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“El ébola es muy grave, pero no olvidemos la malnutrición o el paludismo, que causan más muertes y tienen solución”

Personal sanitario traslada a un enfermo en Congo

Miguel Giménez

Valencia —

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Guillermo Gironés Sayas es un joven médico valenciano (este fin de semana cumple 32 años) que recientemente ha regresado de Butembo, en la provincia de Kivu del Norte (República Democrática del Congo), donde durante cinco semanas ha estado trabajando con la ONG Médicos sin Fronteras en un hospital para enfermos de ébola. Gironés, especialista en medicina interna y tropical, era el coordinador de un centro de tratamiento con 48 camas para posibles positivos y 32 casos confirmados -con un sesenta por ciento de ocupación media-, dotado con una veintena de médicos y alrededor de sesenta enfermeras en una zona que ha sufrido, desde agosto, el segundo brote más importante de ébola de la historia y el mayor que se ha producido nunca en Congo, con más de medio millar de enfermos confirmados y unas 300 personas fallecidas (estas cifras se incrementan diariamente).

Como reconoce Guillermo, este brote ha sido diferente a otros que se han producido en África, porque se ha producido en una zona urbana y muy poblada, alrededor de un millón de habitantes: “Lo habitual es que la enfermedad se detecte en zonas muy rurales y con pocos casos, unos cuarenta o cincuenta”. En esta ocasión, por contra, la enfermedad ha aparecido en una zona urbana, rica -gracias a las minas de coltán y al comercio con Uganda- y de conflicto.

A diferencia de otros casos, en esta ocasión se están aplicando vacunas experimentales: “Primero se hacen dos pruebas diagnósticas para confirmar los positivos o los negativos. Después, realizamos el tratamiento y el posterior seguimiento, con un estudio de los contactos que ha tenido el infectado, aunque es realmente difícil, porque la gente le tiene mucho miedo a esta enfermedad”. De momento, los tratamientos (con cuatro fármacos diferentes: tres anticuerpos monoclonales y un antiviral), aunque no hay datos concluyentes, sí que hacen que el ébola sea más leve y se pueda curar en algunos casos, “con lo que se puede conseguir reducir la mortalidad, aunque como te he dicho, todavía no tenemos certezas al respecto”.

La del Congo ha sido la quinta experiencia de Guillermo con Médicos sin Fronteras. Antes había estado en la República Centroafricana, Yemen, Nicaragua y Níger). “Son estancias cortas, porque la gente se quema muy rápido”, reconoce el médico valenciano, para quien éste ha sido su primer contacto con el ébola sobre el terreno: “Ya conocía el virus por mi especialidad en enfermedades tropicales”.

En este sentido, reconoce que el desconocimiento provoca el pánico entre la población, que no acaba de creerse cuando le dicen que un familiar está curado, por lo que mantienen el miedo al contagio: “El ébola sólo se transmite cuando los síntomas son evidentes y por fluidos. Es decir, en la última fase de la enfermedad o cuando el paciente ya ha fallecido, por eso los entierros son securizados, con en ataúdes especiales”. Por eso, destaca que es muy importante la concienciación y la educación de la población. Para ello, y por una cuestión logística para cuidar de los enfermos más pequeños (niños y bebés), es primordial la labor de los curados, que ya no pueden contagiar: “Es primordial implicarles y la verdad es que lo están, y eso es algo muy bonito, ver como quien ha pasado la enfermedad se involucra para ayudar a otros enfermos”.

Guillermo reconoce que siempre ha estado muy vinculado a la cooperación y asegura que volverá en cuanto pueda al Congo a ayudar a los enfermos y a trabajar con el ébola, muy rápida y virulenta, con una tasa de mortalidad que ronda entre el cincuenta y el sesenta por ciento: “Es una de las enfermedades más interesantes con las que te puedes encontrar por desconocida”. No obstante, reconoce la impotencia que se siente cuando sabes que no hay un tratamiento claro y tratas con enfermos, niños en muchas ocasiones, que sabes que van a morir.

Uno de los problemas del ébola es que al principio es indistinguible de otras patologías como la gripe o el paludismo, con lo que los infectados se dirigen directamente a los hospitales públicos. No obstante, a pesar de la alta mortandad, el hecho es que no hay tantos casos comparados con otras enfermedades.

Al respecto, Gironés insiste en la gravedad de otras enfermedades: “El ébola es muy importante, pero no debemos olvidarnos de otras crisis humanitarias más graves, como la malnutrición o el paludismo, que provocan muchas más muertes y que sí que tienen solución y tratamiento”. Así, apunta cómo en países como Níger el paludismo y la malnutrición son crónicos y tienen índices de mortalidad muy elevados “que no se acostumbran a controlar”. 

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