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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

La extrema derecha aprovecha el conflicto catalán para reactivarse

Un militante de Falange Española y de las JONS durante una concentración frente a la Guardia Civil

Sònia Calvó

Han sido pocas las manifestaciones por la unidad de España en los últimos meses en las que no ha habido intimidaciones o agresiones, bien sea durante o sobre todo al acabar la protesta, contra viandantes o periodistas. ¿Quiénes han sido los agresores? En algunos casos la Policía los ha identificado con entidades de la extrema derecha, que han participado activamente en las marchas constitucionalistas organizadas por Sociedad Civil Catalana (SCC). Pero no todos responden al perfil clásico de neonazi. Desde esta asociación se desmarcan y condenan estos sucesos. Reconocen, además, que no pueden controlarlos.

Hasta ahora, la extrema derecha en Catalunya limitaba su presencia a actos muy puntuales. El más visible, la clásica subida a la montaña de Monjuïc de Barcelona cada 12 de octubre con motivo del día de la Hispanidad. No obstante, la presencia de estos grupos extremistas en Montjuic ha ido disminuyendo año tras año. No por falta de partidarios, sino porque se han ido desplazando hacia el centro de la ciudad, hacia la manifestación organizada por Societat Civil Catalana en la Plaça Catalunya, que es también cada vez más multitudinaria y que ha aglutinado a formaciones como el PP, Ciudadanos y, este año, el PSC.

La división entre los grupos de extrema derecha ha sido una constante desde hace 40 años, desde la disolución del partido político Fuerza Nueva (1976 – 1982), que tenía como presidente al franquista Blas Piñar y por eslogan “Dios, Patria y Bandera”. Pero ahora hay una máxima que vuelve a unir la extrema derecha: garantizar la unidad de España. Este objetivo común une en las calles a organizaciones como Democracia Nacional, Nudo Patriota Español, Alianza Nacional, Hazte Oír, Falange Española de las JONS, Falange Auténtica, Hogar Social, Último Bastión, Legión Urbana, Generación Identitaria, Vox, Som Identitaris, Movimiento Social Repúblicano (que forma parte de la Alianza Europea de Movimientos Nacionales), Somatemps y una larga lista de grupos extremistas.

“El procés sirve como catalizador de todo este espacio político, el nacionalismo español, que en su mayor parte se concentra en la derecha y más allá”, apunta el fotoperiodista Jordi Borràs, experto en temas relacionados con la extrema derecha.

Todas estas organizaciones abogan en sus principios por la unidad, la soberanía y la identidad de España, según consta en sus webs. Se oponen a “separadores y separatistas, centralistas e independentistas, la inmigración masiva”, como firman en la de Democracia Nacional; luchan “contra todo intento micronacionalista que pretenda la creación de nuevos Estados, una dinámica disgregadora e insolidaria cuyo único resultado sería un retroceso de siglos en la historia común de los pueblos de España”, según aparece en la web del MSR; o, en el caso de Generación Identitaria, se declaran “en guerra contra cualquier persona que quiera borrar nuestras raíces y hacernos olvidar lo que somos”, por lo que aseguran que su “ideal es la reconquista, y lucharemos hasta el final”.

La representación parlamentaria de estos grupúsculos ha sido siempre nula en Catalunya. Quien ha estado más cerca de un escaño ha sido, en las elecciones autonómicas del 2010, el partido de extrema derecha y xenófobo Plataforma per Catalunya (PxC), que se quedó a las puertas de entrar a la cámara catalana con sus más de 75.000 votos, un 2,40%. Una cifra que descendió hasta los 60.107 votos, un 1,65%, en 2012. La plataforma se fragmentó finamente ya que su líder, Josep Anglada, impulsó el partido Som Identitaris (SOMI).

Desde el 1-O, en Barcelona se han vivido tres manifestaciones multitudinarias en apoyo a la unidad de España. Fueron los días 8, 12 y 29 de octubre, en los que una marea de banderas españolas llenó por primera vez las calles de la capital catalana en respuesta a las masivas protestas independentistas de los últimos años. Las tres han sido organizadas y convocadas por Sociedad Civil Catalana (SCC), una asociación que se propone promover, difundir y fomentar la cohesión y la convivencia entre los ciudadanos en Catalunya y de estos con el resto de los españoles y mantener la cultura catalana como parte inseparable de la cultura española común.

