y estudiantes creen que convertir las asignaturas en optativas a la larga implicará su desaparición.

La fallida de las románicas

“La parte de románicas de nuestra universidad siempre ha sido importantísima en cuanto a la investigación, y el grupo de investigación evidentemente se mantendrá, no debemos mezclar las dos cosas”, apunta el vicerrector. Pero a pesar del éxito en la producción de conocimiento sobre la materia, el descenso en el número de estudiantes es flagrante.

Para Gloria Sabaté, es un problema que afecta a las filologías en general, “porque no se les ve un rendimiento económico”, y en especial a la románica porque es poco conocida por los estudiantes que ingresan en la universidad. Sin embargo, destaca que el bajo nivel de matriculación no implica que los profesores de la materia estén de brazos cruzados.“Estamos haciendo todas las asignaturas que nos tocan y más, porque lo que hacemos nosotros también interesa a estudiantes de otros grados”, explica.

Carles Gallifa coincide con Sabaté sobre el desconocimiento de estos estudios. Asegura que, a pesar de entender el argumento de la falta de estudiantes en el caso de otros estudios, le duele más que se cierre la Filología Románica que si cerrara su grado, el de Lenguas y Literaturas Modernas. “Creo que es una de las carreras más interesantes que se estudian en la UB”, declara. ¿Y por qué no optó a ella? “Porque sabía inglés y pensé que tendría más salida, pero sobre todo porque cuando no lo conoces no suena atractivo, cuando en realidad es muy interesante y al final tendría un curriculum similar”, responde.

El profesor Pere Comellas apunta, además, a un problema en la estructura de los estudios.“Hay poca optatividad y esto perjudica siempre a las opciones minoritarias, porque pueden tener mucho interés, pero la gente tiene una perspectiva de profesionalización y le ve pocas salidas laborales”, apunta. En cambio, defiende un modelo más abierto “que le daría más vida”. “Podrías tener un grado en filología inglesa o hispana pero con una buena formación en portugués o italiano”, afirma.

Catà coincide en que “era una enseñanza bastante estancada, y creo que se hubiera podido solucionar si convirtiéndolo en grado se hubiera abierto más y hubiera habido más oferta de optativas de otros estudios”, considera. “La facultad de filología se ha ido convirtiendo poco a poco en una escuela de idiomas, y por ejemplo el grado de lenguas y literaturas modernas le sacó alumnado”, añade.

Lo que se pierde

“No puede ser que personas que no son docentes corten el bacalao. ¿Qué saben estos políticos de la literatura medieval? ¿Cómo saben si el Grial es importante? Ahora se vende mucho la novela histórica, que lo que hace es recuperar temas de la literatura medieval. Deberíamos hacer un esfuerzo, si nos dejaran, por reciclarnos, pero no nos han dejado”, lamenta Gloria Sabaté.

“El trasfondo siempre es el mismo, que las humanidades no son rentables económicamente a corto plazo, pero yo creo que las humanidades sí tienen una utilidad, tanto como la medicina”, afirma Marcel Fernández. “El problema es la mercantilización de la universidad, porque la pública debe hacer lo que no hace la privada, y hay cosas que se deben enseñar a alguien, aunque sean 10”, añade.

“En románicas había toda una vertiente que era la parte mediavalística que se pierde directamente, no hay ninguna carrera que lo haga en profundidad, y eso te da otra visión del mundo”, asegura Adrià Oltra. “Realmente estudian una parte muy importante de nuestra cultura”, insiste Gallifa. Catà concluye que “es una pena porque son unos estudios que podrían estar muy bien, porque hacen de plataforma para concretar más tarde otros temas”.

¿Y qué pasará con los que enseñan todo esto? “Todavía no sabemos cómo nos afectará al profesorado. El departamento está negociando para que todos los profesores nos quedamos, pero los que no somos funcionarios tenemos muchos números de ir a la calle”, explica Sabaté.

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