“La tarea de los buenos políticos es soldar la legitimidad con la legalidad”. Quizás ha sido una de las frases más brillantes del discurso del presidente Mas en el debate de política general. Brillante en la forma y el contenido. No es fácil decir tanto, y tan importante, en tan pocas palabras. Podemos encontrar otras definiciones de lo que debería ser la política, ésta no la agota. Pero en esta frase queda recogido uno de los elementos esenciales de lo que preocupa a la vida pública, a la polis, a la vida en común actual. ¿Cómo podemos resolver la distancia que hoy se vive entre lo que se considera legítimo y lo que es legal?
Supuestamente, lo que es ilegal, lo no legal, no es legítimo, no tiene el apoyo de la sociedad, es ilegítimo y por eso está fuera de la ley. Supuestamente, lo que es legal, es legítimo, es aceptado y considerado adecuado, y por ello está recogido y defendido por nuestras normas. Supuestamente, las leyes están pensadas para regular la vida de una comunidad de acuerdo con sus valores, sus principios, con lo que se considera correcto. Es por ello que el presidente Mas presenta a las buenas personas que se dedican a la política como las que unen lo legítimo con lo legal. No se considera bueno, aceptable, que la ley diga una cosa y los principios presentes en la sociedad nos pidan actuar de otra manera.
La obediencia a la ley hasta hace poco ha sido ampliamente aceptada como el comportamiento adecuado en una sociedad que se quiere democrática. Pero en los últimos años esto ha ido cambiando. Hoy la desobediencia ha pasado a ser una opción justificable para mucha gente. El presidente Mas no ha llamado a la desobediencia, pero ha dejado claro que hay una distancia entre lo legítimo y lo legal. Y esto se debería resolver. Esto es lo que hacen los buenos políticos. ¿Pero en qué asunto hay esta distancia? ¿De qué está hablando? De la consulta, de poder votar el 9 de noviembre. De la consulta que una mayoría en el parlamento y que una gran movilización reivindica en la calle. De la consulta que el gobierno del Estado parece no querer aceptar de acuerdo con la legalidad existente. Un choque entre una legitimidad y una legalidad. Este es un escenario previsto y de la desobediencia civil no violenta hace tiempo que se habla para poder dejar de lado la legalidad vigente y avanzar.
¿Pero esta es la única desobediencia civil no violenta como respuesta a una fractura entre legalidad y legitimidad existente hoy? No. En los últimos años hemos podido comprobarlo. Seguramente la experiencia con más recorrido de las vigentes es la de la desobediencia civil no violenta impulsada por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. La PAH ha desobedecido desahucios y propiedades de la SAREB. Su legitimidad ha descansado en el derecho a la vivienda. ¿Qué tiene que decir el gobierno? Que deben decir los partidos en las instituciones? La PAH, como los buenos políticos de los que habla Mas, ha querido soldar la legitimidad con la legalidad y la manera de hacerlo ha incorporado la desobediencia de la ley. No porque sean unos amantes de la desobediencia, del descontrol, etc. Lo hacen porque quieren cambiar una ley por otra, pero no hay manera de encontrar el camino legal para hacerlo.
Ramon Espadaler, secretario general de Unió, secretario general de CiU, y consejero de Interior, hace pocos días se manifestaba contrario a hacer la consulta fuera de la legalidad. No asumía como posible la desobediencia. Y se preguntaba: “¿Cuáles son las legalidades saltables y cuáles son las no saltables?” Efectivamente, esta es una pregunta clave al hablar de desobediencia civil no violenta. Esta es una pregunta irrenunciable. Hay que trabajar para tener una sociedad capaz de tratar con rigor este tipo de preguntas. Debemos ser conscientes y buenos conocedores de una historia que nos muestra como la desobediencia ha sido una actitud clave para conseguir, por ejemplo, que la democracia se profundizara, ampliara y incorporara personas y comunidades excluidas. La democracia o se profundiza y aumenta de calidad o existe el riesgo de que se convierta en oligarquía, en poder de los de arriba. Construir y profundizar democracia implica en muchas ocasiones chocar con legalidades restrictivas y tenemos que saber cómo reaccionar.
La pregunta retórica que se hacía Espadaler buscaba cerrar el asunto: defender una consulta dentro de la legalidad que sea la que otorgue legitimidad. Pero este no es un debate cerrado, en este periodo de movilizaciones sociales y nacionales se extiende la desobediencia de manera civil y no violenta como un instrumento para cambiar las leyes, conviene tenerlo presente. Hay quien no aceptará ninguna desobediencia, quien sólo querrá contemplar la propia, pero son varias las que están planteadas. Los buenos políticos, como decía Mas, han de soldar muchas legalidades y legitimidades fracturadas. No sólo la relacionada con la consulta. Y como no lo están haciendo aparecen nuevos referentes, es el caso por ejemplo de la PAH. La PAH ha querido trabajar intensamente para soldar esta fractura en el ámbito del acceso a la vivienda. Y por eso, aunque haya quien insiste en que no hacen política, son una referencia política para amplios sectores de nuestra sociedad. En momentos como este no podemos tomar atajos, abordamos un debate que siempre evitamos: ¿la desobediencia civil no violenta debilita o fortalece la democracia? Tengamos más allá de nuestros intereses, de la desobediencia que nos interesa o no. Preguntémonos cuál es la democracia en la que aspiramos y dónde estamos. Preguntémonos si las leyes vigentes profundizan la democracia o la limitan.