Sin embargo, en las tres jornadas, de carácter principalmente festivo, hubo incidentes y agresiones a periodistas, a ciudadanos identificados como independentistas, e increpaciones a Mossos d'Esquadra. El 8 de octubre agredieron a un fotógrafo e insultaron a una periodista de TV3; el 12, hubo una batalla campal de ultras frente al bar Zurich, y el 29 un grupo de neonazis se enfrentó a los Mossos en Plaça Sant Jaume, entre otros incidentes. Muchas agresiones se han dado al margen de la manifestación oficial, aunque algunas no, como la que recibió el fotógrafo o la mayoría de las que ha recibido la prensa.

¿Los agresores pertenecen todos a la extrema derecha?

“Debemos desmitificar que se trata de agresiones de la extrema derecha”, señala Borràs. Este experto subraya que algunos de los agresores no responden al patrón clásico de neonazi.

Desde el día de la celebración del referéndum hasta la actualidad, se han registrado más de un centenar de incidentes (agresiones, amenazas y coacciones) en todo el territorio catalán protagonizados por partidarios de la unidad de España, según la recopilación que está elaborando Borràs. En en un porcentaje elevado de casos, estas personas no denuncian las agresiones, ya sea por miedo, por desconfianza con la justicia o por un cierto sentimiento de culpa.

Para Borràs, que está recopilando todas estas agresiones, estamos ante “un fenómeno nuevo que se debe a la construcción de un relato, por parte de medios de comunicación, de los partidos de gobierno, del Estado, del poder judicial, de la policía, que justifica la agresividad contra una parte de la población muy concreta”. Ciertas reivindicaciones de la extrema derecha, según Borràs, han saltado hacia el autodenominado “bloque constitucionalista”, como es el cántico “Puigdemont a prisión”, escuchado solo en manifestaciones ultras hace no mucho y muy extendida durante los últimos meses en las marchas por la unidad de España.

Societat Civil Catalana condena los incidentes

Desde Societat Civil Catalana, sin embargo, rechazan toda acusación que relacione la entidad y la extrema derecha. “En nuestra organización solo caben personas que sean claramente constitucionalistas y demócratas, todo lo que este mas allá de ese rango no entra dentro de nuestra organización”, sentencia José Rosiñol, presidente de la asociación. Actualmente, SCC cuenta con más de 25.000 colaboradores, 75 socios y una Junta Directiva formada por 15 miembros, según cifras facilitadas por la propia organización. “Nos definimos como constitucionalistas, cumplimos con el Estado de Derecho y la perfectibilidad de cualquier democracia pasa por cambiar el orden constitucional en función de unas mayorías que se den, no somos ni españolistas”.

Sobre la presencia de extrema derecha en sus manifestaciones, Rosiñol asegura que las protestas “son absolutamente pacíficas”. “Si al cabo de dos o tres horas grupúsculos de extraños empiezan a hacer agresiones o lo que sea, nosotros efectivamente lo condenamos absolutamente. No tiene nada que ver con nuestro movimiento, nosotros somos constitucionalistas y demócratas”, asegura Rosiñol. Desde SCC han condenado en más de una ocasión las agresiones.

“Intentamos controlarlo, desde nuestro punto de vista y de nuestro servicio de seguridad”, zanja, pero a la vez admite: “Estamos en un estado democrático y no puedes echar a nadie”. Aseguran que en ocasiones no ven a los grupos de extrema derecha o que, cuando los ven, no pueden echarlos ya que su servicio de orden está formado por pocas personas y todos voluntarios. Es el caso, por ejemplo, de la celebración del último 12 de octubre, a la que asistieron grupos de extrema derecha como PxC, Vox, Falange de las JONS, Hogar Social Madrid y Movimiento Social Repúblicano. Rosiñol dice que en alguna ocasión han avisado a los Mossos y a la Guardia Urbana de su presencia, pero que la policía les ha contestado que no los pueden echar porque tienen derecho a manifestarse.

