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La razón por la que Puigdemont hace equilibrios sobre la mesa de diálogo: un cuarto de sus votantes pide unilateralidad

Un cuarto de los votantes de JxCat están por la unilateralidad, mientras que el 60% lo es de la negociación sin límites

Arturo Puente

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Los más altos representantes de JxCat se sientan el miércoles en la mesa de diálogo con Pedro Sánchez, pero el sábado los eurodiputados de la misma formación lanzan mensajes contrarios a esa mesa, a la que llegan a calificar de engaño. ¿Indecisión? ¿Estrategia? La explicación puede ser mucho más sencilla si se atiende a la composición del voto de la formación. Hasta un cuarto de los votantes de Junts apuestan por la unilateralidad, siendo el partido catalán con un electorado que más desconfía del diálogo, solo superado por la CUP.

El porcentaje de votantes de Puigdemont partidarios de la unilateralidad se ha mantenido constante en torno al 25% en diferentes encuestas y momentos, aunque hay pocos estudios recientes y, por tanto, aún no se ha preguntado por la mesa de diálogo después de que esta se constituyera. Sin embargo, ya en julio de 2019 el barómetro periódico del Centro de Estudios de Opinión (CEO) de la Generalitat revelaba que los electores de JxCat eran significativamente menos entusiastas sobre la vía negociada (75%) que los de ERC (86%), aunque todos ellos estaban mucho más por el diálogo que los de la CUP (58%).

Los votantes anticapitalistas y de JxCat mostraban entonces otra diferencia respecto a los de Esquerra: entre los simpatizantes de Junqueras la negociación en el marco de la Constitución (18%) tenía más apoyo que la unilateralidad (13%), mientras que tanto para los de Puigdemont y como en la CUP volver a la confrontación con el Estado era la opción B preferida.

Una de las características que presenta el electorado de JxCat es que sus preferencias cuando se le hace elegir entre unilateralidad y negociación han variado poco a lo largo del tiempo. Justo antes de la publicación de la sentencia contra los líderes independentistas, en octubre del año pasado, el CEO realizó un estudio especial sobre la percepción sobre la cuestión territorial. Los resultados entre los seguidores del expresident volvieron a arrojar unos resultados similares al anterior por lo que respecta a los partidarios de la confrontación, opción por la que apostaba el 25% de los votantes de Laura Borràs en el Congreso.

En esos meses, además, el electorado de ERC también había basculado hacia una mayor aceptación de la unilateralidad, y menor interés por una negociación que tuviera como límite la Constitución. Eso hacia que, entre los partidos independentistas, la primera opción fuese la negociación sin condiciones y, después de esto, la unilateralidad. Mientras, entre los no independentistas, tanto en el PSC como en Ciudadanos aumentaban los votantes que reclamaban el diálogo ilimitado, aunque también los que veían adecuada la “mano dura” del Estado.

De nuevo el electorado de los 'comuns', muy volcado con la negociación, se encuentra sin embargo muy repartido entre la opción de limitar el diálogo al marco constitucional (47%) o que pueda ir más allá (51%). Una situación que explica que el representante del partido en la mesa de diálogo, el ministro de Universidades Manuel Castells, anunciara que no defendería el referéndum sobre la independencia en ese foro, pese a que es una propuesta que Catalunya en Comú ha venido defendiendo siempre en sus programas.

Del mismo modo, que uno de cada cuatro votantes de JxCat se mantenga inamovible en la defensa de la unilateralidad explica que Puigdemont y los suyos marquen distancias respecto a la mesa de negociación entre gobiernos, pese a que opten por estar presentes en ella, como les reclama no menos de un 70% de su electorado.

No menos interesante es la opinión que muestran los electores del conjunto de España para entender las posiciones de sus respectivos partidos. Para conocerlas hay que remontarse al barómetro del CIS de enero de 2019, única vez que este instituto demoscópico ha preguntado por esta cuestión. Los resultados, controlando por recuerdo de voto en las elecciones generales de 2016, es el siguiente:

El primer dato que arroja el estudio del CIS es que el electorado del PP, Ciudadanos y, en cierta medida, del PSOE, muestra tendencias muy diferentes si vive en Catalunya o si lo hace en otro punto del país por lo que respecta a su apuesta por el diálogo. Mientras que la política de “mano dura” suele situarse en un apoyo de entorno al 10% entre el electorado del PP y Ciudadanos en Catalunya, en el ámbito estatal casi la mitad de los votantes de Mariano Rajoy y el 30% de los de Albert Rivera optan por las medidas duras, e incluso entre los socialistas supera el 10%. Además, entre los votantes de las formaciones de derechas, la apuesta por la negociación se queda entre el 8 y el 14%.

