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Compartimos un mismo diagnóstico: La austeridad no sirve para salir de la crisis, sirve para aprovecharse de ella. Es mediante la austeridad que se han impuesto recortes salvajes para desmantelar el Estado del Bienestar y así hacer negocio con la degradación de la educación, la sanidad o las pensiones públicas; han reducido nuestros derechos laborales, bajan los sueldos y sube el paro; han puesto las instituciones a su servicio y han erosionado la ya de por si débil democracia que teníamos; Europa misma está en sus manos. Y aprovechando que el Pisuerga pasaba por Valladolid, es en este contexto que se ha abierto una nueva brecha; la de la recentralización.
Compartimos la indignación ante la imposición de sus medidas mientras intentan convencernos de que no hay alternativa. Pero sabemos que no es cierto, aunque los partidos mayoritarios, PP y CiU, como por desgracia antes también el PSOE, la refuerzan aplicando la misma doctrina injusta e inútil de la austeridad.
Compartimos el optimismo y la confianza en la movilización ciudadana que les hace frente: las 3 huelgas generales convocadas por los sindicatos, la Plataforma Prou Retallades, la manifestación por el 'derecho a decidir' del 11-S, el movimiento 15-M y sus múltiples expresiones, las mareas ciudadanas -amarilla por la educación pública, blanca por la salud, verde por la vivienda, roja por la cultura.
Sí, estos años de crisis también han demostrado que no estamos solos, que somos muchos y muchas las personas comprometidas en hacer realidad como nunca los valores de siempre, que también compartimos. Necesitamos cambiarlo todo para preservar y ampliar nuestros derechos y bienestar, y para conseguir una democracia real, plena, también con el ejercicio libre del derecho a decidir de los pueblos.
La cuestión es cómo hacerlo. Como pasar de resistir a definir estrategias para consolidar y ampliar derechos. Hoy existe una ventana de oportunidad y de responsabilidad a la hora de construir una alternativa. Pero esa misa ventana también tiene sus riesgos, entre los que destacan la fragmentación de fuerzas y el nihilismo que canaliza el malestar hacia opciones que no nos llevan a ninguna parte.
Si compartimos un diagnóstico, unos valores y un sentimiento, necesitamos compartir también una misma alternativa política fuerte, capaz de ser mayoritaria y con voluntad de gobernar para hacer realidad ese proyecto. Para superar los riesgos y construir una oportunidad hay que hacerlo sumando esfuerzos.
Nosotros somos de ICV y militamos; pero antes que eso, y mucho más importante: somos de izquierdas, somos ecologistas, somos catalanistas, somos feministas, pacifistas. Y mucho antes que eso somos usuarios de los servicios públicos, de esos servicios que constituyen el patrimonio de las clases populares y las clases medias. Un patrimonio que está en riesgo, que nos están quitando, provocando no solo más sufrimiento sino también una sociedad sin instrumentos para construir alternativas.
ICV es, para nosotros, sólo un instrumento para aplicar estos valores. Un instrumento necesario, pero no suficiente. Sabemos que necesitamos un partido más fuerte, pues sin ser más capaces no podremos construir un polo más amplio. Pero también hemos aprendido que hay que ir más allá de nuestra fortaleza. Por eso queremos contribuir a construir un instrumento mejor, más unitario y amplio, más útil y con posibilidad de abrir un escenario para cambiarlo todo. Lo aprendemos cada vez que giramos la vista y miramos hacia Uruguay, Brasil o Ecuador, como también miramos a Syriza, en Grecia.
Este es el mensaje que emana de nuestra X Asamblea Nacional. Esa es nuestra voluntad y compromiso y a ello queremos contribuir. Porque juntas, juntos, podemos cambiarlo todo.