En la manifestación del 8 de octubre, organizada por SCC, también una quincena de entidades de extrema derecha anunciaron su participación en la manifestación. Lo mismo pasó en la del 29 de octubre, cuando la secundaron organizaciones de extrema derecha como Somatemps, Plataforma x Catalunya, Falange Española de las JONS, Generación Identitaria, Vox, Falange Auténtica y Som Identitaris. Según Borràs, que hace años que se dedica a fotografiar a estos grupos, “no se trata de un aumento de la militancia, pero sí de las movilizaciones”.

La causa de la unidad de España, un imán

La presencia de la extrema derecha no se ha limitado sólo a los grandes actos por la unidad de España. Una de las primeras manifestaciones que aglutinó a sus militantes, junto con otros manifestantes constitucionalistas, fue la del pasado 22 de septiembre frente al local de la Assamblea Nacional Catalana (ANC). Esa concentración, en la que hubo agresiones a periodistas y a viandantes, tuvo lugar dos días más tarde del 20-S, el día de las concentraciones frente a la conselleria de Economía. Era la primera de una serie de concentraciones y manifestaciones que se irían encadenando las siguientes semanas.

Entre ellas, han destacado, por su regularidad y por tener un origen poco conocido, las protestas protagonizadas por el grupo llamado Los de Artós, jóvenes que se han manifestado varias veces desde esta plaza del barrio de Sarrià y cuyas acciones han acabado con agresiones o vandalismo. Fue el caso, por ejemplo, de la que tuvo lugar el 28 de octubre, donde se rompieron cristales de Catalunya Ràdio y se contabilizó un mínimo de tres heridos, dos de ellos por herida de arma blanca y otro por un puñetazo en la nariz.

Estos jóvenes se sienten “víctimas de la represión y del desprecio del separatismo catalán”, según muestran en sus redes sociales, y se reúnen para organizar manifestaciones a favor de la unidad de España. Su organización no responde a una estructura concreta, sino que ha sido más bien espontánea, con una importante incidencia de las redes sociales.

Ante casos como los citados en este reportaje, el Ayuntamiento de Barcelona aprobó a propuesta de la CUP no otorgar los permisos de ocupación de vía pública para manifestaciones de extrema derecha. Un texto de ERC pide aumentar la seguridad y prevención en las manifestaciones “organizadas o participadas por entidades de carácter fascista”. El portavoz este grupo municipal, Jordi Coronas, defendió que “es necesario que el Ayuntamiento utilice todos los mecanismos que tenga a su alcance para evitar que se reproduzcan actos que promuevan el odio y la violencia”. “Estas manifestaciones siempre han acabado con agresiones xenófobas e intimidaciones” ha sentenciado Coronas.

Los medios de comunicación en el punto de mira

Quienes han sufrido parte de las agresiones en las manifestaciones a favor de la unidad de España han sido los medios de comunicación, sobre todo TV3 y Catalunya Ràdio. “El relato que se ha construido contra el independentismo, contra el adoctrinamiento en las escuelas, contra la prensa, contra TV3, contra la prensa manipuladora separatista, favorece un discurso de odio contra todos aquellos que van con una cámara en las manos”, opina Borràs.

Es el caso, por ejemplo, del fotoperiodista aficionado al que el 8 de octubre pegaron un grupo de personas al creer que él era de TV3. Ese mismo día, frente al escenario de SCC delante de la Estación de França, una reportera de la televisión pública catalana fue agredida con un palo por un manifestante mientras hacía una directo. Cuando terminó la conexión, la persiguieron a los gritos de “puta” y “zorra”. Agresiones como esta han comportado que los periodistas de la televisión pública catalana vayan a cubrir este tipo de actos con un micrófono neutro, sin el logotipo de TV3, para que no les reconozcan.

Uno de los casos más recientes de agresiones a la prensa fue el 10 de noviembre, en una manifestación, también organizada por SCC, frente al ayuntamiento de Sabadell para reclamar la reposición de las banderas de España y de Europa. Ese día la policía local tuvo que sacar a la prensa que cubría el acto ante las amenazas de los manifestantes. Según SCC, las agresiones tuvieron lugar cuando la manifestación ya se había desconvocado. Una de las periodistas agredidas explicó que “no estaba filmando todavía, estaba aguantando la cámara, cuando me pusieron las banderas encimas y me empezaron a increpar”.

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