Estas preferencias concuerdan perfectamente con las posiciones que, un año después, han expresado PP y Ciudadanos sobre la mesa de negociación iniciada entre el Gobierno y la Generalitat, contra la que han cargado de forma muy contundente. Pablo Casado aseguró en su inicio que la mesa era una “humillación” y más recientemente ha advertido que si Sánchez no deja la negociación “las consecuencias para la unidad nacional y la igualdad de los españoles pueden ser letales”. Arrimadas también ha usado la palabra humillación para referirse al diálogo, y ha considerado que el Gobierno central se somete a un “chantaje”.

Un abanico posconvergente de Mas a Ponsatí

Las encuestas sobre intención de voto para las próximas elecciones catalanas vienen reflejando el liderazgo de una ERC, que se ha convertido en el primer partido catalán en las elecciones municipales y en las últimas dos generales. Sin embargo la consolidación de los republicanos depende de la prueba de fuego de las autonómicas, que nunca han conseguido ganar y en las que, en diciembre de 2017, quedaron incluso por debajo de JxCat y lejos de Ciudadanos, que las ganó.

Por su parte, el partido de Puigdemont cree que tiene opciones de dar la sorpresa en los comicios al Parlament. Que fuera capaz de movilizar a más de 100.000 personas al otro lado de la frontera el pasado fin de semana es muestra del tirón que la formación aún tiene. Pero, para ganar, necesita ser competitivo entre el electorado de la unilateralidad, que representa en torno al 10% del total y, también, entre el voto que apuesta por un diálogo que vaya más allá de la Constitución, opción que sobrepasa el 40% pero que está mucho más disputada.

Teniendo en cuenta la necesidad de combinar estos dos caladeros de voto que a priori parecerían contrarios, es normal que la oferta del espacio postconvergente sea un abanico que vaya de las palabras de enmienda a la mesa de Ponsatí, a la opción totalmente pragmática que desea representar Artur Mas. Este martes en una entrevista en Ràdio 4 el que fuera líder del PDeCAT mostró su disconformidad por las palabras de la eurodiputada y bendijo la vía del diálogo.

La vía unilateral es “la última que nosotros queremos”, aseguró el expresident Mas, al tiempo que opinaba que Puigdemont no está contra de la mesa del diálogo porque en ella ha situado “a personas de su confianza”, cuando si tuviera interés en que fracasase “no habría puesto a nadie o habría puesto a personas que no tuvieran nada que ver con él. Mas apostó además por la integración de las sensibilidades de JxCat y el PDeCAT en una misma lista, y aseguró que si se produce la ruptura, él no estará en ninguna de las dos, dando a entender que si van juntos estaría dispuesto a presentarse.

La CUP crece en la unilateralidad

Un dato que podría parecer contradictorio es que, en la encuesta del CIS de enero de 2019, son los partidos independentistas los que muestran un mayor interés por la vía del “diálogo y negociación”, mientras que en el CEO son los menos entusiastas. Este fenómeno tiene diversas explicaciones, pero la más evidente es que el primero no introduce la opción de la unilateralidad. Lo cierto es en las encuestas que dan como opción la confrontación contra el diálogo, esta nunca aparece como la primera opción del independentismo, pero sí habitualmente como la segunda.

Pero quien mejor capitaliza este voto no es JxCat sino la CUP, formación que en julio de 2019 tenía un 40% de unilateralistas. La formación anticapitalista entró por primera vez con dos escaños en el Congreso en las últimas elecciones generales, unos comicios en los que una parte del voto soberanista se radicalizó, de Esquerra a opciones más duras.

JxCat salió beneficiado de esa situación con un escaño y 30.000 votos más, pero la CUP demostró mucha más penetración en voto del independentismo enfadado, consiguiendo 130.000 votos y dos escaños más que el Front Republicà. Esto explica que, ante unas elecciones al Parlament, la lista que apadrine Puigdemont tenga que hacer equilibrios no solo para pescar a la vez en el caladero moderado y en el unilateralista, sino también para no incendiar más de la cuenta los ánimos del independentismo. Si lo hace, corre el riesgo de que sean los anticapitalistas y no JxCat quienes más se beneficien de un escenario caldeado.

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