“Asistimos a una suerte de revolución, a un cambio hacia una democracia más participativa, donde la gente tiende a prescindir de los intermediarios y se autoorganiza”, señala Sebastià Serrano, entre botellas de aceite, paquetes de arroz, kilos de legumbres y manos voluntariosas que lo mueven todo de un lugar a otro. Así explica el lingüista, comunicólogo y estudioso del comportamiento humano el decidido éxito que, en su cuarto año, ha tenido la ‘Gran Recogida’ de alimentos.
A lo largo de los dos últimos días, los catalanes han respondido al llamamiento del Banco de Alimentos reuniendo 1.700.000 kilos de viandas –a la espera del recuento de las donaciones online-, que serán repartidas entre sus conciudadanos más necesitados, durante el próximo mes y medio. “Todos tenemos ya alguna persona cercana en dificultades y eso estimula el espíritu solidario”, apunta Serrano, uno de los cien miembros de la red social solidaria BarcelonActua que ayer se dieron cita para poner su grano de arena en esta campaña solidaria.
El argumento de Serrano es irrefutable. Y con ligeros matices, lo repiten, una tras otra, las personas que en algún momento de estos dos días llenaron con alimentos la bolsa de plástico que facilitaban los organizadores. “Personalmente, yo no conozco a ninguna persona en situación crítica, pero mi hija, que tiene 35 años, sí. Comienza a tener amigos con muchos problemas; la crisis es tremenda”, cuenta Aurora, una jubilada muy peripuesta que, por segundo año consecutivo, hizo su aportación a la Gran Recogida.
Pero el éxito no ha sido sólo en kilos de alimentos (300.000 más de los que pretendía el Banco de Alimentos). También, en número de voluntarios para recoger, transportar y organizar todo lo reunido. En esta nueva misión, el Banco de Alimentos ha contado con la ayuda de 10.000 personas, el objetivo récord que se había propuesto.
“Me gusta colaborar en mi tiempo libre. Es muy necesario motivar y sensibilizar a la gente dando ejemplo”, explica Silvia, voluntaria por vez primera en esta iniciativa. “Lo bueno de la Gran Recogida es que nadie marca unos mínimos y que cada cual es libre de contribuir con lo que pueda o quiera, sea un lata de conservas o una bolsa llena de comida”, destaca esta joven con experiencia en cooperación internacional.
Y, a menudo, son los que menos tienen los que más aportan, según constata Neus, coordinadora de 66 voluntarios en unos grandes almacenes que se ofrecían por primer año como punto de recogida. “La respuesta ha sido muy buena, pero es que tenemos el drama está tan cerca que es normal que la gente esté concienciada y sensibilizada”, dice Neus, novata también en la experiencia, y hasta un pelo desbordada en algún momento del día de ayer por el gran número de gente que se acercaba a su punto de recogida a depositar alimentos. Estos grandes almacenes, avanza, colaborarán de nuevo el año que viene: la campaña también les deja unos nada desdeñables ingresos extra en sus cajas.
“Este tipo de respuestas de la sociedad obligará al Estado a reconfigurar sus prioridades. La gente se ha cansado de los intermediarios y está optando por formas de organización más autónomas. Esto es el futuro y llegará también al mundo laboral”, concluye Serrano. El Banco de Alimentos celebra el éxito, agradece la solidaridad y confía en que el efecto multiplicador que tienen las experiencias colectivas les reporte más colaboración a lo largo de todo el año.
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