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ANÁLISIS

Pedro Sánchez tiene un nuevo problema y se llama Junts

Puigdemont participó de forma telemática en un mitin en Amer, Girona

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Catalunya se ha convertido en la aldea gala socialista. Estaba descontado que el PSC ganaría las elecciones y así ha sido. Pero es una victoria más importante de lo esperado (obtiene 19, siete diputados más) y sobre todo suficiente para darle el colchón que Pedro Sánchez necesitaba para disputarle una victoria al bloque PP-Vox. No son los 25 de Carmen Chacón en el 2008 pero tienen el mismo efecto que tuvieron esos para José Luis Rodríguez Zapatero.

Tras una legislatura en la que el Gobierno de coalición indultó a los presos del procés, eliminó el delito de sedición y reformó el de malversación, y con la amenaza de una victoria de la derecha (algo que siempre despierta al electorado catalán), el resultado es más que exitoso para una parte de sus impulsores, los socialistas, y agridulce para ERC, que ha pasado de ser el primer partido hace cuatro años a quedarse el tercero, por detrás de Sumar y empatado a siete escaños con Junts.

Pero pese al mal resultado, tanto los republicanos como Junts son imprescindibles para que Sánchez vuelva a ser presidente. ERC expuso sus condiciones ya en campaña: continuar la negociación política, acabar con el déficit fiscal de la Generalitat y culminar el traspaso de Rodalies. Son condiciones asumibles porque los republicanos no quieren regresar al ‘independentismo mágico’ y consideran que pese al desgaste electoral que les supone no hay otra alternativa que seguir negociando en Madrid. “Si quieren gobernar tendrán que respetar a Catalunya”, ha insistido Gabriel Rufián este domingo tras conocerse el resultado.

El PSOE puede contar con ERC, aunque de entrada se haga el remolón, pero el problema para Sánchez se llama Junts. Es un nuevo problema y no menor aunque visto lo visto no hay reto imposible para el candidato socialista. Carles Puigdemont, que solo se pronuncia en las grandes ocasiones, ha insistido durante estas semanas en que Sánchez no volverá a ser presidente gracias a los posconvergentes. Y si entran en una negociación, el precio de entrada será inasumible para los socialistas. Pasada la medianoche, el expresident recurrió como es habitual a Twitter para fijar posición. No enseñó sus cartas pero subrayó que su partido “no debe nada a nadie más que a sus votantes”. “Nuestros votantes, programa y compromisos han sido y son la referencia de nuestra acción política, no debemos nada a politólogos espabilados ni a tertulianos diversos”, ha expresado Puigdemont, quien ha recordado que Junts ya votó 'no' tanto a la investidura de Sánchez en 2019 como a los presupuestos.

Es importante señalar que las condiciones iniciales (plantean que se traspasen a la Generalitat las competencias para celebrar un referéndum) no tienen por qué ser las finales. Fuentes independentistas señalan que si por culpa de Junts se bloquea la legislatura y hay que ir a una repetición electoral, el coste para esta formación sería muy alto o incluso inasumible. Podría contentar a los sectores más radicales (muchos de los que este domingo se han quedado en casa porque acusan a los partidos de no hacer nada para conseguir la independencia) pero a la vez aparecería como un partido dispuesto a propiciar una repetición electoral que esta vez se tradujera una victoria de la derecha y extrema derecha. 

Además, el sector pragmático de Junts, que existe aunque sea minoritario en la cúpula, plantará batalla para demostrar que sus pulsiones antisistema no les dominan. Un término intermedio asumible por las distintas almas del partido sería una abstención. Para ello, Sánchez necesitaría el voto a favor de ERC y Bildu, algo que es bastante factible porque ni Junqueras ni Otegi, que funcionan como aliados, han especulado con bloquear la legislatura.

Estas elecciones eran un test de estrés para el independentismo. El resultado final, 14 escaños, son nueve menos que en el 2019, cuando obtuvieron su mejor resultado en unas generales. Es un resultado que demuestra que una parte se ha ido al voto útil pero también que las apelaciones a la abstención de los sectores duros del secesionismo, decepcionados por no utilizar un adjetivo más contundente, ha hecho mella. Y es un aviso para futuras contiendas electorales, en especial las autonómicas. 

Pere Aragonès va a intentar aguantar (las autonómicas tocarían en el 2025) pero ERC acumula dos hemorragias seguidas, las de las municipales y ahora la de las generales. Hasta qué punto estará dispuesto a entrar en una subasta con Junts para encarecer el precio a Sánchez es algo que empezaremos a vislumbrar en los próximos días.

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