Mar gruesa en el 'oasis' catalán
Cuando aún humean las brasas de la última huelga general, el escándalo de la corrupción se ha sumado al drama de la crisis social como traca final de la campaña electoral catalana. La cuestión soberanista, eje central de la cita en las urnas, ha cobrado una inusitada aceleración bajo el doble efecto de los últimos sondeos negativos para los planes de Artur Mas, y las explosivas revelaciones del “borrador” de la Unidad Central de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF) de la Policía Nacional, que incrimina a la cúpula de CiU en el cobro de comisiones multimillonarias por la adjudicación de contratas públicas. Y eso aparte de la supuesta financiación ilegal de Convergència Democràtica (CDC), que cuece a fuego lento en la cocina del sumario instruido por el juez Josep Maria Pijuan.
La “guerra sucia” de dosiers escabrosos coincidiendo con los períodos electorales es un fenómeno característico de la política de serie B que prolifera incluso en otros países más civilizados que el nuestro. Tal es el caso de Francia, sin ir más lejos. Sin embargo, dicho aquí y ahora el asunto adquiere dimensiones de envergadura y no puede ser despachado con el trámite de oficio para los casos de supuesto libelo. Al fin y al cabo, el presunto “borrador” policial alude al monumental escándalo político-financiero que desveló definitivamente las claves inconfesables del ya desaparecido “oasis” catalán, paraíso en el cual hemos habitado en los últimos treinta años, en su mayoría bajo la administración de CiU.
Va de expolios
Se trata del famoso “caso Palau de la Música”, que desde el tórrido verano de 2009 permanece a la espera de juicio con su principal implicado –Félix Millet, culpable confeso del saqueo multimillonario de la institución– ricamente en casa como un ciudadano cualquiera. En un momento histórico en el que los electores han sido llamados a las urnas para pronunciarse sobre el futuro del país ante el “expolio” sistemático de este a cargo del Estado opresor y ladrón, todo celo es poco para acreditar ante los electores y contribuyentes la limpieza y coherencia más absolutas en el uso de los fondos públicos.
En período electoral, la neutralidad de las instituciones es tan crucial como la honorabilidad de los candidatos. Así que tan importante es despejar la sospecha de “guerra sucia” procedente de las despachos ocultos del poder, como garantizar a los electores la calidad de su voto ante la persistencia del enigma sobre el verdadero alcance de las responsabilidades en el escandaloso expolio de una de las instituciones más emblemáticas del país.
‘Omertá’ mediática y política
La cuestión es que la difusa y tradicional “omertá” mediática y política que reina en Catalunya en torno a este affaire, como tantos otros, se ha visto sacudida por la difusión del citado “borrador” apócrifo en hora punta. El diario El Mundo señala a la familia Pujol, el propio Artur Mas y el conseller de Interior, Felip Puig –sin duda el miembro del Gobierno de la Generalitat más identificado con la cuestión soberanista–, como supuestos beneficiarios del tráfico de comisiones en torno a la adjudicación de grandes obras públicas.
La influencia de este suceso en el debate electoral está fuera de toda duda, aunque sus virtuales efectos reales en las urnas están por ver. La beligerancia antinacionalista del diario madrileño, su proverbial vocación por los scoop de corrupción y su menosprecio por el riesgo de libelo han suministrado munición de grueso calibre en la fase crítica de la campaña.
Secundado siempre por los medios afines a la Generalitat, Artur Mas denuncia conspiración y llama a rebato a fieles y simpatizantes, mientras el Gobierno se declara inocente y carga contra el mesianismo del candidato, asistido por los foros de opinión que apelan a la movilización general ante la deriva independentista del líder de CiU. Un nuevo episodio del dichoso choque de trenes entre el Gobierno nacionalista de la Generalitat y el Gobierno no menos nacionalista de España.
“Mayoría excepcional transitoria”
El suceso ocurre justo cuando los sondeos ratifican al unísono que Mas no tiene hoy por hoy a su alcance la mayoría absoluta que reclama para conducir el largo y sinuoso proceso hacia el “Estado propio”. El candidato de CiU multiplica su tacticismo a sabiendas de que el nuevo Parlamento tiene prácticamente asegurada una mayoría soberanista de unos dos tercios del total de escaños (135), base sobre la cual reitera su decisión de impulsar su proyecto de autodeterminación. Tras reclamar la mayoría absoluta, una mayoría “amplia” o una mayoría “clara”, el dirigente nacionalista pide ahora enfáticamente y sin rodeos una “mayoría excepcional por tiempo limitado” (sic) para liderar el proceso de autodeterminación.
A la vista de los últimos sondeos, Artur Mas parece dar por hecho que la mayoría absoluta es “prácticamente imposible” y afirma que se conformaría con ampliar su distancia con respecto a la segunda fuerza parlamentaria. Todo se reduciría a conocer, pues, la diferencia de escaños con esta (hasta ahora era de 34 con respecto a los socialistas) y, sobre todo, la adscripción política de la segunda fuerza política del Parlament, puesto por el que compiten encarnizadamente el PSC, PP y ERC. Es tal vez el verdadero plato fuerte de unas elecciones decididas prácticamente de antemano, a falta de nuevas noticias en “borrador”.