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El mosso que abatió a los terroristas en Cambrils: “Quedé en estado de 'shock' y tengo miedo cada vez que salgo a la calle”

Los cinturones de explosivos de los abatidos en Cambrils eran simulados

Oriol Solé Altimira

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“Tengo miedo cada vez que salgo a la calle y lo peor de todo es que encima tengo un sentimiento de culpa muy alto por como esta afectando a mi familia”. Así se ha expresado este lunes ante la Audiencia Nacional el agente de los Mossos d'Esquadra que abatió a cuatro de los terroristas del 17 de agosto de 2017 en Cambrils (Tarragona).

El juicio está mostrando cómo las heridas siguen abiertas tanto para víctimas como para los agentes de la policía autonómica que abatieron a los terroristas, evitando así que aumentara la masacre. Han sido varios los mossos que han relatado que tres años después todavía sufren secuelas físicas o psicológicas, pero el testimonio del agente que estaba en el Paseo Marítimo de Cambrils la madrugada de los ataques ha sido de los más reveladores. Los atentados pasaron, pero el terror en el cuerpo queda.

Al igual que los agentes que abatieron al terrorista de la Rambla, Younes Abouyaaqoub, el mosso de Cambrils formaba parte de la unidad de seguridad ciudadana, es decir, las patrullas policiales habituales, sin especialidad en terrorismo o explosivos. La madrugada del 18 de agosto estaba junto a su compañera de patrulla frente al club náutico de Cambrils, donde se celebraba un concierto con centenares de asistentes. Como el resto de unidades, estaban en alerta máxima tras el ataque de La Rambla.

Sobre la una de la madrugada, el agente ha explicado que vio un vehículo “a gran velocidad” encarar primero la rotonda del paseo marítimo y luego acelerar hacia la patrulla. En el coche viajaban los miembros de la célula yihadista que no murieron en la explosión de Alcanar ni acompañaron a Abouyaaqoub en la Rambla:  Mohamed Hichamy, su hermano Omar, Moussa Oukabir, Saïd Aalla y Hussein Abouyaaqoub. Antes de acometer contra la patrulla, mataron a una mujer con su coche kamikaze.

“El vehículo aceleró a fondo hacia nosotros con intención de embestirnos”, ha relatado el agente, quien intentó alertar a su compañera. “Lo único que me dio tiempo a decir fue 'cuidado'”. Su colega de patrulla fue atropellada y él cayó al suelo. “La perdí de vista, no sabía cuál era su estado”, ha rememorado. El coche de los terroristas había volcado detrás de la patrulla tras el atropello.

Pero lo peor todavía estaba por llegar. Con una emotividad que iba creciendo a medida que avanzaba el relato, el mosso ha recordado cómo del coche empezaron a salir los terroristas. Los uniformados eran su objetivo. “Llevaban chalecos adosados al cuerpo con cinta americana que parecían chalecos bomba”, ha rememorado. Uno de los terroristas corrió hacia el agente “a gran velocidad”, ha recordado, con un hacha en la mano. Gritaba “Al·lahu-Akbar [Dios es el más grande]”, el lema del yihadismo cuando siembra el terror.

“No me dio tiempo a nada más, disparé hasta abatirlo”, ha continuado el mosso. El agente no ha recordado cuántos disparos realizó con el subfusil ni cuántos cartuchos tenía, pero se le terminaron todos con el primer terrorista porque cuando inmediatamente después le atacaron otros tres yihadistas de la célula de Ripoll tuvo que emplear su arma reglamentaria. “Vinieron corriendo hacia mi gritando 'Al·lahu-Akbar', no sé si con un arma blanca, ya les tenía encima y no me dio más tiempo que abrir fuego y abatirlos”, ha aseverado.

El agente sigue sufriendo las consecuencias de esa madrugada y así lo ha expuesto ante el tribunal. “En ese momento quedo en estado de 'shock' y no comprendo lo que ha sucedido”. Oyó gritos, vio a una persona ensangrentada, a otras en el suelo y a su compañera de pie sangrando. Las pesadillas no han desaparecido tres años después. El mosso tiene reconocido médicamente un estrés postraumático grave y ha sufrido varios episodios de depresión. “Me encierro e intento aislarme de todo”.

Las dificultades para dormir no han desaparecido, y el agente sigue necesitando medicación. “Tengo miedo, estoy hiperalerta cada vez que salgo a la calle, tengo inseguridad y mucho miedo a que se me reconozca”, ha lamentado. Como otros mossos a los que la célula terrorista atacó, el agente de Cambrils no ha recibido indemnización alguna del Ministerio de Interior o de la Generalitat ni todavía ha sido reconocido como víctima del terrorista. “Está en trámite pero no tengo noticias”. No se ha podido reincorporar a su trabajo y la Seguridad Social ha propuesto concederlo la incapacidad permanente total.

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