Espai Valencià es la avanzadilla de Som, un nuevo medio de noticias y opinión hecho en el País Valencià. Som será, además, la redacción y la voz de eldiario.es en este territorio, cuyo lanzamiento se producirá próximamente. Hasta entonces, este blog albergará contenidos informativos de los redactores de Som y piezas de opinión de algunos de los columnistas que colaborarán con el medio.
Fabra evita molestar a Rajoy
Con un presidente autonómico defendiendo la autodeterminación en la vecina Cataluña, no está el horno del gobierno español como para que el País Valencià pida muchos bollos. Algo así debió de pensar el president valenciano Alberto Fabra en la mañana del martes, antes de pronunciar el discurso de su primer debate de política general. El mandatario hiló un discurso cuidadosamente anodino, en el que evitó hacer cualquier reclamación que pueda poner en un brete a su jefe de filas en el PP, Mariano Rajoy.
Así, Fabra abordó las tradicionales reclamaciones que desde el País Valencià se han dirigido hacia Madrid, pero renunció a poner plazos ni énfasis alguno en la petición de soluciones. Recordó que es necesaria una reforma del sistema de financiación —la comunidad que gobierna es una de las más perjudicadas—, pero acto seguido afirmó que “sabemos que no es momento de pedir más”.
Recogió la reivindicación de recibir agua de otras cuencas pero se quedó muy lejos de exigir el agua del Ebro, una petición de su partido durante años, y se limitó a ceñirse al “marco del pacto nacional del agua propuesto por el Gobierno”. Tuvo también una mención para el corredor mediterráneo, pero calificó de “hito” y de “primera fase” la implantación del tercer carril, una infraestructura mucho menos ambiciosa que la anterior.
Ninguna exigencia a Madrid, muchos halagos a Rajoy
Fabra desactivó así -al librarlas de plazo alguno para su cumplimiento- las principales demandas de la autonomía valenciana. Fue el preludio de un elogio al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que se puede interpretar como un peaje. El que el president valenciano debe pagar a la cúpula del PP nacional, que lo impuso como sucesor de Francisco Camps en julio de 2011, cuando este hubo de dimitir por su imputación en el llamado “caso de los trajes”, en el que finalmente resultó absuelto.
En palabras de Fabra, Rajoy “ha primado su sentido de estado” frente a la “política basada en gestos y sin sentido del compromiso” del anterior presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero. En un calco de los argumentos esgrimidos desde el PP nacional, el mandatario valenciano calificó la reforma laboral de “normativa eficaz para incentivar la contratación” y calificó la relación de Rajoy con las comunidades autónomas de “diálogo sincero y contundente”. Fabra dedicó semejantes halagos a la próxima reforma financiera (“permitirá que el crédito fluya”) y a la educativa.
Los partidos de la oposición lo acusaron de hacer seguidismo a su jefe de filas. Marga Sanz, líder de EUPV, lo calificó de “testaferro” de Mariano Rajoy. Por su parte, Antonio Torres, portavoz del PSPV, le pidió que defienda el derecho del País Valencià a gestionar sus propias competencias: “¿Cómo consintió el recorte de 700 millones en nuestra sanidad impuesto por Rajoy? ¿Quién es él para decidir dónde se recorta?”.
La oposición, además, acusó a Fabra de adelgazar la democracia con su propuesta estrella del debate: la de reducir de 99 a 79 los diputados de la cámara autonómica, y de adelgazar en un 20% el gasto de los órganos consultivos de la Generalitat Valenciana. “Quiere quitarse las minorías de encima”, resumió Mónica Oltra, diputada de Compromís.
El aplauso de los imputados
Fabra completó su intervención con una lista de promesas, como la de hacer llegar el AVE a Castellón en 2015 e invertir 99 millones de euros en un plan de empleo. No hubo grandes anuncios, que no podrían financiarse debido a la difícil situación económica de la Generalitat (el propio president reconoció que solo podrá pagar las deudas cuando el Gobierno español haga efectivo su préstamo, que ascenderá a 4.500 millones).
La falta de promesas atractivas y de contundencia en las reclamaciones libró de cualquier tensión al debate. No hubo grandes aplausos entre su propia bancada, en claro contraste con las ovaciones en pie que los diputados conservadores dedicaban al anterior presidente de la Generalitat, Francisco Camps, cuando este se vio acosado por su imputación judicial. Los ocupantes de los escaños de la oposición también faltaron a su hábito, y se ahorraron abucheos y gritos fuera de micrófono. Hubo una mengua evidente de medios de comunicación respecto a años anteriores, las tribunas de invitados no se llenaron y las vallas con las que la Policía Nacional rodeó la cámara quedaron huérfanas de manifestantes.
Así las cosas, el rifirrafe parlamentario apenas trascendió al ámbito mediático nacional. Ese es, tal vez, el mayor favor que Fabra hace a Mariano Rajoy: el de haber conseguido que, a fuerza de discreción, el País Valencià haya dejado de ser el centro de atención por el despilfarro y la presunta corrupción amparadas por Camps. Todo esto pese a que Fabra ha incumplido su promesa de regeneración política —tiene a nueve diputados imputados o presuntos implicados en su grupo parlamentario— y sigue dedicando millones de euros a grandes eventos (40 más que el ejercicio anterior).
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