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El mosso que abatió al terrorista de la Rambla: “Solo esperaba que soltara el detonador, que explotara y muriéramos”

Younes, con el chaleco explosivo en Alcanar

Oriol Solé Altimira

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Ni indemnizados por lesiones en acto de servicio, ni por las secuelas psicológicas, ni reconocidos como víctimas del terrorismo. Así permanecen tres años después de los atentados de Barcelona y Cambrils dos de los agentes de los Mossos d'Esquadra que abatieron al yihadista de la Rambla cinco días después de los ataques. Los mossos han comparecido este jueves en el juicio que se celebra en la Audiencia Nacional. “Solo esperaba que soltara el detonador, que explotara y muriéramos”, ha contado al tribunal uno de ellos.

Como ocurre en todos los juicios, la vista oral de los atentados de Barcelona y Cambrils ha vuelto atrás para repasar lo que ocurrió antes, durante y después de los ataques del 17 de agosto de 2017 en Barcelona y Cambrils y determinar la participación de los tres acusados, Mohamed Houli, Driss Oukabir y Saïd Ben Iazza, para quienes la Fiscalía pide hasta 41 años de cárcel. 

La función de máquina del tiempo del juicio ha permitido exponer los planes iniciales de la célula para causar una triple matanza en la Sagrada Familia, el Camp Nou y la Torre Eiffel mediante los explosivos que preparaban en el chalé de Alcanar. La detonación accidental de los explosivos frustró los planes iniciales de la célula y precipitó el atropello múltiple perpetrado por Younes Abouyaaqoub, así como la posterior huida del joven terrorista de Ripoll por el centro de Barcelona. 

Si este miércoles tomó la palabra en el juicio el agente de los Mossos d'Esquadra que se cruzó con Abouyaaqoub apenas unos minutos después del atropello, este jueves ha sido del torno de los policías que, tras cinco días de huida, abatieron al terrorista en unos viñedos del Penedès, a más de 40 km. de Barcelona, y de los que fueron atropellados por el joven yihadista en un control a la salida de la ciudad el mismo día de los ataques. 

Los dos mossos, agentes de seguridad ciudadana (las patrullas habituales de policía, no de equipos especiales), han explicado que recibieron un aviso de que se había visto a Abouyaaqoub en los alrededores del pueblo de Subirats. “Había más compañeros haciendo la búsqueda y nosotros la iniciamos por una carretera”, ha relatado el primer mosso. Los dos agentes estacionaron su coche en un camino que cruzaba la vía.

Apenas habían empezado a bajar el camino que encontraron al terrorista de la Rambla. Abouyaaqoub se había cambiado de ropa en su huida: en vez del polo de rayas con el que perpetró la masacre lucía camiseta azul claro y un pantalón rojizo y unas gafas grandes de sol. Cuando el mosso iba a corroborar por radio de que el joven se trataba del terrorista, Abouyaaqoub empezó a correr.

“Se subió las gafas, se quedó mirándome fijamente y al segundo después desapareció por unos arbustos o matorrales que tenía al lado. Grité: '¡quieto!'. Y salió y se dirigió hacia nosotros gritando 'Allahu Akbar'. Subió rápido hacia nosotros gritando todo el rato, zigzageando”, ha expuesto su compañero de patrulla, el otro mosso que ha relatado estos hechos. “Se levantó la camiseta mostrando tres o cuatro tubos cilíndricos metálicos y algún cable, como si fuera un cinturón de explosivos”, ha detallado el primer mosso.

A continuación, han recordado los mossos, los dos sacaron el arma reglamentaria y comenzaron a apuntar y a gritar al terrorista “alto”, “quieto”, “al suelo”, pero al ver que hizo caso omiso a sus indicaciones empezaron a disparar. “Corría con el brazo izquierdo a modo de pantalla, se protegía así llevando un escudo imaginario y la otra mano la llevaba cerrada, presionando algo, no sé si era un detonador o un cuchillo, no podíamos ver lo que llevaba”, ha recordado uno de los agentes.

Pese a los disparos, Abouyaaqoub siguió corriendo y cayó al suelo cuando se encontraban solo a “10 o 12 metros” de los agentes de la policía autonómica, han continuado los mossos. Pero el terrorista se volvió a incorporar y reanudó su carrera, por lo que los agentes volvieron a dispararle hasta que finalmente quedó neutralizado.

“Se hizo un silencio inmenso y sólo esperaba que soltase el detonador y explotase y muriésemos”, ha admitido con voz entrecortada el primer agente. “La imagen que me viene de forma continua es la explosión inminente en ese momento de la zona donde estamos y a esa distancia sabía que no había ningún tipo de escapatoria”, ha confesado el otro agente. Los dos testigos han añadido que cuando llegaron sus compañeros seguían apuntando a Aboyaaqoub sin “poder moverse”, ya que estaban en “shock”, y que les tuvieron que ayudar a guardar las armas y a salir de la zona.

Los agentes siguen sufriendo las consecuencias de haber acabado con el terrorista tres años después. “Cuando se vuelve a hablar de aquello, ahora con el juicio, cuesta mucho”, ha recordado uno de los agentes, que sufrió de estrés postraumático durante más de dos meses y también ha tenido que lidiar durante estos meses con el insomnio, las pesadillas y la ansiedad. Ni él ni su compañero han sido indemnizados por las secuelas de su acto de su servicio, y tienen recurrida la negativa del Ministerio del Interior a considerarles víctimas del terrorismo. Solo uno de ellos ha sido condecorado por los Mossos.

Las heridas que el 17-A causó en la policía catalana también se personifican en la sargento que fue atropellada por Abouyaaqoub a la salida de Barcelona, minutos después de que el terrorista hubiera asesinado al joven Pau Pérez y robara su coche. A diferencia de otro de sus compañeros de control que también fue atropellado, la sargento sí ha sido reconocida como víctima e indemnizada, pero solo por las heridas físicas, no las psicológicas.

“Noté un impacto fuerte sobre mis rodillas, un acelerón muy claro y luego otro acelerón”, ha rememorado la sargento, a quien el magistrado que preside el tribunal, Félix Alfonso Guevara, ha dispensado un trato muy correcto y le ha ofrecido sentarse en vez de declarar de pie.

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