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Un modelo sanitario que cambiaremos

Ramon Serna

Los inconvenientes que verano tras verano y día tras día encuentran los usuarios de la sanidad pública, y no hablemos de los que no son consideradas como tales, son la demostración palpable de que el paciente no es el centro de nuestro sistema sanitario como nos pretenden hacer creer el conseller y el conjunto de los defensores del modelo sanitario catalán. Nos hablan de eficiencia pero, más allá de los datos estadísticos expresamente seleccionadas para esconder el empeoramiento del estado de salud de la población, constataremos que se trata de una eficiencia en la que la parte del león se la lleva el ahorro económico, a costa del personal y de los servicios ofrecidos, y la privatización. Sí, la privatización, por mucho que Boi Ruiz se esfuerce en negarla.

¿Cómo puede tener el conseller la cara tan dura de negar la incorporación de nuevas entidades privadas en la gestión de la sanidad coincidiendo con la privatización del servicio de alergias que hasta ese momento gestionaban los hospitales públicos de Girona? Y, si no hubiera sido por la rebelión de los pueblos que reciben asistencia primaria en el ABS de la Escala tendrían una multinacional, que pretende entrar ahora en el negocio de la salud, gestionandola. Lo que se ha denunciado estos días atrás en Sabadell a Catalunya Plural, la reducción de presupuesto del Parc Taulí, y consecuentemente de sus camas, y de sus empleados públicos, por mucho que no se les considere como tales, y el simultáneo aumento del presupuesto contratado con los centros hospitalarios de Capio, que ha ido cambiando de nombre a IDC Salud y ahora Quirónsalud, a medida que ha ido creciendo, es una privatización más que hace totalmente adecuado el eslogan 'Recortan por privatizar, privatizan para enriquecerse' acuñado por la CUP. Nuestro compañero Andreu Sánchez, de la Marea Blanca de Sabadell, recordó que #ElsNúmerosNoQuadren, que la cantidad contratada por el CatSalut en la Clínica del Vallés no son los treinta y pico millones que Boi Ruiz declaró en respuesta parlamentaria, sino los más de doscientos que constan en el Registro de Convenios y Contratos.

Este hombre ha dicho tantas y tantas mentiras que sólo sigue ocupando su cargo por los evidentes déficits democráticos de nuestro sistema político y social, el mismo que protege la corrupción en todas las españas. Porque en transparencia, poquísimos avances. Al margen de proyectos de privatización a gran escala que no se pueden ocultar, como el de nuestros datos sanitarias con el VISC+, siempre nos queda la sensación de no poder poner el dedo en la llaga. Que muchos cambios nos pasan desapercibidos porque llevan muchos años, 34, antes, durante y después de la sociovergencia sanitaria, trabajando con el más absoluto secretismo, mirando que los cambios que hacen no causen efectos escandalosos inmediatos, y han ido conformando un 'modelo' cada vez más dominado por intereses privados, incluidos los de los gestores.

Esto de negar la privatización de cara la galería y defenderla en los foros de gestores viene de lejos, pero han cometido demasiados lapsus. El seguidismo del modelo Tatcher queda perfectamente reflejado en un titular de prensa del año 93, 'La Generalitat no controlará los servicios sanitarios, sino que los contratará, afirma Trias' que nos lleva a situaciones como la que describía perfectamente Ken Loach en ' La Cuadrilla '. Sin llegar a extremos británicos de inmediatez del proceso privatizador, la Generalitat dejó de controlar, como demuestra, además del maquillaje de datos asistenciales apuntado en el primer párrafo, la ausencia de datos sobre plantillas del conjunto del sistema sanitario y las respuestas parlamentarias en las que el consejero de turno se ha declarado desconocedor de determinadas prácticas de las entidades privadas o semipúblicas incluidas en la red pública.

No por suerte, sino por la indignación que provocan las evidentes mentiras y corrupciones, y por la respuesta decidida de tanta gente que ha plantado cara, todo esto está a punto de cambiar. Las patéticas prevenciones ante el último debate parlamentario sobre la sanidad, el hecho de que las patronales sanitarias hicieran lobby, la paralización preelectoral, que no será provisional sino definitiva, del consorcio de Lleida, la más reciente paralización del traslado sociosanitario en Mataró... demuestran que el modelo sanitario catalán tiene los días contados, que los defensores del modelo están acorralados. Y el debate sobre la independencia, y el debate electoral en general, no deshace las posibilidades de cambio.

Es cierto que no todas las alternativas garantizan el cambio con la misma intensidad, pero ni siquiera un gobierno de 'Junts pel sí' aseguraría la continuidad de un modelo que, por fuerza, debe ser cambiado por el esperado proceso constituyente desde la base. La Marea Blanca catalana plantea un programa que atribuye todas las funciones, incluida la gestión directa de los servicios, al servicio nacional de la salud que queremos, pero contiene un agregado que no gusta a la CUP. Se refiere a una supuesta fase provisional en el que todas las entidades proveedoras serían mayoritariamente de la Generalitat, una provisionalidad que se prevé demasiado cómoda para ICV, entidad predominante en 'Catalunya sí que es pot', y por los sindicatos CCOO y UGT, que tanto han convivido con la esencia del modelo. No es extraño que, en el último debate parlamentario, haya quedado la CUP, y no ICV, como 'el único grupo que ha cuestionado el modelo mixto actual'. Pero un cambio radical del modelo ya está en marcha. El Ayuntamiento de Lleida, obedeciendo la línea marcada por los leridanos y leridanas, ya se ha definido por la unificación de los servicios en el seno del ICS, y no en consorcios. Después montaremos el servicio nacional de salud que asuma todas las responsabilidades sanitarias y pacte con su personal unas mismas condiciones laborales como bien dice el lema mayoritariamente aceptado 'Una sanidad, un convenio'.

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